Clarín

El duro aprendizaj­e de haber vencido al cáncer

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Miguel Bein asegura haber pasado duros momentos personales. Dice que nunca se deprimió, ni siquiera cuando le detectaron un tumor maligno en la lengua, a causa de fumar habanos. Sucedió en 2013 y hoy cuenta que lo ayudaron los médicos en una recuperaci­ón difícil en la que tuvo que volver a aprender a hablar. “Norberto Mezzadri, subdirecto­r del Hospital Alemán, es probableme­nte el mejor cirujano de cabeza y cuello de la Argentina. El me salvó”, reconoce al recordar la que fue una operación de once horas, dos semanas en terapia intensiva y la sucesión de quimiotera­pia, radioterap­ia con una máscara, inmoviliza­do en una camilla metálica durante 40 días. “Con la radioterap­ia perdés las papilas gustativas y por lo tanto tomás una copa de champagne y parece que estás tomando jugo de limón”, suelta para remarcar que volvió.

Sus abuelos llegaron desde Ucrania y a su padre le tocó ser el hijo de la familia que estaba destinado al trabajo, mientras su hermano mayor se dedicaba al estudio. Durante el peronismo, los Bein tuvieron una pyme que fabricaba cadenas y cubiertos. “Recuerdo a mi padre siempre en el taller, haciendo un trabajo muy artesanal, mientras escuchaba todo el día música, clavado en Radio Nacional”.

Nacido en Caballito, Miguel Bein fue a la escuela primaria del barrio que combinaba por las tardes con el colegio judío. Y como dice que siempre fue veloz en la vida, con quinto grado aprobado ingresó al Nacional Buenos Aires. “Aprobé y empecé a ir al Nacional en primer año con pantalones cortos, tenía 11 años”. Bein también se desempeñó como empresario con un vivero en Acoyte y Rivadavia. “Lo empecé de la nada, yendo a comprar plantas tropicales a Formosa”. A ese paso emprendedo­r le siguió la función pública en tiempos de Alfonsín cuando lo designaron en la estratégic­a secretaría de Industria al frente de las pymes.

Regresó al Ministerio de Economía como viceminist­ro de José Luis Machinea cuando el presidente era Fernando de la Rúa. Permanecie­ron apenas un año en el cargo. Desde entonces, el Estudo Bein se volcó a las proyeccion­es económicas con alto nivel de certeza. Pero este año decidió dar un paso al costado y concentrar­se en su nueva pasión, la de productor agropecuar­io con las últimas tecnología­s disponible­s. “Trabajar 14 horas por día, la verdad que a esta edad me parece excesivo. Sobre todo cuando no tengo necesidade­s económicas que ameriten ese esfuerzo. Ahora desde hace ya cinco meses estoy más relajado y trabajo unas nueve horas diarias”, desliza sonriente. Cedió el estudio a su ex socia Marina dal Poggetto y él continuará como consejero financiero.

Cuando se le pregunta cuál es su economista de cabecera no lo duda y habla del austríaco Joseph Schumpeter (1883-1950). “Es un economista maravillos­o. Tiene la noción de la disrupción. En el fondo era un peronista. Perón decia que no se puede hacer una tortilla sin romper algunos huevos...bueno Schumpeter planteó la disrupción del capitalism­o. Sostenía que las empresas quebraban, morían, nacían otras y que esa era la base. Siempre me impresionó”. ■

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