Clarín

La “trinidad política” que se conjugó para archivar una ley clave para Macri

Freno. Con la CGT sin postura unificada, el peronismo decidió no avanzar en el Congreso. Se suma el antecedent­e de la violencia por la reforma previsiona­l.

- Pablo Ibáñez pibanez@clarin.com

El Palacio, Azopardo y la calle. Mauricio Macri aplazó, para otro tiempo y otro texto, la reforma laboral. No la mandará para las sesiones extraordin­arias de febrero ni, excepto un inimaginad­o cambio de clima, el resto del año.

Tres territorio­s, políticos y simbólicos, se anudan detrás de la decisión presidenci­al. En el Senado, el peronismo que tiene mayoría ya la volteó una vez, en diciembre. En la CGT, la dispersión obtura toda negociació­n. Con el PJ y los sindicatos en zona incierta, la calle se recorta como un foco crítico, con el antecedent­e de las protestas por la reforma Previsiona­l, ese mix de marchas y cacerolazo­s que castigó al Gobierno.

Fue esa "trinidad política", que hermana sin jefe único ni acuerdo de fondo al peronismo, la CGT y la protesta callejera, la que hizo que Macri desista de zambullirs­e en una cru- zada imprecisa por la reforma laboral.

En diciembre, la Casa Rosada logró la sanción de la reforma que retocó a la baja la fórmula de actualizac­ión de las jubilacion­es porque asoció en la necesidad a los gobernador­es. De ese "ahorro" del ANSeS dependen, por caso, compensaci­ones para las cajas previsiona­les provincial­es.

El PJ territoria­l, primero -casi sin ruido, comparado con lo que vino después- en el Senado, luego en Diputados, jugó y se arriesgó a poner a sus legislador­es a votar.

La reforma laboral no genera esas empatías. Los gobernador­es no tienen incentivo por entrar en ese pulseo y el PJ palaciego, que encarga Miguel Angel Pichetto, invoca una cláusula muy peronista: votarán lo que la CGT les pida, directa y explícitam­ente, que voten.

Eso no ocurrió ni, parece, ocurrirá. La central de Azopardo está rota en los hechos, aunque continúe el triunviro, y sin resto político para alinear al planeta sindical detrás de la reforma que Macri juzgó imprescind­ible.

Cuando Pichetto mandó a marzo el proyecto laboral avisó que no lo trataría hasta que la jerarquía sindical visite a los senadores para dar un OK, fuerte y claro, al texto que CGT negoció con Jorge Triaca.

En esos días, una comitiva gremial había volado rumbo al Vaticano -en busca de una foto que el Papa Francisco no les concedió- mientras otros gremios, entre ellos Camioneros, movilizó contra el proyecto. Cuando Pablo Moyano habló de la "ley Banelco" de tiempos de la Alianza, Pichetto tuvo el argumento para desactivar el debate.

El gesto público estuvo planeado: tendría formato de una solicitada - que estaba prácticame­nte redactaday se publicaría el martes previo a Navidad. En ella varios de los principale­s gremios respaldarí­an la reforma y dirían que habían logrado eliminar del texto los tramos "tóxicos".

En esos días, la discusión previsiona­l escaló en el Congreso y en la calle. Al final, el gobierno tuvo su ley pero los efectos de esa batalla todavía perduran. La reforma laboral, que ya no era la que Macri había pensado, pasó a archivo.

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Sin resplado. Pichetto condicionó los votos del PJ a la decisión que tome el sindicalis­mo.

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