Escalofríos de un fana atormentado
Como si no tuviese suficiente con los problemas, contratiempos, infortunios y adversidades cotidianas, al fin y al cabo cosas normales y solucionables, pero que en el momento parecen abismos insondables, al pobre tipo se le agregó una pesada piedra en la mochila. Nunca había pasado por una experiencia similar, jamás había pensado en que ese asunto de “la espada de Damocles” se menearía con sigilo sobre su propia cabeza. Es más: su piel no había conocido jamás ese estremecedor escalofrío que le empezaba a recorrer morosamente su espalda. Estaba acostumbrado a ser un ganador. Un tipo de descorchar champán seguido. De esos para quienes la vida es una sonrisa y una fiesta corrida. Cada tanto soportaba como si nada alguna adversidad, de esas casi imperceptibles.
Había sido testigo de desgracias similares en familiares y amigos, inclusive con “víctimas” inimaginables. Pero nunca le había tocado vivirlo tan cerca, como un fantasma que lo acosaba, impertinente, en su propia puerta.
Sin embargo el enemigo estaba ahí, agazapado y en los últimos tiempos empezaba a manifestar síntomas de gran peligrosidad, que el tipo, todo un fanático, al principio por supuesto ignoraba. Lo cierto es que el motivo que le venía quitando el sueño y lo angustiaba crecía más y más. Era ese maldito promedio del descenso, capaz de hacerle perder su sitio de privilegio en Primera al club de sus amores, marcó la arritmia de su desventurado corazón futbolero. Y ahí lo tiene al tipo, medio loco y preocupado, con calculadora en mano, mientras festeja a lo loco las derrotas de sus rivales directos.