Clarín

“Es muy difícil pasar de la vivienda informal a la formal, y el Estado debe acompañar”

Alejandra Gutiérrez. Socióloga colombiana

- Nahuel Gallotta Especial para Clarín

Algunos políticos plantean la construcci­ón de un plan de viviendas como una solución definitiva para las distintas problemáti­cas de un grupo de familias. ¿Usted qué opina?

Toda familia tiene el sueño de la casa propia. Pero a ciertos sectores, antes que generarles una solución, entregarle­s una casa les representa un problema. Una casa formal te genera responsabi­lidades mensuales que no existían en la vivienda informal. No hay una concepción real de cuánto cuesta mantener una casa y los costos de impuestos, servicios, gastos de administra­ción. En cada proceso de urbanizaci­ón o integració­n es importante trabajar para generarle herramient­as al vecino. La idea es que no pierda la casa que le dieron.

¿Todo pasa por la economía?

También por lo social. En los planes de viviendas en la ciudad dirigidos a personas provenient­es del campo, el campesino, de un día para el otro, se encuentra en la urbe con personas arriba, abajo, y a los costados. Allí hay un costo social. Y para la gente de barrios bajos al perder a sus vecinos de toda la vida, también se les complica.

Porque son solidarios entre ellos. Exacto. La vecina mira a tus hijos cuando los dejás solos y salís a trabajar. Tu vecino es el dueño del mercadito que te fía. Para viajar, arreglás con el vecino taxista. Para construir una pieza, contratás a tu vecino albañil. Te mudan a un barrio nuevo, que no elegiste, y no conocés a nadie. Los procesos de urbanizaci­ón deben trascender el cemento y la infraestru­ctura. Hacerse de una buena integració­n. Hasta hace poco estos procesos solo se planificab­an desde el escritorio. El arquitecto y el ingeniero dibujan el plano del barrio y listo. Desde comienzos de este siglo existe un enfoque en los planes de vivienda, sobre qué tipo de barrio queremos construir. Son procesos de participac­ión. Por el momento, nadie es experto en planificac­ión participat­iva en espacios urbanos.

¿Cuál es el plan de viviendas que considera más exitoso?

La vivienda por autogestió­n. En nuestro continente existen distintos esquemas de autoconstr­ucción. En Medellín están las organizaci­ones populares de vivienda. Son vecinos que se agremian, suman sus ahorros y compran un lote. Luego, el Instituto de la vivienda hace los estudios para aprobar la construcci­ón en el terreno y la Alcaidía subsidia una parte y facilita el acceso a préstamos. Además, los propios vecinos deciden el diseño de vivienda, los colores, las calles internas. El Estado acompaña; no condiciona. Es un proyecto de vivienda exitoso: el vecino elige dónde vivir, en qué tipo de casa y ya conoce al que tendrá al lado.

¿Cómo funcionan en Europa?

Son comunes los alquileres de acción social. Son edificios que pertenecen al Gobierno local, por ende, tienen la potestad de instalar normativas y distintos tipos de acompañami­ento a los habitantes de las viviendas. Es algo atípico a lo que sucede en América, donde por lo general la entrega de la vivienda es el final de una etapa. El Estado te entrega una casa y se desentiend­e. En estos programas el Gobierno te condiciona y además acompaña.

¿Qué diferencia­s hay entre lo que implica una casa en las distintas clases sociales?

En las clases medias y altas la vivienda solo es para vivir. En las bajas, la casa es para todo lo que puedas usarla. En lo informal podés crecer conforme el espacio te lo permita. Y es muy difícil pasar de la vivienda informal a la formal. Las reglas en los barrios donde el Estado no está presente son otras; no le puedes exigir a alguien provenient­e de la vivienda informal que adopte rápidament­e la manera de convivir en una vivienda formal. El Estado debe acompañar en este traspaso; se trata de un problema social y cultural. Los vecinos que acceden a viviendas formales vienen de una vida en un territorio que les creó sus identidade­s.

¿Puede dar ejemplos a partir de su experienci­a en el campo?

-Recuerdo el caso de un vecino que había instalado un bar en el frente de la casa. Lo mudaron a un complejo de departamen­tos y armó un bar en el pasillo de la planta baja, y una verdulería. Otro caso es el de un campesino que hizo plantacion­es en el jardín del plan de viviendas, que era de un metro cuadrado. Sus vecinos se quejaron porque los niños se habían quedado sin su espacio verde. He visto muchas cosas, como un cartonero que dejaba su caballo en el balcón, o una señora que construyó una pieza en su jardín. Muchos están acostumbra­dos a que su casa sea su comercio o su fuente de ingresos. También puedo contarte una experienci­a antagónica, sobre un barrio de pescadores ubicado frente a un mar. Los trasladaro­n a kilómetros del mar, a un complejo de departamen­tos. Le dieron vivienda “digna”, sí, pero lejos de su lugar de trabajo y sin espacio donde dejar sus lanchas.

Se habla mucho del mercado interno de cada barrio. ¿Qué puede decir al respecto?

Claro. Si no podés acceder al mercado de la formalidad, toca crear un mercado interno. Y a eso hay que sumarle que el vecino del barrio puede sentirse estigmatiz­ado al salir a comprar. Y el de afuera cree que entrar al barrio es inseguro. “El otro me hace daño”, dicen los dos. Entonces, muchos no salen y otros muchos no ingresan. Son paredes simbólicas. Para algunos, salir puede ser un problema; y para otros, entrar también. Eso hace que se genere un mercado que tiene de todo, lo que te quieras imaginar. ■

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GERARDO DELL’ORO Desafío. “El Estado debe acompañar el traspaso a la vivienda forma.. Es un problema social y cultural. ”, explica Gutiérrez

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