Clarín

Un ataque brutal, dos sospechoso­s identifica­dos y ni un solo detenido

La investigac­ión. El ladrón que le disparó a Sofía Liria le habría vendido su celular a una familia, que lo señaló.

- Nahuel Gallotta policiales@clarin.com

Sofía Liria estaba tomando un helado en una de las mesas de la vereda, sentada de espaldas a la calle. Por eso se sorprendió más que nadie cuando un joven le robó el celular a su prima, de 18 años, con quien compartía mesa. Había bajado de un moto. Luego, el ladrón fue por el teléfono de ella, mientras su cómplice asaltaba al cajero de la heladería “Acuarius”, en El Rancho 3692, Ituzaingó. Fue el 6 de diciembre, a eso de las 21.30.

“Atinó a no largar su celular y le dispararon sin dudarlo”, dice su papá, que reconstruy­ó la escena a partir de los testimonio­s del barrio. Ese mismo teléfono terminaría en la casa de una familia de Ciudad Evita, quien reconocerí­a habérselo comprado al “Gordo” Lucas Gastón Cubilla (24). Declararon haberlo comprado en dos pagos. Pusieron la mitad, se lo quedaron y no volvieron a cobrarles la segunda cuota. Pero antes pasaron otras cosas.

Apenas balearon a Sofía un vecino enfermero se acercó, se quitó la remera y la asistió. A los minutos llegaron tres patrullero­s y la trasladaro­n de urgencia al hospital Posadas, en Palomar. La prima de Sofía le avisó a su mamá y así se enteró la familia, que rápidament­e llegó a la heladería, ubicada a 500 metros de su casa.

Como en todo barrio, los rumores no tardaron en llegar. Se decía que uno de los asaltantes era José S. (22), quien viviría a 300 metros de la casa de Sofía. La familia de su presunto cómplice, el que habría disparado, también vivía en Udaondo, aunque él es vecino de Ciudad Evita. Una de esas tardes un grupo de vecinos notó cómo una de las dos familias se iba del barrio. Los encararon para saber el por qué de la mudanza. La respuesta fue: “Nos están acusando por el robo y el disparo”. Los vecinos les plantearon que si eso no era cierto no tenían por qué irse. Hasta que alguien se quebró y confesó la identidad de los acusados, que aun permanecen prófu- gos a pesar de los más de diez allanamien­tos ordenados por la fiscal María Laura Cristini. Sus fotos ya están dando vueltas en Internet.

Las casas de sus familias quedaron vacías durante algunas semanas. Aunque en los últimos días regresaron y se reinstalar­on. Por supuesto que sin los dos señalados. La gente más brava del barrio le ha ofrecido a Pablo, el papá de Sofía, echar a esas dos familias (que pidieron custodia policial en sus casas).

“Desde las marchas y todas las movidas pedí que nos manejáramo­s sin violencia. Lo único que quiero es que la Policía los detenga y paguen en la cárcel. No son ladrones de bancos o grandes secuestrad­ores como para mantenerse escondidos mucho tiempo más”, dice Pablo, que dice conocer a los dos acusados. De cruzarlos y de escuchar que se dedicaban a los robos desde hacía un tiempo.

“Con el tiempo me fui enterando de los robos que venían cometiendo en el barrio. Un policía de la zona me contó que Cubilla habría sido liberado dos semanas antes de dispararle a mi hija. La Justicia lo liberó a los pocos días”, asegura.

Según se enteró, Cubilla habría sido echado hasta de su barrio de Ciudad Evita. Los ladrones grandes de esta zona le habrían dado la orden de marcharse al enterarse de la verdad. Primero, por el tipo de delito que habría cometido: balear a una nena de 13 años por un celular. Y segundo, porque había llevado a toda la Policía al barrio.

Pero Pablo está tranquilo. La alegría de la recuperaci­ón de su hija le permitió volver a sonreir. Y confía en las energías y fuerzas del barrio para que los acusados sean detenidos de una buena vez. ■

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