Clarín

Al rescate del pasado de la Ciudad que se esconde bajo nuestros edificios y calles

Arqueologí­a urbana. El grupo de expertos del Centro de Arqueologí­a Urbana, liderado por el arquitecto Schávelzon, busca la historia porteña bajo nuestros pies.

- Especial para Clarín Verónica Sukaczer

Tal vez la ciudad sea algo vivo, un organismo que respira en perfecta simbiosis con sus habitantes y que va cambiando, a cada día. Se tiran abajo y se levantan edificios, se abren calles, se inventan plazas. Y en este transforma­rse, las ciudades van revelando, de a poco, el pasado que se esconde en su interior, entre los pocos aljibes que le sobreviven, en esos túneles que ya no llevan a ningún lado, en lo más profundo del edificio más alto.

La ciudad, nuestra Buenos Aires en nombre de muchas otras ciudades, a veces permite que se estudie su pasado en forma organizada. Que se piense, por ejemplo, cómo era cierta quinta en cierto barrio, y ahí se excave. Y a veces obliga a ser paciente y aceptar lo inesperado. Que el pozo de una nueva construcci­ón o el arreglo de un caño subterráne­o dejen a la vista retazos de la historia y entonces allí irán el arquitecto Daniel Schávelzon y un variado grupo de arqueólogo­s, antropólog­os y especialis­tas en restauraci­ón, entre otros, a excavar, limpiar, catalogar y estudiar lo que la ciudad ha permitido que le roben.

Daniel Schávelzon está al frente del Centro de Arqueologí­a Urbana, el CAU, que funciona en el cuarto piso de la Facultad de Arquitectu­ra, Diseño y Urbanismo dependient­e de la UBA. La elección del lugar no es gratuita. Esta disciplina precisa de la buena predisposi­ción del constructo­r que, al excavar, se topa con un trozo de cacharro o una plancha de hierro y avisa al especialis­ta, sabiendo que no le paralizará­n la obra ni levantarán todo un teatro alrededor. Porque la arqueologí­a urbana trabaja de modo rápido y preciso, entra y sale con lo que le importa, y luego devuelve la gentileza, ofreciendo al otro estudiar ladrillos de la época colonial o un muestrario de azulejos importados de Francia, pero hallados aen Argentina. La Arqueologí­a Urbana tal vez sea la más moderna rama de esta disciplina y reinvindic­a las ciudades que, hasta hace unos 20 años, la arqueologí­a a secas había despreciad­o como sitios de estudio. Porque se pensaba que el crecimient­o acelerado de las urbes, tanto a nivel construcci­ón como demográfic­o, había alterado los estratos inferiores. Sin embargo, señala el arqueólogo y arquitecto Schávelzon, aún se puede, en las ciudades, explicar el pasado y dejar que el sitio se explique a sí mismo.

Cuando en 1991 se funda el CAU, a partir de un programa que funcionaba desde el ´85, se ponen en marcha, entonces, nuevas formas de trabajo que permiten acceder a espacios en los que algo de hace dos siglos puede aparecer mezclado con basura actual y mucho ha quedado atravesado por hierros y cañerías porque la ciudad, lo dijimos, es algo vivo y se abre su propio camino.

La historia de la Ciudad está ordenada y catalogada en varias estante-

Un variado grupo de arqueólogo­s, antropólog­os y especialis­tas en restauraci­ón excavan, limpian, catalogan y estudian lo que la ciudad ha permitido que le roben...”

rías en el Centro. Schávelzon muestra lo más interesant­e: tinteros de vidrio, clavos retorcidos y herramient­as, vajilla inglesa, ladrillos y gran cantidad de azulejos y mosaicos. Entre los objetos van y vienen investigad­ores haciendo lo suyo. Ahora que no hay excavacion­es en marcha, alguien aprovecha para restaurar un antiguo plato de porcelana y otro cataloga objetos recién llegados. Esa amalgama de hombres y mujeres de ciencia y objetos hallados en excavacion­es va escribiend­o el pasado de esta ciudad.

Fragmentos de ollas, puntas de flechas y colgantes nos dicen que aquí hubo población local ya en el siglo XI y que vivían a la orilla del Riachuelo. Pipas, un ídolo tallado en madera y una vasija milagrosam­ente entera cuentan, por su parte, que en esta Ciudad existió un tercer grupo social, silenciado y olvidado. Poco hay de los esclavos africanos. Y eso nos lleva a preguntar: ¿cómo saber que cierto objeto perteneció a un esclavo? Schávelzon señala el modo en que fue modelada la vasija, que no coincide con la forma en que lo hacían los aborígenes ni los españoles. Así se hace evidente la función de la arqueologí­a: cada objeto se estudia y se investiga hasta que entrega sus respuestas.

Tiene algo de mágico este ir construyen­do la historia de Buenos Aires a través de elementos tan cotidianos como una botella o unas bolitas de vidrio. Cosas que aún existen pero que para nada son parecidas. El objeto arqueológi­co es el que se excava, explica Schávelzon, porque así aparece en un contexto preciso que ofrece informació­n: cómo llegó allí, qué se halló alrededor, qué se levantaba antes en ese lugar. Y si bien los documentos de la época pueden sumar datos, hay que recordar que los escritos tienen intenciona­lidad, dice, y por eso el objetivo de la arqueologí­a no es el papel, sino los objetos.

Hay una historia increíble que grafica la aventura de hallar el pasado bajo nuestros pies. El arquitecto Schávelzón lo explica. Hace cinco años, durante una excavación en Palermo, hallaron larguísimo­s túneles de hierro del siglo XIX que intercomun­icaban el barrio de lado a lado. Estos túneles servían para acumular agua de lluvia durante el invierno ya que en verano los pozos se secaban. Gran parte de la tarea de los arqueólogo­s fue, en medio de una oscuridad total, quitar la basura acumulada y separar lo que posiblemen­te “fuera algo”. A ciegas, Schávelzon halló una tabla de madera bastante pesada, rara, y la llevó al laboratori­o. Una vez limpia, la tabla resultó ser parte de su pupitre escolar. Sí, el pupitre que él había utilizado en su colegio del barrio de Caballito. Aún estaba tallado en ella su nombre y el de su compañero. Está bien, no era exactament­e un objeto histórico, pero sí parte de la historia del propio arquitecto. ¿Cómo llegó esa tabla a túneles de hace dos siglos que ya no tenían contacto con el exterior? Será la pregunta sin respuesta que lo acompañará de por vida. Porque la Ciudad es caprichosa a la hora de permitir que lean su pasado y generosa con quienes se interesan por ella. ¿Cuántas historias más esconderá Buenos Aires? ¿A quién y en qué momento se revelarán? Preguntas con una sola respuesta. El Centro de Arqueologí­a Urbana bien la conoce: es cuestión de seguir buscando. ■

 ?? JORGE SÁNCHEZ ?? Retazos. La historia de la Ciudad está ordenada y catalogada en varias estantería­s del CAU, que trabaja en la Ciudad Universita­ria.
JORGE SÁNCHEZ Retazos. La historia de la Ciudad está ordenada y catalogada en varias estantería­s del CAU, que trabaja en la Ciudad Universita­ria.

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