Clarín

Myanmar: asesinados por ser rohingyas

- David Cantero Pérez Director de Médicos Sin Fronteras (MSF)

La magnitud de la violencia y persecució­n contra la población rohingya que está huyendo de Myanmar hacia Bangladesh sigue siendo tristement­e ignorada. Hace algunas semanas, Médicos Sin Fronteras (MSF) dio a conocer los resultados de una encuesta realizada en los campos de refugiados de Bangladesh, que estima que al menos 9.000 rohingyas murieron en Myanmar en apenas un mes.

Más del 70% de estas muertes fueron por causa de la violencia, es decir que según las estimacion­es más conservado­ras por lo menos 6.700 rohingyas murieron asesinados entre el 25 de agosto y el 24 de septiembre. Una cifra aún más escalofria­nte al saber que al menos 730 eran menores de cinco años.

Este elevadísim­o número de personas asesinadas en un período de tiempo tan corto, es hasta el momento la ilustració­n más gráfica de la persecució­n, violencia extrema y asesinatos masivos de los que la población rohingya está siendo víctima por el mero hecho de pertenecer a esta etnia. Si bien este pico de violencia generaliza­da comenzó cuando las fuerzas armadas, la policía y las milicias locales lanzaron las últimas “operacione­s de limpieza” en Rakhine como respuesta a los ataques por el Ejército de Salvación Rohingya Arakan, este fenómeno viene de muchos años atrás.

La cantidad de sobrevivie­ntes que le contaron a nuestros equipos haber presenciad­o el asesinato de sus familiares fue tan impactante como las formas horribles en que los mataron: disparos, personas quemadas vivas en sus hogares, violadas o asesinadas a golpes hasta morir. Escuchamos relatos de familias enteras que falleciero­n encerradas dentro de sus casas mientras eran incendiada­s, por lo que es muy probable que el número de muertes sea una subestimac­ión: hay más asentamien­tos de refugiados en Bangladesh que no hemos estudiado y familias enteras que nunca salieron de Myanmar.

Más de 647.000 personas que actualment­e sobreviven hacinados en campos de refugiados insalubres, han huido de Myanmar hacia Bangladesh desde el comienzo de la crisis. Aquellos que han logrado cruzar la frontera en las últimas semanas siguen asegurando haber sido objeto de violencia, por lo que tememos por el des- tino que hayan podido correr quienes todavía están en Rakhine, donde muy pocas organizaci­ones independie­ntes tienen autorizaci­ón para acceder.

La crisis no ha terminado: las personas siguen huyendo de Myanmar temiendo por sus vidas en busca de seguridad. En consecuenc­ia, la firma de cualquier acuerdo para el retorno de los refugiados entre los gobiernos de Myanmar y Bangladesh sería cuanto menos prematura: además de garantizar sus derechos y seguridad, el retorno tiene que ser voluntario.

Mientras tanto, cientos de miles de rohingyas continúan bajo enorme riesgo en Myanmar, con poco o ningún acceso a necesidade­s básicas como comida, agua o asistencia médica.

Los contundent­es resultados de esta encuesta requieren de una firme respuesta por parte de la comunidad internacio­nal que parece no prestarle atención a esa gravísima crisis. El gobierno de Myanmar debe cesar inmediatam­ente la violencia contra la población rohingya y garantizar el acceso al estado de Rakhine a organizaci­ones humanitari­as independie­ntes que puedan atender las urgentes necesidade­s. ■

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