“Vivir en un country es divino, hasta que el vecino viene con un cuchillo”
Vivir en un country es privilegiado, todo el paisaje alrededor es bucólico, niños corriendo por las calles o andando en bicicletas, sin temor a la inseguridad, a ser atropellados, la gente pasea a sus perros a cualquier hora, relajados, vuelven con sus autos a la madrugada y estacionan frente a sus puertas y bajan distendidos sin mirar para todos lados. Mi familia y yo vivimos en el Country Club Mapuche de Pilar, nos fuimos a vivir allí después de un robo violento que sufrimos en un barrio común.
Pero una mañana, a las 6, sonó el teléfono y desde la guardia de seguridad nos comunicaban que uno de mis vehículos estacionado en el frente de mi casa había sido destruido a golpes por mi vecino. En ese momento pude ver por la ventana que mi vecino, del cual sólo conocía su cara, entraba a mi jardín y mientras acuchillaba las cubiertas de mi otro vehículo, gritaba enardecido que iba a matar a toda mi familia. Ese vecino es lo que se llama un hijo de un millonario. Jamás trabajó en sus 49 años, lo mantiene su papá, un señor empresario, a quien le es más cómodo pagar las elevadas expensas de un country y desentenderse de los resultados y daños provocados por las adicciones y las patologías psiquiátricas de su hijo, que tomarse el trabajo de contener las adicciones de su hijo.
Mi hija, que antes andaba en bici por todo el barrio, ahora vive encerrada en su casa, tenemos una custodia permanente. El juez de Garantías, juzgado N° 7 de Pilar, sólo le impuso a este delincuente una restricción de acercamiento a nuestras humanidades, domicilio, lugares de esparcimiento, etc, restricción que este impune no cumple. Estamos construyendo un muro frente a nuestra casa, dentro de un country. Es divino vivir en un country, hasta que tu vecino decide que tu familia será la próxima víctima. María Alejandra Lenardón marcelobarrancos@yahoo.com.ar