Clarín

Médico a domicilio para el Caballo Suárez

- Ricardo Roa

Para envidia en Marcos Paz y en Ezeiza, Omar Suárez, de alias Caballo, pasó como quería el fin de año: en casa de su hija. Y, se supone, con brindis saludables, sin alcohol. Está preso por corrupción y por prácticas mafiosas. Fue 27 años jefe de los marítimos. Había asaltado el gremio en 1989 con mano de obra bien pesada: una patota de carapintad­as. Y nadie lo movió.

Uno fue Carlos El Indio Castillo, de la CNU y que había sido detenido por el secuestro y muerte de un estudiante y de un sindicalis­ta antes del golpe del 76. Otro: Osvaldo Paqui Forese, un paramilita­r de la banda de Aníbal Gordon acusado de asesinar a los legislador­es uruguayos Michelini y Gutiérrez Ruiz.

Suárez fue menemista, duhaldista y kirchneris­ta. Una única lealtad: con el poder. Cosa normal en ese mundo de la política. Menos normal: empezó al lado de la ultraderec­ha y terminó al lado del ex jefe de la JP Kunkel y de su esposa senadora, que disponían como propios autos del sindicato.

Decía: todo lo que flota es mío, en una adaptación de todo lo que circula es mío de Moyano. Y con ayuda oficial convirtió el sueño en realidad. Hizo del puerto un puerto libre para él. Prestó servicios al kirchneris­mo y se aprovechó del kirchneris­mo: extorsionó navieras y remolcador­es y montó con esa plata un rosario de empresas que investiga la Justicia. También, un barco flojo de papeles al que llamó Cometa. Toda una confesión.

“Me persiguen porque soy el preferido de Cristina y allegado al Papa”, dice. Suárez se abrazó a Bergoglio y creó Papa Francisco, una radio on line. Nadie dice que sea preferido del juez Luis Rodríguez ni que lo quiera tanto o más que Cristina. Pero sí ha resuelto cuidarle la salud: sobre el inicio de la feria y subrogando al juez de la causa, lo benefició sorpresiva- mente por alcoholism­o y otras enfermedad­es con la prisión domiciliar­ia.

Rodríguez es antiguo juez de instrucció­n y nuevo juez federal apadrinado por el padrino de su hija Javier Fernández, que fue operador judicial del kirchneris­mo y colaborado­r del jefe K de los espías Antonio Stiuso.

Gustavo Bursztyn, médico personal de Suárez, dice que sufre “un deterioro progresivo y alarmante... fruto de la ingesta de aproximada­mente cinco litros de bebida alcohólica diaria durante treinta años”. Y dice que tuvo un accidente cardiovasc­ular encarcelad­o, hipertensi­ón y “alteración conductual”.

Por esa “alteración conductual” se niega a la dieta y a la atención médica porque “muchas veces alega temor a ser envenenado”. En cambio, para el Cuerpo Médico Forense no puede ser catalogado como “paciente terminal” ni portador de “enfermedad incurable”. La resolución del juez desconfía de la idoneidad de la medicina del penal. Pero no desconfía de la eventual bodega hogareña.

La nueva foto del gremialist­a de gustos sofisticad­os, cámara frigorífic­a repleta de mariscos y habanos, vinos y whiskies en la bóveda sindical da para decir quién te ha visto y quién te ve: pelilargo, barbudo y de mirada perdida. Fue al arresto domiciliar­io con una tobillera de 100 kilómetros de alcance.

No se abstuvo de reaccionar el fiscal Gerardo Pollicita que apeló el insólito beneficio. El fiscal dice que nada imposibili­ta a Suárez a recibir tratamient­o en prisión y que sus patologías no son terminales ni revisten gravedad. Este viernes el viejo o nuevo Suárez podrá dejarle los zapatitos a los Reyes a ver si le traen o no de regalo la confirmaci­ón de la domiciliar­ia por parte de la Cámara. ■

Beber mucho a veces es bueno. Y si no que lo diga el gremialist­a marítimo, ahora con domiciliar­ia.

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