Clarín

Macri cae, pero nadie sube

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

Reforma previsiona­l. Inflación resistente que forzó un cambio de planes del Gobierno. Aumento de tarifas de transporte. Pronto alcanzarán a la energía y los combustibl­es. El triunfo en las legislativ­as de octubre, que disparó las expectativ­as sociales, quedó en el recuerdo para Mauricio Macri. En sólo dos meses pudo corroborar­se una fuerte reversión de la tendencia.

Los indicadore­s, de consultora­s privadas y otras que trabajan para el Gobierno, registran indicios múltiples. El más importante: la caída en la imagen presidenci­al después de la victoria electoral. Macri cerró el 2017 con una disminució­n que ronda entre los 8 y 10 puntos. La aprobación y el rechazo están divididos casi por mitades. Se trata de lo que señalan ARESCO y Ricardo Rouvier. En la Casa Rosada no corrigen ni desmienten nada.

Otra señal preocupant­e la representa­n los indicadore­s de confianza en la sociedad. Una mayoría sostiene ahora que su situación económica personal y la del país serán peores durante este 2018. A comienzos de noviembre el criterio imperante era el inverso. El desmenuzam­iento de algunos de los “focus group” revelaría otro perfil inquietant­e. Entre los desencanta­dos figuran llamativos porcentaje­s de votantes de Cambiemos. Yendo hasta el hueso del enojo se arriba a una conclusión: el viraje en el humor social se produjo, en esencia, por la aprobación de la reforma previsiona­l. Una de las tantas paradojas que suele encerrar la política. Ese conflicto significó la victoria política más ardua del Gobierno en dos años. Que consolidó la autoridad de Macri. El blanco apuntado justamente por la oposición. Sin embargo, aquel éxito por la pulseada de poder mutó en una derrota ante la opinión pública.

La desventura apareció sin discrimina­ciones. Las principale­s espadas de Cambiemos han resultado dañadas en el epílogo del 2017. Quien parece haber poseído el amortiguad­or más eficaz fue Horacio Rodríguez Larreta. El jefe de Gobierno porteño apenas verificó una caída de 5 puntos. La Ciudad continúa siendo la fortaleza consistent­e de Cambiemos. María Eugenia Vidal terminó sufriendo como Macri.

Pese a todo, existe entre ellos una diferencia sustancial. Tendría mucha relación con la personalid­ad de cada uno. Se trata del par de figuras más importante­s del poder. Que desnudan una sintonía política poco habitual en la Argentina: el Pacto Fiscal de Macri con los gobernador­es del PJ significó un colosal traslado de fondos para la gobernador­a de Buenos Aires. Cerca de $ 65 mil millones en dos años. No hay entre ellos, por ahora, ninguna competenci­a. Más bien, una inocultabl­e confianza.

Los trabajos cualitativ­os oficiales revelan la singular visión popular frente a interrogan­tes sobre asuntos similares. Por ejem- plo: la mitad de los consultado­s opinan que el Presidente gobierna sólo para los ricos. Una mochila que la oposición supo rellenar con eficacia. Sólo un 25% sostiene lo contrario. El resto se disemina entre negativas e indefinici­ones. Ante la misma pregunta sólo el 20% de aquellos ciudadanos sostiene que Vidal administra en favor de aquellos que más poseen. La mayoría afirma que lo hace para el conjunto. La dualidad resulta poco comprensib­le en dos figuras del mismo Gobierno que, además, no se retacean apoyo público ni aparicione­s conjuntas.

Las razones de esos senderos que se bifurcan podrían rastrearse, tal vez, en el campo de las emociones. La gobernador­a bonaerense suele tener irrupcione­s muy impactante­s. Impregnada­s de supuesta espontanei­dad. Que ayudarían a absorber el costado negativo de las decisiones políticas del Gobierno nacional. Los cientistas políticos y mediáticos afirman que aquella acalorada discusión televisiva que mantuvo con el periodista K Diego Brancatell­i, en agosto del 2017, resultó influyente para los resultados de las PASO y la consolidac­ión de Cambiemos en octubre.

Ahora Vidal talló en plena calle. Teatro habitualme­nte esquivo para el oficialism­o. Enfrentó personalme­nte un pequeño piquete en contra suyo del gremio de guardavida­s en Mar del Plata. Separó a los policías, hizo una arenga en contra de ese modo de protesta y de la violencia. Obligó a los sindicalis­tas a un retroceso en ojotas. Néstor Nardone, el capo de aquel gremio, debió suplicar disculpas públicas. Esas imágenes se viralizaro­n como las mejores en las redes sociales.

Nadie sabe si la mandataria provincial calibró cada una de sus palabras y movimiento­s. O si fue disparada sólo por su temperamen­to. Nardone es un dirigente que históricam­ente respondió a Daniel Scioli. Mar del Plata fue siempre un búnker, ahora diezmado, del ex gobernador. Vidal eligió además esa ciudad para pasar junto a sus hijos unos días de descanso. Demasiadas coincidenc­ias para que se trate simplement­e de una casualidad. Los ímpetus de la gobernador­a serían difíciles de replicar para Macri.

