Berlusconi, otra vez árbitro de las elecciones en Italia
Los votos de su alianza serán clave para formar gobierno en marzo.
Con el “final ordenado” que reivindicó el primer ministro Paolo Gentiloni en su conferencia de prensa de fin de año, la XVII legislatura de la República Italiana finalizó su ciclo completo y anoche el presidente de la República, Sergio Mattarella, disolvió ambas cámaras (Diputados y Senado), llamando a elecciones generales a 50 millones de italianos. Convocado al Palacio Chigi, sede del gobierno, el consejo de ministros se reunió inmediatamente después y fijo la fecha del comicio para el 4 de marzo.
Las elecciones renovarán por completo la Cámara de Diputados de 630 miembros y el Senado de 315 asien- tos. El nuevo Parlamento se inaugurará el 23 de marzo y, como el régimen constitucional es parlamentario, del voto de confianza de ambas cámaras surgirá el futuro gobierno. Hasta entonces, el primer ministro Paolo Gentiloni seguirá al frente del Poder Ejecutivo.
El panorama está erizado de grandes dificultades y un descontento popular que contribuyen a hacer más difícil la formación de un nuevo gobierno a partir del 24 de marzo, cuando se inaugurará el nuevo Parlamento. Algunos analistas ven abrirse un período de gran inestabilidad política que llevaría a elecciones generales anticipadas en un clima en extremo enrarecido.
Una de las tendencias más importantes de la batalla electoral es la confirmación de la agonía histórica de la izquierda tradicional, que tuvo una presencia masiva desde que nació la República en 1947. Sobre todo la del partido Comunista más grande de Occidente, con una personalidad po- lítica no exenta de originalidad, condenado a la eterna y leal oposición a los gobiernos democristianos, debido a las exigencias de la hora producto de la Guerra Fría.
Aquella experiencia contrasta con un presente ruinoso. El partido Democrático fundado por ex comunistas y ex democristianos gobierna actualmente con neto predominio del ala católica y una identidad que se dice de izquierda pero tiene un perfil cada vez más centrista. Un grupo de líderes comunistas formó un nuevo partido, Libres e Iguales, al que adhieren los presidentes de ambas cámaras. Pero esta novedad que reivindica una identidad de sinistra no supera el 6,5% en las encuestas, mientras cae en picada el PD liderado por Matteo Renzi, al que los últimos sondeos le asignan el 23.4%. En su columna, la periodista Lucía Nunziata afirma que el generalizado estado de ánimo de descontento lleva a todos a buscar el consenso en la amplia área moderada.
La campaña electoral se abrió oficialmente en el momento en que el presidente firmó el decreto de disolución de las cámaras de Diputados y Senado, pero de hecho comenzó hace dos meses y es cada día más exasperada. El partido Democrático; la alianza de centroderecha, liderada por el ex premier Silvio Berlusconi de Forza Italia (16,5%); y el xenófobo Matteo Salvini (13%) de la Liga Norte) se pusieron de acuerdo en votar una ley electoral tramposa para sofocar el “boom” del Movimiento 5 Estrellas del cómico genovés Beppe Grillo, proclamada fuerza política antisistema, que en las encuestas es el primer partido de Italia con el 30%.
La nueva ley electoral es un coctel de 70% de proporcional con un 30% de bancas uninominales, pensado para hacer imposible que una sola fuerza política alcance la mayoría en las cámaras. La razón es que los “grillinos”, tercera pata del poder político tripolar, se niegan a hacer alianzas con los otros. Han elegido al joven Luigi Di Maio como candidato a primer ministro, que tendrá que encontrar el punto de equilibrio entre el serio descontento y la moderación. Di Maio sostiene que el Movimiento cree posible llegar al 40% de los votos y desde esa cumbre proclamar un triunfo que lo llevaría al gobierno, ofreciendo alguna alianza razonable a una fuerza política menor.
El eje de los equilibrios políticos es el tres veces primer ministro, dominador de dos décadas de la vida política, Silvio Berlusconi, de 81 años. Expulsado del Senado por una condena penal, procesado por corrupción y los escándalos sexuales del “bunga bunga” cuando estaba en la cima de su poder, Berlusconi ha sabido reciclarse. Es ahora el campeón de los moderados y líder de una alianza de centroderecha con partidos y partiditos que buscan estar juntos para no perderse en la nada.
Berlusconi cuenta hoy con el 16,5% en los sondeos y el único que desafía su liderazgo es el ríspido Matteo Salvini de la Liga Norte, e, que hace una
El partido del cómico Grillo lidera los sondeos con el 30%. Lo sigue el oficialista PD con 23,4%
campaña xenófoba contra los inmigrantes y se proclama en la derecha rígida. Dice inspirarse en la ultra Marine Le Pen (del Frente Nacional francés) y en el presidente Donald Trump, aunque también Salvini admira y frecuenta al presidente ruso Vladimir Putin.
Putin es más amigo de Berlusconi, que tiene la ventaja de criticar pero defender a la Unión Europea y formar parte del partido Popular, que agrupa a democristianos y conservadores en la comunidad regional.
Si Berlusconi consigue superar la prueba del liderazgo de la centroderecha en las elecciones, tiene por delante un Sendero Luminoso, como decía el camarada Mao. “Berlusca” no perdió tiempo y ya disparó promesas fastuosas. Pidió un “rédito de dignidad”, copiado de un grupo católico, en favor de los más pobres. También subir a un mínimo de mil euros mensuales las jubilaciones y pensiones, agregando beneficios a las mujeres “que tanto han trabajado y no reciben reconocimiento”. Otra: proclamándose protector de los animalistas, prometió también subsidios en favor de los “pets” (mascotas) domésticos, que alegran la vida a millones de italianos. Hay un partido animalista, que por supuesto apoya a Berlusconi.
Matteo Renzi, que fue primer ministro hasta que perdió desastrosamente un referendum en noviembre de 2016 y debió renunciar, aunque sigue siendo líder del partido Democrático, dijo que lo que propone Berlusconi está en el libro de los sueños porque poner en prácticas esas propuestas electoralistas cuesta 150 mil millones de euros y no hay como pagarlas. “Nosotros no hacemos promesas megagalácticas”, aseguró Renzi.
Este torneo dialéctico, en realidad, preludia y echa una oportuna cortina de humo sobre las negociaciones reservadas entre Silvio Berlusconi y Matteo Renzi, que proyectan -si las circunstancias posteriores al voto popular lo permiten- formar un frente moderado para gobernar Italia en la nueva Legislatura. Pero habrá qué ver que dicen las urnas en marzo.