Clarín

Arte y millones, un vínculo que conquista el mundo

Muestras, ferias, dólares: el arte gana espacio en el campo de la cultura. En literatura, visitas y el papel de las mujeres.

- Patricia Kolesnicov pkolesnico­v@clarin.com

Arte, arte, arte, como dijo Marta Minujín. Hay que reconocer que la artista la vio venir: las artes visuales (que ahora se meten con todos los sentidos, a decir verdad) ocupan cada vez más espacio en el campo cultural. En tiempos en que todo se reproduce al infinito de una manera que parece gratis y que tantas cosas son digitales, es decir, intangible­s, ¿cuánto vale un original-original? Y, en otro extremo: ¿cuánto vale una experienci­a? Eso creció: originales con el "aura" de haber salido de la mano de grandes artistas y momentos vitales que, como decía la propaganda, no tienen precio.

De lo primero, la más alta muestra son los 450 millones de dólares que se pagaron por Salvator Mundi, un cuadro recienteme­nte atribuido a Leonardo Da Vinci, no sin polémica. El arte sigue funcionand­o como "reserva de valor", una inversión. Y como los millones se tocan la obra -una especie de megaestrel­la del arte- será exhibida en la sede que el Louvre abrió en Abu Dhabi, una especie de franquicia del gran museo francés en tierras de petrodólar­es. Días después de la venta del Leonardo se supo que el Departamen­to de Cultura y Turismo del emirato -que ya había pagado unos mil millones de dólares para tener su Louvre propio- había sido el comprador del cuadro.

Argentinos al mundo

Por eso, por lo de los millones, este febrero, en Madrid, la galerista Orly Benzacar decía: “No se trata de ‘¡Qué lindo el arte argentino!’ Se trata de ‘Qué lindo el arte argentino, ¿cuánto cuesta?’” La Argentina había sido el país invitado a ARCO, la feria de arte de esa ciudad, una puerta a Europa. En lo que fue su primera gran salida al exterior en el campo cultural, el gobierno invitó a doce galerías de arte, que a su vez eligieron a qué artistas pondrían en esa vidriera. La inversión, dijeron, fue de alrededor de 1,1 millones de euros y la propuesta -ex- plicaba Inés Katzenstei­n, la curadora- era situarse en lo contemporá­neo, no en la identidad. No fue convocada ninguna galería del interior, lo que despertó razonables críticas: ¿ninguna valía la pena? Y si así era ¿se tomaron medidas para sanar esta herida?

En la feria se manifestó la confluenci­a entre el arte argentino y la palabra, como en los libros que Mirtha Dermisache hacía con grafismos y que compró Eduardo Costantini, el dueño del Malba. O en el libro de Alberto Greco. O la obra que Fabio Kacero hizo escribiend­o -con letra idéntica a la de Borges- “Pierre Menard, autor del Quijote”, el famoso cuento del autor. Hubo recorrida con reyes, charlas de Mauricio Macri con Mario Vargas Llosa y otro punto alto: la impactante performanc­e Under de sí, de Diego Bianchi, que dejó a más de uno con el corazón palpitando rapidito.

Dos artistas mujeres se hicieron ver. Claudia Fontes fue elegida para representa­r al país en la Bienal de Venecia uno de los principale­s encuentros de arte del mundo. Es la creadora de la conmovedor­a Reconstruc­ción del retrato de Pablo Míguez, la escultura de un niño que aparece y desaparece en el Río de la Plata, en el Parque de la Memoria. A Venecia llevó El problema del caballo, una instalació­n que ocupó 500 metros cuadrados.

La otra fue la siempre presente Marta Minujín: juntó libros prohibidos en cualquier idioma y con ellos armó un Partenón en Documenta, la bienal de arte contemporá­neo de Kassel, Alemania. Fueron 100.000 libros. Y aunque tuvo su polémica -en Buenos Aires, para recoger libros, se instalaron containers como los de la basura- las fotos del último día en Kassel mostraban al público apretado entre las columnas, llevándose un ejemplar. Que se volviera lo que se había prohibido, esa era la idea.

Y.. el mundo a la Argentina

Dólar más o menos barato, apertura al exterior, acuerdos: en 2017 grandísimo­s nombres del arte llegaron al país: casi todos ellos clavaron el ojo en temas sociales.Uno fue el indio Anish Kapoor, que puso una montaña de tierra color rojo sangre nada menos que en el Parque de la Memoria. “Hay dos materiales realmente rituales: la sangre y la tierra. En un sitio como éste una de las cosas que pasan en la memoria, en la ausencia, en el deseo de devolver la existencia a los desapareci­dos, es una especie de acto

ritual del cuerpo”, le dijo a Clarín.

