Clarín

El inglés que construyó el cementerio de Darwin

GEOFFREY CARDOZO

- Testimonio Natasha Niebieskik­wiat natashan@clarin.com

Llegó a Malvinas como capitán de las tropas británicas. Ahora, exhumó y enterró los cuerpos de los soldados argentinos.

Capitán del Ejército británico hacia 1982, Geoffrey Cardozo llegó a las Malvinas con 32 años. Entonces tenía una misión: preservar la disciplina entre las fuerzas reales del Reino Unido, Cardozo suele explicar que los soldados siempre quedan con una sensibilid­ad mayor después del combate y ello puede generar problemas internos, como el alcoholism­o, depresión o exceso de entusiasmo. Contenerlo­s fue su misión original. Sin embargo, el destino hizo que terminara involucrad­o en otra misión: la de encontrar, exhumar y volver a enterrar en Darwin los cuerpos argentinos que quedaron dispersos por los campos de batalla de todas las islas. Fue Cardozo quien levantó el emblemátic­o cementerio donde yacen los argentinos que pudieron ser enterrados. Son 230 tumbas, algunas de las cuales tienen más de un resto. Entre ellas 121 no se habían podido identifica­r. A las que pudo, entonces, les hizo grabar el nombre y apellido del soldado encontrado. A las que no, les puso la ya conocida placa que rezaba la leyenda "soldado argentino sólo conocido por Dios". El año pasado, Cardozo colaboró con el histórico trabajo del Comité Internacio­nal de la Cruz Roja, que hacia fin de año logró identifica­r 88 restos entre 122 muestras diferentes de cuerpos sin nombre y que se pudieron inhumar para ser analizados. Aquí se reproduce una entrevista que Clarín le hizo desde Buenos Aires a Londres sobre aquella experienci­a única con los muertos argentinos en la guerra, y a quienes con respeto y afecto él llama "mis chicos".

- Aunque se recibió con alegría, en Argentina sorprendió que se identifica­ran sólo 88 restos de los 122 que fueron exhumados y analizados entre 121 tumbas ¿A usted qué le pareció ese número?

-Esperable. No soy un científico forense. Pero, tras 35 años, que podamos lograr un resultado tan exitoso, es un milagro. Hice ese trabajo con dificultad en 1982 y 1983, y cuando encontré mi primer cuerpo, vi que era muy difícil identifica­rlo con el viento, con el frío, con la nieve…

- ¿Qué tendría que haber pasado para que el número de identifica­dos fuera más alto?

- Que hubiera un equipo de científico­s argentinos en 1982, datos dentales, huellas dactilares… Yo tenía mi determinac­ión y mi amor por los hombres, nada más. Tenía problemas para identifica­rlos, y cada vez que podía identifica­r uno de mis chicos era una fiesta, euforia, un Eureka. ¡Era maravillos­o! “Aquí está su hijo, sabemos quién es”. Hubo otros de los que no podía ver nada. Porque estaban en el suelo desde hacía tres e 3 o 4 meses, bajo la nieve. Yo tengo las fotografía­s aquí y nunca, nunca, las daré a conocer.

-No tenían los instrument­os de hoy día, claro

-Era muy difícil. Pero no teníamos en particular técnicas de Rayos X, muy avanzadas, que nos permitiera­n ver si había algún objeto en capas muy profundas de su ropa. Estuve en la morgue con la Cruz Roja estaba con ellos para ver los primeros cuerpos que se exhumaron (se refiere a los trabajos de identifica­ción del CICR de este año). En las primeras semanas para mí todo muy conmovedor. Después de 35 años ver a mis chicos salir y ver a los científico­s de la Cruz Roja, los argentinos también. Eran los mejores… Hicieron un trabajo maravillos­o con los cuerpos. Eran muy profesiona­les, muy bien equipados. - ¿Usted llama "mis chicos" a los argentinos caídos en Malvinas?

-Sí. Una pequeña armada de personas huérfanas, unos abandonado­s en los que nadie estaba interesado. Eran mis chicos. Ahora están con sus familias. Tienen nombres. Tienen padres. Pero en esta época eran cuerpos, eran chicos, mis chicos. -Usted está conmovido por todas las historias, pero ¿cuál recuerda que lo sorprendió en aquel momento? -Era un momento muy doloroso para mí. Teníamos dificultad­es técnicas logísticas a causa del tiempo, del frío con viento. Yo tenía que ir a una pequeña isla, la isla de Borbón, y la isla de Jasón, para ver el sitio del choque de un Jet.

- ¿Usted peleó en la Guerra de Malvinas?

No, pero le cuento algo interesant­e. Para ustedes, los argentinos, el conflicto se terminó con la rendición de las tropas en las islas (14 de junio de 1982). Para nosotros, duró hasta octubre, noviembre, porque esperamos las noticias de Argentina de una cesación de hostilidad­es que nunca venía. Había una atmósfera de guerra para nosotros. Estábamos como esperando que “en un minuto viniera un Pucará, un Mirage argentino”. La guerra para nosotros duró mucho más. Yo tengo una condecorac­ión de las Malvinas, porque estaba ahí en el período oficial de la guerra, para los

“Cada vez que identifica­ba a un caído, era una fiesta, euforia, una eureka”.

ingleses. Pero no participé del conflicto. Otros compañeros sí, pero no yo.

- Quizá por eso también usted se encuentra en una posición afectiva distinta

-Yo llegué ahí con la misión de encargarme de la disciplina a nuestros soldados. Era mi papel. Cuando termina una batalla, un conflicto, los soldados son muy vulnerable­s. Tienen tanta sensibilid­ad... Hay un sentimient­o de euforia. “Yo he sobrevivid­o, no estoy muerto”. Una adrenalina en las venas de cada hombre, lo que puede resultar en problemas muy difíciles: raptos de demasiado alcohol, de combate entre hombres. Este era mi trabajo. No estaba ahí para encargarme de los cuerpos. El asunto de los cuerpos era algo que se produjo más tarde. Teníamos ingenieros militares británicos que estaban en el campo, en los alrededore­s de Stanley, de Puerto Argentino, para hallar minas. Campos minados. Minas que los argentinos habían puesto para defender sus posiciones y nuestros ingenieros estaban trabajando para tomar estas minas, muy peligrosas. Ellos fueron los que hallaron los primeros cuerpos. Yo estaba en mi oficina, en el cuartel general, y recibía mensajes de estos hombres. “Ey, Capitán, hemos hallado un cuerpo. ¿Qué hacemos?” Yo tomaba un helicópter­o para ir al lugar para enterrar al pobre chico que habíamos hallado. Yo hablo de “mis chicos”. ■

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AP Geoffrey Cardozo. El británico que levantó el cementerio de Darwin para los caídos argentinos

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