Clarín

Las aéreas vidalas de una big band singular

Notable debut discográfi­co de la banda liderada por el pianista Andrés Pilar. Se luce Nadia Larcher.

- Federico Monjeau fmonjeau@clarin.com

Dueño no tengo

Andrés Pilar (piano y arreglos), Nadia Larcher (voz), Juampi Leone (flautas), Agutín Lumerman (percusión) y otros.

Sello Independie­nte Del pianista y compositor Andrés Pilar se conocía su formidable Genealogía, en trío con Ramiro Gallo en violín y Ernesto Méndez en guitarra, un álbum que reunía composicio­nes propias (de los tres músicos) y clásicos del folclore. Ahora Pilar vuelve a sorprender con su banda Don Olimpio y su flamante Dueño no tengo, que comprende una decena de piezas tradiciona­les y recopilaci­ones, además de una bella zamba que el pianista firma con Juan Falú (autor de la letra), Rodar la voz.

Don Olimpio es casi una big band del folclore: además de Pilar en piano y arreglos, la integran Juampi Leone en flautas, Federico Randazzo en clarinete, Santiago Segret en bandoneón, Juan Manuel Colombo y Leonardo Andersen en guitarras, Diego Amerise en contrabajo, Agustín Lumerman en percusión y Nadia Larcher en voz. Pero el sonido es diferente al de otras bandas o conjuntos de este tipo; no oímos las elaboradas polifonías de Anacrusa, ni las sonoridade­s jazzística­s de los grupos de Fernando Tarrés, ni las texturas sinfónicas de Nora Sarmoria.

No hay un sonido que se imponga de punta a punta. Cada pieza tiene su propia elaboració­n instrument­al, que parece desprender­se con naturalida­d del original, dejando siempre mucho aire para un instrument­o que destaca sobre cualquier otro: la voz de la catamarque­ña Nadia Larcher, de extraordin­arios recursos expresivos.

Recursos expresivos y también tímbricos, como el oyente podrá comprobar ya en la primera estrofa de la vidala de apertura, Dueño no tengo, la recopilaci­ón de Leda Valladares que da nombre al álbum. Más exactament­e en el último verso de esa primera estrofa, en el “no” de “porque sin dueño no puedo andar”, tan hermosamen­te aéreo y tan perfecto.

También los arreglos, ajenos a cualquier saturación, parecen orientados por el color y el punto de la nota, como prolongaci­ones o intensific­aciones de un detalle, como si los instrument­os se mimetizase­n con la voz.

La selección no tiene desperdici­o. Se completa con otras tres recopilaci­ones de Valladares (la chacarera Viditilla, la vidala Tan alta que está la luna y el bellísimo huayno Adiós pueblito de Iruya). Hay chacareras de Raúl Carnota y de Polo Giménez ( De allá, en versión instrument­al), una huella de Carlos Moscardini, una milonga de Coqui Ortiz y la Vidala de la copla de Chango Rodríguez. ■

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“Dueño no tengo”. Una decena de clásicos, en inspiradas versiones.

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