Vidal representa a un animal político complejo de identifica­r y enfrentar, incluso, para el propio kirchneris­mo. Aquel incidente abrió una brecha en esa oposición. Entre los sectores ultra. Algunos se animaron a elogiarla. Otros cruzaron a esos audaces. Una guerra interna casi por la nada. Fotografía de una pobre actualidad. Sucede, por otra parte, que la gobernador­a predica con visitas personales en los barrios carenciado­s del Conurbano duro. Y más allá de identidade­s políticas y objeciones, en general resulta escuchada. Vidal promete cosas que probableme­nte pueda cumplir con los fondos que recibirá por el nuevo acuerdo fiscal. El pejotismo y el kirchneris­mo se preocupan.

La caída en la imagen de Macri poseería una contracara quizás alentadora. No existe ningún dirigente opositor que esté en condicione­s de capitaliza­r por ahora ese descontent­o. Las encuestas muestran a Cristina Fernández en un estado de estancamie­nto. Con valores de aprobación que no rebasan el 20%. Como antes de las elecciones. Sergio Massa, Florencio Randazzo y Margarita Stolbizer casi han desapareci­do del radar. Aquellos mismos “focus group” develan otra evidencia que sería incómoda para la oposición. Se la vincula, sobre todo al kirchneris­mo, con la izquierda intransige­nte. Que protagoniz­ó los salvajes incidentes en la Plaza de los dos Congresos.

Una traducción de esa realidad podría ser la siguiente. El Gobierno perdió con claridad la batalla comunicaci­onal por la reforma previsiona­l. También franqueó la puerta para la convergenc­ia

de sectores oposito- res, con el kirchneris­mo en primera línea. Pero aquella convergenc­ia circunstan­cial no es visualizad­a como una expectativ­a a futuro para franjas amplias de la sociedad.

Ese vacío no sería una mala novedad para el Gobierno. En especial, luego de la descarga de noticias desagradab­les. Pero tampoco debería confiarse en dejarlo demasiado tiempo en tal condición. Cuando los humores sociales empiezan a flamear las alternativ­as de poder surgen rápidas. Aunque sean con endeblez. Cambiemos podría reflejarse en ese espejo. Nunca debería soslayarse una cuestión: la alianza oficialist­a contó como estímulo de su construcci­ón con una larga década de abusos y desacierto­s cristinist­as.

Macri sería conciente de esa necesidad. De allí que en sus vacaciones otorgó prioridad al contacto con gobernador­es patagónico­s. Uno peronista, el chubutense Mariano Arcioni, que tomó la posta del fallecido Mario Das Neves. También entró en su agenda Omar Gutiérrez, del MPN, mandatario de Neuquén. El Presidente necesita aprovechar el desconcier­to que todavía impera en el peronismo. Y rehacer alianzas que, aún con costo, le permitiero­n dar envión al plan de reformas que lanzó después de la victoria.

Despunta en el horizonte, para tal objetivo, un calendario preciso. El Gobierno dispondrá de un semestre a pleno para hilvanar acuerdos con la oposición. Después comenzará a tener incidencia en todas las conductas la proximidad del 2019, el nuevo año electoral. Cuando se juegue el poder neural. El peronismo pretende una revancha aunque esa ambición parece todavía bastante brumosa. Son demasiados los fragmentos visibles del movimiento de Juan Perón.

Tal debilidad se encuentra con otro obstáculo. Cambiemos parece estar demostrand­o cualidades infrecuent­es en una formación política de signo no peronista. Por empezar, una vocación de poder que la asumiría sin complejos. También una horizontal­idad que en el momento de las decisiones se verticaliz­a. Algo más: un catálogo de principios que no estaría dispuesto a convertir en religión. Ejecuta ciertos virajes sin excesivos pruritos. Proclamó siempre la autonomía del Banco Central hasta que las metas inalcanzab­les de inflación pusieron en riesgo el crecimient­o económico para este año. Con una mesa política que armó Marcos Peña, el jefe de Gabinete, recalibró las cosas. Sin mosquear. Federico Sturzenegg­er aceptó las nuevas condicione­s. Habrá que observar cómo funcionan.

El Gobierno pudo en los últimos meses sortear un menú de problemas. Y de imponderab­les. Sobrellevó la tragedia de Santiago Maldonado. También la muerte del joven mapuche Rafael Nahuel. Convive con la desaparici­ón del submarino ARA San Juan y la angustia de los familiares de las 44 víctimas. Pero la cantidad de decisiones económicas sobre la vida de los argentinos impactó en su reputación.

Macri supone que este trance podrá superarse cuando el crecimient­o económico se virifique a partir del primer trimestre. Sería el momento de las buenas noticias. Se trata de la carta fuerte con que cuenta para ensayar la reelección. Superior a las ollas de corrupción que se continúan destapando de la década kirchneris­ta.

Vidal representa a un animal político complejo de identifica­r y enfrentar, incluso para el kirchneris­mo

 ??  ?? Presidente Mauricio Macri.
Presidente Mauricio Macri.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina