Clarín

Playa Gahleta, el paraíso brasileño donde ya casi nadie se desnuda

Es el histórico balneario nudista de Florianópo­lis. Los hombres son los que más se desvisten.

- Sol Tiscornia stiscornia@clarin.com

Hay un secreto en Florianópo­lis. Un rincón donde el mar es más azul, la arena más clara y el paisaje regala postales. Y lo mejor de todo: hay poca gente. No es ninguna zona virgen. Es la playa más polémica: Galheta, el histórico balneario nudista. Se ganó la fama de “transgreso­ra” y con ella logró evitar el aluvión de turistas. Ahora, es una joya paradisíac­a que aprovechan algunos conocedore­s y valientes, y donde el 90 % está vestido.

De las diez personas que hay en este rincón de Galheta donde Clarín se sienta a escribir, nueve tienen la malla puesta. Un señor, no. La proporción es similar en el resto de la playa y la cantidad total de bañistas no supera los 100. Una milagrosa rareza. Es que en Florianópo­lis la mayor parte de la arena está llena de sombrillas y acostarse a mirar el mar sin tener que escuchar conversaci­ones parece una utopía. Hasta que se llega a Galheta.

Encontrarl­a no es difícil, pero tampoco fácil. No existe un acceso directo desde la ruta. Hay que ingresar caminando por Praia Mole, en el centro este de la isla. Ahí, el clima ya es distinto al de las playas del norte: predo- minan los surfers, paradores con música chill out, poco castellano y mucho portugués.

La playa tiene el tamaño justo para que entre en una mirada, sin tener que girar la cabeza, y está enmarcada entre dos escolleras naturales de piedra. Para la foto. A lo lejos, se ven siluetas. ¿Estarán desnudas? Nadie habla mucho de Galheta. Si uno pide instruccio­nes para llegar, los interlocut­ores –incluso los locales- contestan entre risitas. Pero el misterio termina develándos­e rápido. Hay bermudas, zungas, bikinis y hasta enterizas. Se ven unas pocas tetas al aire y algún que otro hombre esquiva olas sin más refugio que el vello púbico. No mucho más.

En Galheta no hay electricid­ad ni señal de celular. Cada uno hace la suya y prevalece el silencio. En dos paradores de madera ofrecen algo de tomar y comer a precios baratos. Y uno se puede tirar a tomar sol o caminar de un lado al otro. Hay parejas, familias con chicos y personas grandes.

Sigue siendo, en esencia, un rincón nudista. Los que más se sacan la ropa son hombres. Pero es probable que encuentre a la mayoría tapada. ¿Y cómo actúa la gente vestida ante la desnudez ajena? Es como cuando un compañero de trabajo pone su contraseña de mail delante de uno: se mira para el costado con delicadeza, para dar privacidad pero sin alejarse ni alarmarse. ¿Cómo son las reglas de este lugar? Tolerancia. Si alguien viene desnudo, está bien. Si una mujer hace topless, también. Y si otro quiere estar vestido, no molesta. Las miradas se las lleva el mar. ■

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M QUINTEROS La mayoría, tapada. El paraíso secreto de Playa Gahleta.

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