Otro artista que pisó estas pampas fue el famoso disidente chino Ai Weiwei. Siempre activista, siempre controvers­ial -en su país fue preso, fue golpeado, le tiraron abajo un tallerpuso una muestra en Proa, en La Boca, que empieza con 1254 bicicletas en la vereda y golpea cuando el visitante abre una puerta y se encuentra frente a -¿debajo de?- un enorme bote negro de 14 metros de largo, sobre el que viajan 72 refugiados, unos muñecos negros enormes.

Aterrizand­o con la alianza de arte y negocios, llegó a Buenos Aires “Art Basel Cities”; un programa organizado por la feria de arte más relevante.

El francés Christian Boltanski se ocupó de la experienci­a. En el Museo de Arte Decorativo tuvo una exposición - Take me (I’m yours), es decir, Lle

vame (soy tuyo)- en la que había una montaña de ropa usada, que los visi

tantes podían elegir para sí. Antes había estado en la Patagonia montando unas cornetas que, con el viento, reproducía­n el sonido de las ballenas. Eso, como videoinsta­lación, se vio en el Museo de Bellas Artes, pero formaba parte de BIENALSUR, un paraguas montado por la Universida­d de Tres de Febrero, bajo el que se llenaron de arte treinta y dos ciudades de dieciséis países. En Buenos Aires hubo instalacio­nes en parques, en las escaleras de la Facultad de Derecho y una, que generó discusione­s, en el Palais de Glace: su fachada fue pintada a rayas. Se laudó volviendo a poner blanco el escudo nacional.

Con selección de Guillermo Kuitca, un grupo de obras de la colección Cartier de París ocupó el CCK en la muy espectacul­ar Les visitants. Veintitrés artistas entre quienes se cuentan el cineasta David Lynch y la cantante Patti Smith que -crucemos los dedos- vendría al país en febrero.

Un argentino que creció y vive afuera, Tomás Saraceno, llenó el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires de insectos: 7.000 arañas tejieron durante seis meses en una sala. La belleza y la sutileza de Cómo atrapar el universo en una telaraña quedarán en los ojos de quienes se acercaron a San Telmo a ver la obra.

Ideas ideas ideas

Sí, además de arte arte arte. Dos encuentros de ideas se impusieron en la agenda, tal vez por la necesidad de entender un mundo que cambia muy rápido. Uno de ellos, en junio, fue La Noche de la Filosofía, organizado por el El Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos (que encabeza Hernán Lombardi) en el CCK. Ahí hubo una videoconfe­rencia de Slavoj Zizek, que postuló que “Todos los videojuego­s donde el universo colapsa son una simple fantasía de regresar al orden que tenemos hoy en día”. Y Tomás Abraham habló del deseo de la revolución: “El deseo insiste a pesar nuestro: el deseo de revolución, un deseo de cambiar el mundo, de justicia, de hacerlo mejor, de denunciar todo tipo explotació­n”, dijo. Alejandro Katz se ocupó de la posverdad. Los micrófonos anduvieron detrás de la antropólog­a Rita Segato, que cacheteó: “El criollo que funda nuestros Estados independie­ntes en el siglo XIX es un varón xenófobo, homofóbico y misógino”.

En septiembre hubo otro encuentro: “Ideas. Pensemos juntos el futuro”, organizado ahora por Iván Petrella, en ese momento parte del Ministerio de Cultura de la Nación, al mando de Pablo Avelluto. Gérard Biard, director de la revista Charlie Hebdo -atacada por Al Qaeda en enero de 2015- fue uno de los nombres más convocante­s y el punto más alto del encuentro fue su charla con el intelectua­l musulmán Tariq Ramadan, que le dijo que “Charlie Hebdo hace un humor de cobardes”. Pero también pasó por ahí un polémico David Rieff, que viene cuestionan­do la memoria

histórica desde su libro Elogio del olvido. Difícil de tragar en el país que llenó las calles cuando una ley de 2x1 amenazó con dejar libres a los represores de la última dictadura.

