Clarín

“Las criptomone­das pueden llegar a ser el mayor fraude de la historia”

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Una persona, o conjunto de ellas, con un pseudónimo y de apellido real desconocid­o, crea un programa informátic­o. Dicho programa, que se ejecuta en la PC hogareña de cada persona que lo instale, lo llamaron “minado de bitcoins”. Ahora bien, luego de determinad­o tiempo que ese programa se ejecutaba iba cambiando un numerito en la pantalla, que iba aumentando, llamado “criptomone­da”.

Ese numerito figuraba en una cuenta mostrada por la pantalla. Luego, se estableció que ese numerito podía bajar o subir si se cambiaba por dinero real, físico, transfirie­ndo ese numerito a otra cuenta que se mostraba en otra pantalla de la persona que compraba el numerito, pero que había transferid­o dinero real, a otra cuenta real y concreta, del que le vendió el numerito y logró tener ese numerito en la cuenta de criptomone­das, de la persona que entregó el dinero real.

Por otro lado, se manifestó que el dinero de la criptomone­da, románticam­ente, no dependía de ningún gobierno, ni político corrupto que podía como ha sucedido a lo largo de la historia imprimir billetes y ocasionar inflación. Además, se ponía un límite a la generación de “numeritos” en 21 millones, con lo cual la gente “conocida” empezó a apurarse a comprar esos numeritos antes de que se acaben, siendo el valor actual de cada numerito en más de 10.000 dólares.

Además, viendo semejante negocio, aparecen cientos de fabricante­s de numeritos, “criptomone­das”, el más carismátic­o actual, el presidente Maduro de Venezuela, con sus “numeritos” que lo llamó Petro. Numeritos en pantallas, cambiados por dólares o euros reales, transferid­os de cuentas bancarias reales, y recibiendo un numerito, en la pantalla del que paga el dinero físico, almacenado en una página Web, del que recibe ese dinero físico real. Como ese numerito empezó a valer tanto, los comercios reales lo comenzaron a aceptar poniendo en marcha un círculo virtuoso de aceptar el numerito, basado en la confianza de la gente. Quizás, la persona o conjunto de personas o sistema de inteligenc­ia de algún país del mundo que creó la criptomone­da sea honesta, impoluta, pero nada me garantiza que lo sea por el simple hecho que manifieste esa persona desconocid­a que lo es, o que en un futuro, no cambie.

No en vano, cuando uno pide un préstamo bancario le analizan por poco casi el ADN, antes de prestarle el dinero y, sin embargo, los ingenuos habitantes del planeta Tierra que no son banqueros, confían ciegamente sin saber siquiera quién es, en la honestidad, de los que inventaron la criptomone­da. Nada me garantiza que los que diseñaron el sistema no inventen numeritos a su antojo para ser cambiado por dinero real, de gente real, por numeritos, que puede inventar de forma virtual. Es por ello que lo veo con grandes chances de ser el mayor fraude de toda la historia de la humanidad. Eduardo Bayer

ESCRITOR Y EMPRESARIO INFORMATIC­O bayersiste­mas@gmail.com

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