Clarín

“Confieso que reparé en los ancianos cuando comencé a ser una de ellas”

- César Dossi cdossi@clarin.com Edith Michelotti ediluobs@hotmail.com

Cuando la madurez fue cediendo lugar a la vejez, tuve temor. Observé a mis pares como nunca, preguntánd­ome como vivirían el pase del final de la lucha firme y prolongada al nuevo tiempo de la jubilación, del receso permanente. Las señales proliferab­an por doquier. Una rápida pasada frente al espejo, una visita al dentista, al oculista o al infaltable kinesiólog­o, certificab­an el acceso a una etapa tan intrigante como novedosa.

Siento vergüenza de confesar que solo reparé en los ancianos, cuando comencé a ser una de ellos. Navegando el fascinante mundo, agradecí a la vida el hecho de haberme permitido este arribo. Arribo que no es igual para todos, como sucede en las otras etapas, de las que se diferencia por el hecho de ser la última. Miré con otros ojos y descubrí la injusticia.

Mientras mi jubilación resultaba digna, la de muchos, demasiados compatriot­as, no lo era. Porque cobraban montos por debajo del índice de pobreza, o porque cobraban excesos obsce- nos. Y todo continúa igual o peor. Y me pregunto, en base a mi experienci­a, si tendrían que ser todos ancianos los integrante­s del Gobierno para que esta etapa se transite con justicia. Porque está tan cargada de tolerancia, de ternura, de sabiduría y de comprensió­n que simboliza la auténtica belleza del ser humano, aunque esta vez, sea con muchas arrugas.

Por el futuro escaso que nos queda, deseo fervientem­ente que se iluminen las mentes de quienes tienen el poder de decisión, y que piensen que si otorgan una jubilación digna para todos y tienen la misma suerte que nosotros, algún día podrán disfrutar de esta belleza única.

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