Clarín

“Soñaba con ser algo distinto cada día... y lo he logrado”

A los 29, la española lleva 10 años como actriz. Fue elegida por Almodóvar y Alex de la Iglesia y ahora es una de las protagonis­tas de “Las chicas del cable”, la serie de Netflix que el lunes estrenó su segunda temporada.

- Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

Yo quería ser de todo, era una niña con mucha imaginació­n, pero cambiaba de deseo permanente­mente”.

Yo voy sin prejuicios, si no es imposible hacer ficción. Y hacer de buenita todo el tiempo no me resulta tan interesant­e”.

La mujer que en la primera temporada de Las chicas del cable estuvo de un lado de la línea, ahora está del otro. Atiende atenta desde su Madrid natal, despojada de su personaje, sorprendid­a ante la repercusió­n que sus trabajos generaron en la Argentina.

Ante el estreno de la segunda temporada de la serie que Netflix produjo en España -disponible desde el lunes de esta semana-, Blanca Suárez asume que “por suerte no soy del todo consciente de hasta dónde llegan las cosas que hago. Realicé este proyecto con toda la seriedad que tengo y luego he soltado para que volara y llegara hasta... la Argentina, por ejemplo. Es muy fuerte comprobar los curiosos caminos que están tomando las fic

ciones en el mundo”. Tanto, que su cara se ha vuelto muy conocida de este lado del océano.

Elegida por Pedro Almodóvar para filmar La piel que habito (2001) y Los

amantes pasajeros (2013), y por Alex de la Iglesia para actuar en Mi gran

noche (2015) y El bar (2017), Suárez es una de las cuatro protagonis­tas de la serie de streaming, ambientada a fines de la década del ‘20.

En el arranque de los primeros ocho capítulos -estrenados en abril de este año-, se veía a Alba Romero enredada en problemas policiales. Pero enseguida su personaje robó una identidad, entre otras cosas, para pasar a llamarse Lidia Aguilar. Con ese

nombre se impuso claramente entre

los espectador­es, enfundando el clásico delantal turquesa de las telefonist­as de la flamante compañía de comunicaci­ones de Madrid, en 1928. Pero ahora, montada en su ambición, consiguió un lugar en la dirección de la empresa, mientras lidia -como su nombre lo indica- con sus dos amores: Francisco Gómez (Yon González), el de la infancia, y Carlos Cifuentes (Martiño Rivas), dos ex amigos que además fueron cuñados.

“En cualquiera de las dos líneas que me han tocado he intentado demostrar que mi chica era fría. Tanto Alba como Lidia han evitado todo lo que tuviera que ver con las emociones. Y en esta segunda etapa ya aparece la empatía”, explica la actriz que debutó en 2007, en el rodaje de Eskalofrío, para unos meses después empezar a ser conocida por la serie El internado.

-Aparece la empatía, como decís, pero se ve que no ha perdido las mañas. Le sigue seduciendo el poder. -Sí, por suerte no es que haya cambiado de la noche a la mañana. No me gusta cuando de una temporada a otra los personajes modifican su perfil. Ella se anima en este tiempo a eliminar la coraza y, de a poco, sus heridas se vuelven cicatrices. No es que olvida su pasado, pero lo deja atrás. -¿Sos de los actores que juzgan a sus personajes?

-Jamás. Los tomo, si están dadas las circunstan­cias laborales, busco encontrarl­e explicació­n a sus actos y trato de disfrutarl­os. Con Lidia me pasó que conocí su infancia y de ahí en más comprendí su necesidad de superviven­cia a cualquier costo. Yo voy sin prejuicios, si no es imposible hacer ficción. Y hacer de buenita todo el tiempo no me resulta tan interesant­e. -Para este trabajo ¿tuviste que hacer un estudio de la época?

-Más allá de la investigac­ión que han hecho los autores, por mi parte traté de entender cómo era la escala de valores de la mujeres de esos años, muy distinta a la actual. Y desde ahí pude enfocar la lucha por la independen­cia y la valoración de género. -Con 10 años en el oficio, ¿notás que los límites entre la realizació­n de cine y TV se están diluyendo? -Totalmente. La televisión ha avanzado de una manera increíble. Se están haciendo series de perfección cinematogr­áfica. Hacer un buen programa o una película ya significa casi lo mismo para un actor en términos de garantía. Se han equilibrad­o los mercados. A mí me importa más el guión que el destino del producto.

De la vida privada de Blanca Suárez se sabe más por los medios españoles que por boca de ella. Ha sido novia de los actores Miguel Angel Silvestre (el galán de Velvet) y de Dani Martín, también músico, protagonis­ta de la serie Cuenta atrás. Y ahora, según comparte, vive con un perro y varios gatos: “A mí no me gusta exponerme. Llevo mi vida lo más naturalmen­te posible, teniendo en claro el límite entre lo privado y lo público. Pero no dejo de salir a pasear con la gente que quiero”.

A los 29 años, la actriz que brilló en series como El barco (2011) y Lo que

escondían sus ojos (2016) se engancha con el juego de viajar en el tiempo y llegar a la infancia: “Yo quería ser de todo, era una niña con mucha imaginació­n, pero cambiaba de deseo permanente­mente. Soñaba con ser algo distinto cada día... y lo he cumplido”.

Y su hoja de ruta le da la razón, con criaturas que no sólo hablan de la posibilida­d de vivir vidas prestadas en cada proyecto, sino también de su versatilid­ad, una herramient­a que la coloca como una de las figuritas más buscadas de los productore­s de España. Y dado el salto que pegó con Las chicas del cable es probable que, co

mo lo hacía su personaje, ella también empiece a recibir llamados de otros rincones del mundo.

 ??  ?? Ex novia de actores conocidos. Blanca fue pareja de Miguel Angel Silvestre, el galán de “Velvet”, y de Dani Martín, protagonis­ta de la serie “Cuenta atrás”.
Ex novia de actores conocidos. Blanca fue pareja de Miguel Angel Silvestre, el galán de “Velvet”, y de Dani Martín, protagonis­ta de la serie “Cuenta atrás”.

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