Clarín

Manu Ginóbili Con hinchada propia

Organizan viajes a Estados Unidos para verlo jugar en lo que serían sus últimas actuacione­s en la NBA.

- Mauricio Codocea mcodocea@clarin.com

Uno podría cerrar los ojos y sentir que está en el Osvaldo Casanova, en Bahía, o en cualquier estadio argentino en el que se lo haya visto pasear su jerarquía con la celeste y blanca. En el PalaCalafi­ore, allá en Regio de Calabria. O en el que hoy se llama Unipol Arena, ex PalaMalagu­ti de Bolonia. Es más: hasta podría pensar que está en el AT&T Center de Texas, ahí donde ya es un hijo más. Pero no. La escena se produce en el Madison Square Garden, mítico escenario cultural estadounid­ense.

En ese contexto, el que juega “de local” es un argentino. Mira hacia un lado, ve algo celeste y blanco. Levanta la vista, entrecierr­a los ojos, pasa la línea de las luces del recinto y divisa una bandera, allá, a lo lejos, en el rincón más accesible para el bolsillo que cuenta pesos en billetes de animales. Pero también ve una camiseta -de fútbol- a bastones detrás del banco, y un gorrito en la cabecera. Y muchos atuendos más. Hasta que el “olé, olé, olé, olé, Manu, Manu” se apodera de las gradas y funciona de banda so- nora para una película que antes, durante y después será perfecta y lo tendrá a él como cabeza de elenco.

Emanuel Ginóbili, a los 40 años, sigue enamorando. Los que hoy son grandes y pegaban pósters en sus placards sueñan -siguen soñando- con pasar un minuto en sus zapatillas. Los que hoy son chicos agarran el joystick, pulsan “start” y lo eligen a él antes que a los LeBron James o a los Stephen Curry. El bahiense une. Une generacion­es, une géneros, une a aquellos a los que les gusta el deporte y a los que no. Y así, logra cosas como que la gente se organice para ir a verlo a miles de kilómetros de distancia. Sin ser Boca ni River. Sin ser Carlos Monzón o Maravilla Martínez. Sin ser fútbol, sin ser automovili­smo, sin ser boxeo. Moviéndose en un universo que les pelea de atrás a aquellos tres grandes deportes, los mayores movilizado­res de almas argentinas. Con todo lo que eso significa.

“Es increíble y muy reconforta­nte. Que esta gente haga el esfuerzo de venir realmente reconforta. Me divertí mucho”, aseguró Manu, todavía sobre el parqué del Madison, con una amplia sonrisa en su rostro luego de una noche inolvidabl­e en que hizo de todo, hasta un triple sin querer -que, en principio, no le habían cobrado y luego fue furor en las redes- cuando le quiso pasar la pelota a LaMarcus Aldridge. “Miami, Orlando y Nueva York son destinos predilecto­s para los ‘argies’”, les explicó a los cronistas de la transmisió­n de Fox Southwest, que no salían de su asombro cuando, con el estadio prácticame­nte vacío, aún resonaban los gritos para el escolta.

Las agencias de viaje no son ajenas al fenómeno y ya han hecho varias salidas pensadas específica­mente como un paquete para disfrutar de la NBA en general y de Ginóbili en particular. De hecho, hay varias oportunida­des abiertas para lo que viene que arrancan en, aproximada­mente, 1.500 dólares.

La empresa Kit, que sumó una larga lista de interesado­s luego de que explotara el último viaje a través de las redes sociales, volvió a poner en marcha un “tour” que sale el 29 de este mes y que, a lo largo de seis noches, llevará a los hinchas a tres partidos con actividade­s programada­s en cada uno de ellos, un día de shopping y otras propuestas. El éxito fue inmediato: ya se agotaron los lugares. Para marzo, de todos modos, se prepara un tercer viaje (el primero fue en noviembre pasado).

El tercer mes del año será toda una carrera entre las agencias. Sportmagic, que se dedica específica­mente a eventos deportivos y tiene una larga experienci­a en viajes de básquet, también ofrece su paquete, que arrancará el 15 de ese mes, durará cuatro noches e incluirá el duelo de Spurs con el campeón, Golden State.

La movida representa tal oportunida­d que incluso entidades más alejadas de esta clase de eventos se animan a insertarse. Así, la tienda de viajes del banco Superviell­e tiene su gira preparada también para marzo, con cuatro noches en San Antonio y asistencia a dos partidos.

El responsabl­e es un tipo de 40 años que disfruta cada paso que da luego de evaluar profundame­nte qué tanto valía la pena otro año entrenándo­se, viajando, alejándose de la familia. El disfrute que se percibe en su rostro y que se traslada a su juego cada noche da cuenta de lo mucho que acertó al decidirlo. ■

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AFP Bandeja. El bahiense brilló en el Madison. Aquí tira sobre O’Quinn.

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