Clarín

El show de los sentidos

Programa de citas a partir de lo sensorial, tiene más acting que romanticis­mo. Lo mejor, Andrea Politti.

- Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

Cómo se construye una cita, podría ser el slogan de este talk show que ayer a la tarde estrenó El Trece. Durante más de una hora y media, Ojos que no ven puso más el foco en el detrás de escena de un encuentro, que en el encuentro en sí. Y para eso se apoyó más en el “show” que en el “talk”. Porque si algo dejaron de hacer entre ellos (los dos participan­tes del día), según la propuesta del nuevo programa de la productora Mandarina, fue hablar. A través de un hilván de pruebas sensoriale­s, él, callado, y ella, con los ojos vendados, se prestaron al juego de la empatía ante la mirada de los televident­es, la conductora y tres especialis­tas en el rol de panelistas. Terminado ese paso, recuperaro­n los cinco sentidos: Fernando pudo hablar (él llegó como enamorado a declararle su amor a la ex de su amigo). Y ella, luego de ver -reconocerl­o- y pensar un ratito, dijo: “Perdón, pero no puedo”. Y la construcci­ón se derribó, con el soplido del final, como un castillo de naipes en la arena.

Gracias al primer caso, así quedó claro que el espíritu del programa que conduce Andrea Politti es más la previa que el desenlace. No sólo en términos de tiempo invertido -95 minutos contra 5-, sino también en el tratamient­o de las situacione­s. La propuesta apunta a que alguien que está enamorado en silencio de otra persona pueda confesarle lo que le pasa, pero antes de llegar a ese destino final, el viaje hace escalas en los sentidos, en lo lúdico, en la posibilida­d de comprobar o no el deseo mutuo.

Y ayer, cuando parecía que entre Fernando y Mercedes podría empe-

zar una linda historia de amor, de acuerdo a las pruebas planteadas por la producción, el cierre fue negativo. “A mí todavía me pasan cosas con su amigo”, dijo ella luego de darle un beso en la mejilla, señal de que no lo aceptaba como pretendien­te. Según las reglas, si ella hubiera querido empezar una relación debía sellar el momento con un beso en la boca.

Todo se había iniciado a las 16.52, cuando él empezó a contar su caso y tuvo un mano a mano con Politti. Luego lo tuvo Mercedes, que llegó al estudio convocada por el programa porque “alguien le iba a declarar su amor”. Y fue con la expectativ­a de que fuera su ex. Y no, era el amigo. Con lo cual, el zócalo en pantalla fue “amor vs. código”.

La idea de Ojos que no ven es interesant­e desde el punto de vista de la reivindica­ción de los sentimient­os iniciales -las caricias, los aromas, los latidos a través de tras un ella estetoscop­io, seguía sin mien- poder ver-, sólo que, al menos en el debut, ese estadío se estiró demasiado televisiva­mente y, por momentos, se perdió intensidad e interés en el relato. Pero en esos casos apareció con más fuerza el oficio de Andrea Politti, suelta, pícara, buena entrevista­dora, ideal para sostener un envío en vivo con dos personas ajenas al medio. Ella, sola, pudo más que dos que sólo terminaron siendo uno más uno. ■

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Momento clave. Politti y la decepción de Mercedes al ver.

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