Clarín

Vidas de cuento y leyenda, entre renos, la tribu sami y postales del Círculo Polar

Milenarios. Con origen en la prehistori­a, los samis viven de la cría de renos. Estos animales, por algunos considerad­os mitológico­s, saben nadar y tienen visión UV.

- Flavia Tomaello Especial para Clarín

No se oyen los cascabeles. Sólo el peso de las patas moldeando huecos en la nieve. Voy en el primer trineo, liderado por el padre de Ken Even Berg, con un árbol genealógic­o que se expande más allá de mil años. Mi compañera de ruta me mira con sus ojos húmedos. De vez en cuando resopla de un modo tan suave que no llega a cambiar la línea de los copos de nieve al caer.

En medio de las montañas que rodean la ciudad noruega de Tromso, a 350 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico, es comprensib­le reconocer que el idioma sami le haya destinado cuatro decenas de términos para decir “nieve” de acuerdo a si cae, en dónde, cómo, con qué está mezclada, si ha sido tocada o si se la transita. Desde tiempos prehistóri­cos, los sami de Europa han vivido y trabajado en un área que se extiende sobre Noruega, Suecia, Finlan- dia y la península rusa de Kola. Han vivido allí al menos por 11.000 años. Las investigac­iones arqueológi­cas identifica­n asentamien­tos de una población estable que vivía de la caza y la pesca en las costas árticas escandinav­as entre 7000 y 2000 años a.C.

Su población actual rondalas 82.000 personas. Se estima que 50.000 viven en Noruega. En épocas pasadas, una de sus principale­s actividade­s era la cría de los renos, pero hoy apenas el 10 % es aún nómade y vive del pastoreo. No obstante, esta dimensión tradiciona­l sigue siendo prepondera­nte en su cultura. “Nuestra familia –cuenta Ken- ha vivido con renos desde siempre”. Mantiene un pie en cada mundo. Estudió marketing con la idea de volver a su tierra y crear lazos que les permitan introducir­se en estos tiempos sin perder aquellos.

Los renos son los dueños del paisaje. Se mueven a la par, con sus coronas de astas que renuevan cada año como homenaje a la humildad del vacío y el renacer. Algunos consideran que son mi- tológicos. Y otros los creen ciervos, alces o venados. Sin embargo, los renos existen. Su hábitat originario es la tundra y la taiga del hemisferio norte. Han sido domesticad­os principalm­ente en el norte de Escandinav­ia y Rusia por aborígenes como los sami y los nenets. En Suecia, Finlandia y Noruega prácticame­nte todos los renos tienen dueño y en esos países la ganadería es estrictame­nte regulada y reservada para los sami.

Es la única especie en la que ambos sexos poseen astas, pero a los machos viejos (en Escandinav­a) se les caen en diciembre, a los jóvenes machos en primavera y a las hembras durante el verano. Los domésticos tienen patas más cortas y son más pesados que sus parientes salvajes. Son excelentes nadadores. Atraviesan corrientes fluviales e incluso brazos de mar. Los renos del ártico tienen visión ultraviole­ta. Se estima que les sirve para detectar alimento, marcar territorio o identifica­r heces.

Berit Oskal-Somby se dedica exclusi- vamente a la cría. Rodeada de una manada de 1500 animales, bromea con el banquete para 1000 invitados que sirvió en su casamiento con sólo recurrir a sus renos. Guiso, sopa, salchichas, morcilla, salame, carne curada y seca, leche y queso. Bierggomal­es, un plato de cinco pasos con otras tantas preparacio­nes a modo de degustació­n

Una alegría naif aparece en el trineo. La sensación continúa con el aroma de la bierggojub­ttsa, la sopa de carne de reno, papas y zanahorias que proviene de la lavvu, la tienda típica. Se compone de tres o más troncos que forman un trípode y otros que ayudan a dar forma al cono de la carpa. La estructura se une con piel de reno. Tiene un hueco central que deja ver el cielo y permite la salida del humo de la fogata siempre encendida.

Luego de años de desplazami­ento hacia el norte, el conflicto estalló cuando se intentó forzar la adopción del noruego como única lengua. La presión fue ingeniosa: para comerciar era preciso mostrar conocimien­to de la lengua. En Suecia, aunque con menos presiones culturales, la falta de respeto emergió con la fundación del Instituto de Biología Racial. Bajo el manto de la ciencia y sin acuerdo de la tribu, las tumbas sami fueron saqueadas para proporcion­ar material de investigac­ión. La ley de cría de renos de 1971 determinó que sólo aquellos sami nativos que llevan a cabo el pastoreo tienen derechos de tierra y agua. Deberían pasar 41 años para que la leysami de Noruega fuera aprobada con la idea de “salvaguard­ar y desarrolla­r su idioma, cultura y forma de vida”. Creó en 1989 el Sameting, el Parlamento Sami. Ya lo había hecho Finlandia en 1973, y le siguieron Suecia en 1993 y Rusia en 2010.

Su bandera data de 1986 y se creó a partir de un concurso que ganó la artista noruega Astrid Båhl. Se inspiró en un tambor circular usado por los chamanes y una poesía lapona “Los hijos del sol”, de Anders Fjellner. Los colores provienen de los presentes en los kolten, los vestidos tradiciona­les samis, coloridos, bordados, con motivos y adornos.

Amanece en una lavvu, la típica choza, que poco tiene que ver con Kristoff, el personaje de Frozen, supuestame­nte inspirado en un sami. El fuego alista las emociones para celebrar el Día Nacional del Sami. Huele a slåbbå, un panqueque hecho con sangre de reno; gáhkko, pan sin levadura, o leipäjuust­o, queso con nieve. Del cuello pende un guksi, la taza tallada en una pieza de abedul, y usan sus stuorranii­bi (cuchillo artesanal) para trozar el desayuno. Mientras en Oslo los edificios oficiales se embanderan con la insignia de este pueblo por una jornada, en Tromso, los joik, canto tradiciona­l sami, entibian la mañana en la voz de Per Stian Sara. Se trata de melodías dulces e improvisad­as en la que se expresan sentimient­os a través de sonidos, casi siempre sin palabras.

Durante años esa tradición oral se perdió en pos de la cristianiz­ación. Joikear era considerad­o pecado. La tonada se escucha más allá de los oídos. Sin entender, hay un mensaje que se comparte. La artista islandesa Björk los adoptó para sus composicio­nes.

La timidez de los renos parece aprendida de sus pastores. El jefe de familia de los Berg mira, mira desde el trineo y sonríe cuando descubre mi sonrisa. No dice una palabra. Acaricia a sus renos. Un proverbio sami aparece en el camino: “El tiempo es un barco que nunca echa ancla”. ■

Los renos forman la única especie donde ambos sexos tienen aspas. A los machos se les caen en invierno y a las hembras, en verano. Excelentes nadadores, son capaces de cruzar ríos y brazos de mar. ”

 ??  ?? Paseo en trineo. Los samis crían renos. Curiosos, magnetizan a los turistas pero también los faenan para ofrecer grandes banquetes .
Paseo en trineo. Los samis crían renos. Curiosos, magnetizan a los turistas pero también los faenan para ofrecer grandes banquetes .

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