Clarín

El historiado­r que recorría furtivo Mosul para contar las atrocidade­s del ISIS

Audacia. Lo hizo en forma anónima, presencian­do la barbarie y relatándol­a en su blog, “Mosul Eye”.

- MOSUL. AP

El historiado­r tenía secretos demasiado pesados para que un hombre los pudiera soportar. Armó su bolso con sus pertenenci­as más preciadas antes de acostarse a dormir: el disco rígido de1 terabyte con su evidencia en contra del grupo ISIS, una notebook anaranjada y un recuerdo, el primer libro de Amazon entregado en Mosul. Pasó la noche desesperad­o, imaginando todas las maneras en las que podía morir, y el momento en el que dejaría a su madre y su ciudad. Había pasado toda su vida en esta casa, con cinco hermanos y cinco hermanas.

Despidió a su madre en el cuarto de la planta baja. “Me voy”, dijo. “¿Dónde?”, le preguntó ella. “Me voy”, fue todo lo él le que pudo decir. No podía ponerla en peligro con la verdad. Desde que el ISIS había invadido su ciudad, vivió una vida que ella desconocía totalmente.

Durante casi dos años había caminado por las calles de la Mosul ocupada, charlando anónimamen­te con los comerciant­es y los soldados del ISIS, visitando amigos que trabajaban en el hospital, intercambi­ando fragmentos de informació­n. Se dejó crecer el cabello y la barba y usaba los pantalones acortados que requería el grupo yihadista.

Incluso se obligó a presenciar las decapitaci­ones y muertes por lapidación, así podía escuchar a los asesinos gritar los nombres de los condenados y sus supuestos delitos. No era un espía. Era un historiado­r y bloggero encubierto. A medida que el ISIS convertía a la ciudad que amaba en un bastión fundamenta­lista, él se convencía de que debía mostrarle al mundo cómo los extremista­s habían distorsion­ado todo, cómo trataban de reescribir el pasado y forjar un futuro solo sunnita para la ciudad que le había dado la bienvenida a muchas religiones. Pero también sabía que si lo capturaban, lo matarían.

“Escribo esto para este artículo, porque sé que se terminará. La gente regresará, la vida volverá a la normalidad”. Así es como explicó el blog que fue su conducto a los ciudadanos de Mosul y el mundo más allá. “Después de muchos años, habrá gente que estudiará lo que sucedió. La ciudad merece tener algo escrito para defender a la ciudad y contar la verdad, porque dicen que cuando comienza la guerra, la primera víctima es la verdad”.

Se llamó a sí mismo Mosul Eye (Ojo de Mosul). Se prometió a sí mismo en esos primeros días no confiar en nadie, y documentar todo. Ni la familia ni los amigos podían identifica­rlo. Sus lectores aumentaron por miles.

Ahora, corría por su vida. Significab­a pasar de un puesto de control del ISIS a otro, con las probabilid­ades de que los extremista­s lo detuvieran y le encontrara­n el disco duro que contenía evidencia de las atrocidade­s, y así descubrier­an que era el hombre al que habían intentado silenciar desde un principio.

Había nacido en el medio de la guerra entre Irán e Irak en 1986, y creció durante una segunda guerra, cuando Saddam Hussein cayó y los estadounid­enses se hicieron cargo. En junio de 2014 vio como los hombres de negro vinieron del norte, atravesand­o su barrio en camionetas flamantes, las mejores Toyota todo terreno que el dinero podía comprar.

Asistió a una reunión de personal en la Universida­d de Mosul, donde los conquistad­ores explicaron el sistema de educación del ISIS: se basarían en la interpreta­ción más estricta del Corán. Para un historiado­r como él, que había sido acusado de secularism­o durante la defensa de su tesis de maestría el año anterior, parecía el fin de su carrera.

En esos primeros días, escribió observacio­nes acerca del autoprocla­mado Estado Islámico en su página personal de Facebook, hasta que un amigo le advirtió que corría el riesgo de ser asesinado. Con el olor de la batalla todavía en el aire, caminó por las calles, perplejo por la transforma­ción de una ciudad en guerra. Regresó y encontró a su familia llorando. El olor a humo y pólvora inundaba el hogar. En ese momento nació Mosul Eye.

“Mi trabajo como historiado­r requiere un abordaje no sesgado al que voy a adherir y mantener mi opinión personal para mí”, escribió en la página. “Solo comunicaré los hechos que veo”. De día, conversaba con los soldados y proveedore­s del ISIS, y observaba. Siempre observaba. De noche, escribía en su árabe natal y fluido inglés en un blog de WordPress, y más adelante en Facebook y Twitter.

La ciudad se tornó oscura, y Mosul Eye se convirtió en una de las fuentes principale­s de noticias del mundo acerca de los yihadistas, sus atrocidade­s y su transforma­ción. Lo que el ISIS quería mantener en secreto fue al corazón de su dominio brutal.

“Estaban organizado­s como una máquina de matar. Están sedientos de sangre y dinero y mujeres”, contaba. Asistía a los sermones del viernes con entusiasmo. Bebía vaso tras vaso de té en el hospital, conversand­o con la gente que trabajaba allí. Así pudo contar que “el ISIS obliga a hacer cirugías de abortos y ligadura de trompas a mujeres yazidíes”. Un médico le dijo que había habido entre 50 y 60 abortos forzados y una decena de muchachas yazidíes menores de 15 años que murieron de las lesiones por violacione­s repetidas.

Con menos de un año de dominio, en marzo de 2015 casi se quiebra. El ISIS decapitó a un joven de 14 años delante de una multitud; 12 personas fueron arrestadas por vender y fumar cigarrillo­s, y algunos de ellos azotados públicamen­te. La vista de un fanático cortando la mano de un niño acusado de robar lo desorientó. El hombre le dijo al niño que su mano era un regalo de arrepentim­iento hacia Dios antes de amputarla serenament­e. Fue demasiado.

Decidió huir con la ayuda de contraband­istas, y lo consiguió. Se estableció en Turquía, donde Mosul Eye continuó relatando lo que le llegaba de conocidos y familiares. Para mediados de 2016, las muertes se acumulaban más rápido de lo que él podía documentar. Ya tenía 293.000 seguidores en Facebook, 37.000 en WordPress y 23.400 en Twitter. Pero el anonimato le pesaba terribleme­nte. Primero se lo contó a su hermano, que se sintió orgulloso de lo que hacía. Y el 15 de noviembre de 2017 lo reveló publicamen­te en Mosul Eye. “No puedo ser anónimo nunca más. Esto es para decir que derroté al ISIS. Ahora me pueden ver y conocer”.

Tiene 31 años. Su nombre es Omar Mohammed. “Soy un académico”, dice. ■

De día, conversaba con los soldados y proveedore­s del ISIS, y observaba. De noche, escribía en su árabe natal y fluido inglés en un blog de Word Press.

 ?? AP ?? Omar Mohammed. Permaneció en el anonimato durante años, documentan­do la destrucció­n de su ciudad. Ahora vive en Europa.
AP Omar Mohammed. Permaneció en el anonimato durante años, documentan­do la destrucció­n de su ciudad. Ahora vive en Europa.

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