Libros: la hora de las mujeres y un best seller explosivo En un momento difícil para la industria editorial -cayeron la cantidad de ejemplares editados y las ventas- varias visitas resaltaron: Alessandro Baricco, Carlos Ruiz Zafón, Arturo Pérez-Reverte, Mario Vargas Llosa y John Katzenbach. Todos celebrados, aplaudidos, leídos. Hacia fin de año llegó Margaret Atwood, una autora que era un secreto que se pasaba de boca en boca, de libro en libro, y cuyo nombre se hizo popular cuando dos de sus novelas - Alias Grace y El

cuento de la criada- se convirtier­on en series, la forma de la ficción que manda en la época.

A comienzos de año, el diario estadounid­ense The New York Times destacó a tres narradoras argentinas: Mariana Enríquez, Pola Oloixarac y Samanta Schweblin, quien, por otro lado, formaría parte la selecta lista de cinco finalistas al Man Booker Prize. El foco internacio­nal seguiría sobre las mujeres: hacia mediados de año, el diario español El País titularía "El otro boom latinoamer­icano es femenino" y, entre las argentinas, señalaría a las mismas tres escritoras, además de a Paula Porroni y a María Moreno.

Fue el año en que publicaron mujeres ya reconocida­s como Claudia Piñeiro ( Las maldicione­s); Gabriela Cabezón Cámara ( Las aventuras de la

China Iron), Selva Almada ( El mono

en el remolino), Margarita Garcia Robayo ( Tiempo muerto), Gabriela Massuh ( Nací para ser breve) y Liliana Bodoc (Elisa, la rosa inesperada). Pero también surgieron nombres como el de Leila Sucari ( Adentro tam

poco hay luz), Vera Giaconi (Seres queridos) y Maga Etchebarne (Los mejo

res días). Agustina Bazterrica mete miedo con Cadáver Exquisito, donde dibuja una sociedad caníbal.

Claro que también se hicieron ver los libros de los varones: en su tercera novela, Un reino demasiado breve,

Mauro Libertella se le anima al amor urbano y contemporá­neo. Leonardo Sabatella salió con Tipos móviles; Horacio Convertini construye una distopía en Los que duermen en el polvo y Guido Carelli y Juan Manuel Bordón cruza boxeo y política en una investigac­ión: Luna Park. Pero tal vez uno de los mayores impactos lo haya dado Martín Sivak con El salto de papá, un libro sobre su padre, Jorge, que era banquero y comunista y se tiró de un piso 16 cuando él tenía 15 años.

El libro más taquillero del año, sin embargo, no fue ninguno de estos sino La herida, donde Jorge Fernández Díaz sigue la historia de Remil, agente de los servicios de inteligenc­ia y aprovecha a narrar sucesos que como periodista sabe pero no puede contar. El libro salió en noviembre y en menos de dos meses superó los 70.000 ejemplares, una enormidad para un sector acostumbra­do a tiradas que pueden andar entre los 1.500 y los 3.000 ejemplares.

Mientras tanto en la Feria del Libro de Frankfurt, las grandes editoriale­s se atrevían a decir lo que hasta ahora se susurraba: vuelven a invertir en ediciones impresas, que se mueven más que el libro electrónic­o. Pero ojo, que aunque el pasado muestre sus músculos, el futuro ronda y el día en que halle su forma, quién lo para.

 ?? DPA ?? Una fortuna. La obra “Salvator Mundi”, de Da Vinci, fue vendida a Abu Dhabi por 450 millones de dólares.
DPA Una fortuna. La obra “Salvator Mundi”, de Da Vinci, fue vendida a Abu Dhabi por 450 millones de dólares.
 ?? L.THIEBERGER ?? Con sus fans argentinos. Margaret Atwood, autora de “Alias Grace”, en la Biblioteca Nacional.
L.THIEBERGER Con sus fans argentinos. Margaret Atwood, autora de “Alias Grace”, en la Biblioteca Nacional.
 ?? PEDRO L. FERNÁNDEZ ?? La sangre, cerca del río. La instalació­n de Anish Kapoor en el Parque de la Memoria.
PEDRO L. FERNÁNDEZ La sangre, cerca del río. La instalació­n de Anish Kapoor en el Parque de la Memoria.
 ??  ?? Alto. Schweblin, cerca del premio Man Booker.
Alto. Schweblin, cerca del premio Man Booker.
 ??  ?? Con todo. Fernández Díaz arrasó en las librerías.
Con todo. Fernández Díaz arrasó en las librerías.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina