Santiago Grassi: “En mi equipo de la universidad, todos se entrenan para ser los mejores del mundo”
El santafesino de 21 años, medallista panamericano, se mudó en enero a Auburn, una pequeña ciudad estadounidense en la que estudia Negocios, se perfecciona como nadador y comparte la vida con jóvenes de muchos países.
La búsqueda de la excelencia en el alto rendimiento no es un camino fácil y a veces exige animarse a dejar la comodidad del hogar para aprovechar oportunidades en tierras lejanas. Así lo hizo Santiago Grassi, integrante de la nueva generación de nadadores argentinos que se gana su lugar en el plano internacional. El santafesino de 21 años, dueño de los récords nacionales en los 50 y en los 100 metros mariposa, armó las valijas en enero y se instaló en Estados Unidos para estudiar y competir en la Universidad de Auburn, la misma en la que se formó el brasileño César Cielo, ganador de un oro olímpico en Beijing 2008 y de 11 oros mundiales: seis en pileta larga y cinco en corta.
“Tenía muchas ganas de aceptar la propuesta, aunque también un poco de temor, porque yo estaba muy cómodo en Santa Fe, en un entorno que me favorecía. Pero fue la decisión correcta. Viví un año en el que aprendí cosas nuevas día a día”, cuenta Grassi en charla con Clarín, mientras disfruta de unos días de descanso en su ciudad natal.
-¿Cómo te llegó esta chance de emigrar?
-En 2015, cuando estaba compitiendo en un torneo en Santa Clara, Estados Unidos, se me acercó el entrenador y me preguntó si tenía la idea de ir en un futuro a estudiar al exterior. Faltaba un poco más de un año para Río 2016. Le pregunté si podía tomar la propuesta tras los Juegos Olímpicos y me dijo que sí, pero quedó todo en la nada. Al año siguiente, mientras estaba entrenándome en México, pensé en lo que había dejado pasar. Era la chance de ir a estudiar a otro país y tener una mejor posibilidad de la que por ahí tenía en Argentina. “Si me vuelven a contactar, les voy a decir que sí”. me dije. Al otro día me llamaron. Una casualidad enorme. Tengo una beca que no es completa, pero me banca casi todo y estoy disfrutando mucho.
Ubicada en el estado de Alabama, al sudeste de Estados Unidos, Auburn tiene 60 mil habitantes y su vida gira en torno a la universidad. “Es una ciudad chica, en la que la mayor cantidad de la gente está dentro de la universidad. Me gusta porque es tranquila y no tiene mucho tránsito. A mí, que soy del Interior, eso me relaja. Aunque como 28 mil habitantes somos estudiantes, hay mucho movimiento. Siempre ves gente joven en las calles, más que nada en el centro y en los bares. De miércoles a sábados a la noche, hay fiestas seguro”, dice. -¿Cómo es la gente de allá?
-Muy tranquila y respetuosa. El “por favor” y el “gracias” nunca faltan, lo tienen súper incorporado. Me gustaría contagiarme de ellos. -¿Cuál es el deporte más popular?
-El fútbol americano es el favorito. Tenemos un estadio para 80 mil personas y cuando juega el equipo de la universidad, se llena. Viene gente de todos lados y la ciudad es un caos. Se complica el tránsito y no se puede andar en auto, pero es una fiesta. Es muy lindo.
-¿Te costó adaptarte a la forma de vida y a las costumbres de Estados Unidos?
-El tema de los horarios de las comidas fue complicado, porque se cena muy temprano, a eso de las cinco de la tarde, pero yo no me acuesto temprano. Así que antes de dormirme como de nuevo. Al principio eso me preocupaba, pero me acostumbré. Igual no me costó mucho acomodarme a esa vida. Llegué en enero y hasta mayo viví en el campus con un chico de Suecia, que forma parte del equipo de natación. Los dos éramos nuevos, nos fuimos ayudando y nos hicimos amigos. Así que no la pasé mal en ningún momento. Al contrario, la pasé genial. Ahora estoy viviendo en una casa con un nadador de Guatemala y otro de Estados Unidos. Por suerte pude hacer muchas amistades.
