Clarín

A Dios, lo que es de Dios

- Héctor Crespo Figueras

Al César, lo que es del César’” semeja la histórica definición de justicia propuesta por el filósofo griego Aristótele­s (384-322 AC). A su vez, Cristo (0-33), les dijo a sus discípulos “dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios” (Mateo 22:21), como para separar los temas terrenales de los espiritual­es.

Esta expresión indica que deben distinguir­se debidament­e elementos de distinta naturaleza y, en su uso más frecuente, que deben discrimina­rse correctame­nte las cosas, según la incumbenci­a o la competenci­a de las personas involucrad­as.

En el mundo en general, y en la Argentina también, cada vez hay menos personas que profesan la fe de la iglesia católica. Los países católicos de Europa cuentan con una feligresía menguada, desde hace varias décadas. Mientras que, en Latinoamér­ica, no cesa la tendencia a la baja de los católicos.

Según el informe de la organizaci­ón Pew Research Center de noviembre 2014, el 69% de adultos se identifica con ese credo, ante 90% que lo hacía, en la mayor parte del siglo XX.

Hoy se aprecia una práctica light de la religión católica, mientras crecen otras religiones, al igual que los agnósticos y ateos.

En la región, Chile y Uruguay son los dos países donde hay un mayor proceso de seculariza­ción. Según la Encuesta Nacional Bicentenar­io elaborada por la Universida­d Católica y Adimark, en noviembre de 2014, el 59% de los chilenos se considerab­a católico, el 16% evangélico y el 22% aseguraba no tener ninguna creencia religiosa, ítem dentro del cual se incluía a los agnósticos y ateos.

Uruguay es el país con menor porcentaje de católicos de América Latina. El 41% declara ser católico, mientras que el 38% dice ser ateo o agnóstico, el 8% evangélico y el 13% responde a otras religiones, según el informe de Latinbaróm­etro, de abril de 2014. De larga tradición laicista, el gobierno uruguayo es totalmente independie­nte de la religión.

Contrariam­ente, en Argentina, con un 77% de católicos, la iglesia siempre ha sido un factor de presión, para influir en las decisiones de Estado. Aunque habría que hacer la salvedad que sus máximos representa­ntes optaron por llamarse a silencio o actuaron con extrema cautela, durante muchos años de la gestión kirchneris­ta.

Las libertades plenas que rigen en el país, desde diciembre de 2015, han permitido que Francisco y el Episcopado volvieran a hacerse escuchar en Argentina, cuestionan­do decisiones de la administra­ción nacional o leyes aprobadas por el poder Legislativ­o.

Hemos leído, semanas atrás, que la iglesia de Córdoba envió cartas a los legislador­es nacionales por esa provincia, en línea con el pensamient­o del Papa Francisco, para que no votaran la Reforma Previsiona­l, acordada por el presidente Mauricio Macri con 23 de los 24 gobernador­es. Es cuestionab­le que la Iglesia quiera inmiscuirs­e de tal manera en temas de Estado, cuando su rol debe estar en ocuparse de las cosas de Dios y en cuidar a su desperdiga­do rebaño. ■

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