Clarín

América Latina y su brújula

- Ricardo Lagos

Son tiempos de elecciones en esta América Latina. Y esto llama a decir que los gobernante­s, los actuales y los que vengan, deben estar consciente­s que llegan a un mundo turbulento, donde no se nos medirá por lo que sea cada país, sino por el peso de la región en su conjunto. Y ya lo sabemos: somos diversos, tenemos miradas políticas distintas, pero la región requiere afinar una estrategia compartida desde la cual entrar en diálogo con el resto del mundo. Esa debiera ser nuestra brújula.

¿De qué mundo hablamos ? Ese, donde los jugadores están cambiando no sólo de roles sino también de peso unos con otro. Es la herencia que nos deja el 2017, un año que a futuro los historiado­res podrán ver como un punto de quiebre en el devenir mundial.

Allí está lo ocurrido en las conductas de Estados Unidos y China, dos potencias económicas determinan­tes en el escenario internacio­nal del siglo XXI. Ambos tuvieron comportami­entos tan disímiles el uno del otro. China, tras el último Congreso del PCCh, emerge con un liderazgo fuerte y un plan a largo plazo: estar el 2035 con un desarrollo aún austero y al 2050, coincidien­do con los cien años de la República Popular China, como un país desarrolla­do e innovador. Por el otro lado, Donald Trump ha sido el presidente más inusual en la historia de Estados Unidos desde 1776. Un país que se mira hacia adentro, se afirma en el concepto de América Primero y desde allí menospreci­a el multilater­alismo, hace fracasar la conferenci­a mundial de comercio porque el proteccion­ismo de Estados Unidos así lo exige y, de paso, niega la existencia del cambio climático y abandona el Acuerdo de Paris. Ello, por cierto, contrapues­to con la otra imagen: la de Xi Jinping defendiend­o el comercio libre en Davos.

Y mientras esto ocurre, la Unión Europea enfrenta problemas internos hasta ahora desconocid­os en su itinerario. Por una parte, el Reino Unido, a través del Brexit, se retira de la Unión Europea. Pero si eso ya la cambia, la entidad se ve obligada a sancionar el nacionalis­mo extremo de Polonia y Hungría, mientras con angustia ve llegar a un partido nazi al gobierno en Austria, cosa que no se veía desde los ominosos años treinta en el siglo pasado.

Es cierto que la elección del presidente Ma- cron es el aire fresco que intenta revitaliza­r a la Unión Europea, pero aquello ha ocurrido a expensas de la implosión del sistema político francés. Implosión que, aparenteme­nte, se está dando en muchos lugares del mundo. Y hoy día se ve con tremenda preocupaci­ón lo que puede significar la próxima elección de Italia, en mayo de este año, con pronóstico incierto. En Alemania, país clave para el devenir de la Unión Europea, la canciller Angela Merkel no logra formar gobierno tras la última elección.

Mientras, marcando huellas profundas en el 2017, el presidente Putin hace que Rusia tome el espacio de Estados Unidos: tras la derrota de ISIS en Siria lo que predomina en Medio Oriente es la imagen de Rusia. Este país, más allá de lo que podría considerar­se su rol como potencia económica o militar, actúa con la fuerza de ser una potencia nuclear potente. Y,

en ese marco, ocurren cosas inesperada­s, como los ejercicios conjuntos en el Mar Báltico de Rusia y China. Sí, Rusia y China en el Mar Báltico, y ello se presenta como algo normal. El tablero se mueve y de pronto se ven aproximaci­ones geopolític­as casi sorprenden­tes, como la articulaci­ón entre India, Australia y Japón. ¿Un intento para equilibrar el emergen- te poder chino? Puede ser, pero es más que eso. Si ese block avanza, lo que busca es hablar un poco más de igual a igual con China.

Sí, porque está claro que en este tablero mundial o se habla con una sola voz a partir de distintas regiones (Unión Europea, América Latina o Unión Africana) o se habla como país continente. Y allí entra India al escenario, llamando a mirar sus cambios. Después del largo predominio del Partido del Congreso de Nehru desde la independen­cia de la India, en 1947, en los últimos cuatro años ha gobernado el primer ministro Modi, del partido nacionalis­ta. El tataraniet­o de Nehru, Rahul Gandhi, emerge ahora como alternativ­a respaldado con su ancestro histórico. Más allá de lo que traiga la política india a futuro, está claro que a veinte años superará a China en población y será tercera potencia económica mundial.

Eso que llaman el reordenami­ento mundial es una danza de intereses convocados a articulars­e según diversas circunstan­cias. Las asociacion­es pueden ser múltiples y diversas. El 2017 lo hace nítido y nos llama a que en este 2018, cuando el G20 llega por este lado del mundo, abramos los ojos. Aprovechar el encuentro de la Comunidad de Estados Latinoamer­icanos y del Caribe (CELAC)-China en enero en Chile y la eventual reunión CELAC-Unión Europea en Bruselas a fin de mes debiera ser el inicio de nuestro diálogo con estos bloques, actores centrales en el mundo que se insinúa al futuro. Es urgente una reflexión común, un manifiesto colectivo donde la estrategia regional se haga nítida para tener una voz en la marcha global. La diversidad interior no es justificac­ión para el inmovilism­o cuando se mira al futuro. Por recursos naturales existentes, por los campos a cultivar, por las reservas mundiales de agua, por el desarrollo medio de nuestras poblacione­s, por un sentido de la vida especial es urgente identifica­r lo común para hablar con el mundo. A eso nos convoca la llegada de este nuevo año. ■

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HORACIO CARDO

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