-¿El tema del idioma hizo el cambio más difícil? -Me costó al principio y hasta hoy me cuesta en algunas cosas, pero estudié demasiado antes de ir. Nunca fue un impedimento. -¿La dieta es muy diferente?
-Ese es un tema. A ellos les gusta muchísimo la comida mexicana y a mí realmente no. A veces me invitan a ir a comer a algún lugar mexicano y yo prefiero quedarme en mi casa. Cocino mucho, tengo mi parrilla y cuando puedo hago algún asado. Mi problema es la carne, porque los cortes son diferentes. Pero siempre les hablo a mis amigos de la carne argentina. Cada tanto trato de hacerles asado, pollo con salsa de champignones, milanesas... Cosas que me hacen acordar a mi país. Así que me tienen como alguien a quien le encanta cocinar y comer. -Más allá de los afectos, ¿qué extrañás?
-Un buen asado con mis amigos, pero no sólo por la comida. En Argentina, uno se junta a comer y llega dos horas antes para charlar, picar y tomar algo. Y después se extiende mucho la sobremesa. En Estados Unidos es más seco. Te juntás, comés y te vas. No existe todo eso que tenemos acá. Y eso se extraña mucho.
En Auburn, Grassi reparte sus días entre entrenamientos y clases. Estudia Negocios y de lunes a viernes cumple rigurosamente una rutina que arranca a las 5 y termina cerca de las 21.30. ¿Tiempo libre? “Sobre todo los fines de semana”, dice el santafesino.
“Por ahí los martes vamos al cine o salimos a comer los viernes. Y los fines de semana descanso mucho y ordeno mi habitación y la casa. Me junto con mis amigos, cocino algo o salgo a pasear. Pero no tengo auto, así que voy hasta donde puedo con la bicicleta”, cuenta. -¿Te llevás bien con el estudio?
-Fue toda una adaptación. Terminé la secundaria en 2014 y aunque aprobaba todo, no era un chico que se la pasaba estudiando. Me había anotado para Administración de Empresas, pero no cursé ninguna materia porque llegaron los Juegos Panamericanos de Toronto. El tema de sentarme a estudiar me costó, pero más antes de empezar la universidad. Porque para entrar me pedían que aprobara dos exámenes y para eso tuve que dedicarme horas y horas. -¿El programa en el que estás contempla que puedas estudiar y entrenarte sin problemas? -Está todo hecho y organizado para que si estudiás lo que tenés que estudiar, nada descomunal, y ponés empeño, lo puedas lograr. Hasta ahora aprobé todos los exámenes con buenas notas. Y la verdad es que me gusta estar haciendo algo que es para el futuro. En el primer semestre, iba a algunas clases y no entendía nada, pero decía: “Por lo menos estoy acá, estudiando con ganas” y me ponía contento por esas cosas. -¿Fue grande el cambio en lo deportivo?
-Los entrenamientos son muy distintos. Primero porque somos muchos nadadores en el equi- po. A veces lo que hacés es lo mismo, pero se siente diferente porque estás con un equipo en el que todos se entrenan para ser los mejores del mundo. Ese es el cambio más grande. Además, se nada en piletas de 25 yardas (22,8 metros) y eso también fue una adaptación.
Para Grassi, este fue un año de transición. Sin embargo, él siente que ya hizo una evolución en lo físico y en lo mental. “El estado físico que tengo ahora no lo había tenido nunca por el tipo de trabajo que hacemos afuera y adentro del agua. Hay muchos entrenamientos que nunca había hecho. Por ejemplo, se entrena mucho el subacuático y nos hacen nadar debajo del agua muchos metros, con muchas repeticiones. Al principio estaba un tiempo sumergido, entraba en pánico y quería salir enseguida porque no estaba acostumbrado. Pero a la larga eso te cambia y te fortalece mentalmente”, reflexiona. -Entonces el año que se va te deja un balance muy positivo...
-Sí, totalmente. Sigo en un proceso de aprendizaje. Todavía no pude lograr la evolución que quisiera, pero sé que con los entrenamientos voy a seguir mejorando. Y tengo grandes expectativas para el segundo semestre, que es de enero a mayo del año que viene y en el que tenemos torneos muy importantes. Fue un año hermoso y diferente. Y estoy con muchas ganas para lo que se viene. ■