Clarín

De la euforia al desencanto: los catalanes ante la crisis separatist­a

Bipolarida­d. Es la sensación después del fallido referéndum por la independen­cia, la intervenci­ón de Madrid, la cárcel a líderes secesionis­tas y la incertidum­bre actual.

- Marina Artusa martusa@clarin.com

Los catalanes siguen los vaivenes de la actualidad política de Cataluña con atención y con hastío. La térmica que se respira en las calles hoy se traduce en un diagnóstic­o: bipolarida­d.

Han visto pasar delante de sus ojos, desaliñado e ilegal, el carro del referéndum de autodeterm­inación. Han sufrido en carne propia el castigo del gobierno español. Han sentido el vacío que dejó la fuga del ex presidente Carles Puigdemont y la impotencia que significó la cárcel para los ex miembros de la Generalilt­at que se quedaron y que, según la jerga separatist­a, dejaron de ser presos políticos para convertirs­e en rehenes.

Se volvieron a entusiasma­r con las elecciones impuestas por el presidente Mariano Rajoy y, ante el triunfo del independen­tismo en las urnas, hoy vuelven a padecer otro golpe a la ilusión, con la lenta sangría de ex abanderado­s de la causa independen­tista que van abandonand­o el barco.

“Las reacciones son bipolares, de la euforia a la depresión y otra vez la euforia. Para un país como Argentina, acostumbra­do a la psiquiatrí­a y al psicoanáli­sis, este término define bastante bien lo que pasa en la calle hoy”, dice el catalán Enrique Murillo, editor de coleccione­s sobre actualidad y coordinado­r editorial del Máster de edición de la Universida­d Autónoma de Barcelona.

“Hay una frontera pro o anti independen­cia con un núcleo escaso, de apenas un 10% de la población, que es neutro respecto de eso –dice Murillo-. Cada noticia es tomada por los sectores de la sociedad de una manera o de otra. Esto se parece más a una guerra religiosa que a otra cosa. No son conviccion­es políticas sino fe religiosas diferentes y contrapues­tas.”

Para Murillo, “aquí ha habido un movimiento de euforia, como el psicótico que de repente fantasea que es Dios, y esto les ha pasado a los catalanes, tan razonables y tan burguesito­s ellos, como mi familia, y frente a ellos, ha habido una actitud de silencio y de sentirse olvidados pero cada vez de forma más agresiva por parte de los catalanes que llevan aquí desde 1929, cuando se produjo la primera gran ola de inmigració­n”.

La relación de Cataluña con España es la principal preocupaci­ón de quienes viven en Barcelona. Según una encuesta que el Ayuntamien­to le encargó a la consultora Gesop, el 45% considera que es el principal problema de Cataluña, un 11,3% cree que la crisis encabeza la lista de problemas de la ciudad y un 14,5% lo siente su primer problema personal.

“La complejida­d es tal que ya no se puede hablar, hasta dentro de unos años, de la sociedad catalana que, antes, era relativame­nte homogénea. Había una separación de clases económicas y sociales enormes, una frontera del idioma, el uso del catalán en casa o no, pero la sociedad más proletaria de los suburbios de Barcelona y la sociedad más catalanist­a se fundieron en una sola en la resistenci­a al franquismo de los últimos años. Eso se rompió”, opina Murillo.

Por eso hoy el ánimo de los catalanes está polarizado como nunca. “De repente estamos ante un caso de milenarism­o flagrante, como si hubiera una religión milenaria en la que unos profetas que están en contacto con los dioses que le dicen al pueblo ¡Libérate!, el paraíso es posible y es posible en la tierra. Los fieles de esta religión son la clase media. Y esto es una paradoja -dice Murillo-. Cuando tú crees en Dios, si te lo crucifican, ¿dejas de creer? Pues no, crees más. Es una cuestión de fe. Si hay algún Judas traidor, tampoco lo tienes en cuenta. Para esta parte de la sociedad catalana, el paraíso en la tierra es posible y se llama república.”

Más de la mitad de los vecinos de Barcelona, el 52,6%, opina que esta situación tendrá consecuenc­ias negativas para la capital de Cataluña. El 46,9% sostiene que la actual situación política implica un impacto negativo en la convivenci­a.

-Los separatist­as han ganado las elecciones pero el sueño de la república se deshilacha. Los protagonis­tas de la gesta se desdicen, abdican o apelan al surrealism­o como sería gobernar desde el exilio. ¿Qué sostiene el ánimo de los catalanes independen­tistas?

-Hubo un cambio importante: Jordi Tardà, de Esquerra Republican­a, ha aceptado sin ambages que la independen­cia sólo se alcanzará por la vía legal, con un referéndum pactado. Y que ahora lo principal es constituir el Parlamento, elegir gobierno y gobernar. Es un giro trascenden­te. Creo que eso excluye a Puigdemont del nuevo gobierno y a la CUP (el partido antisistem­a que más presionó para la declaració­n unilateral de independen­cia). Lo veremos en unos días. El tiempo enloquecid­o del independen­tismo está a punto de terminar. Pero la tradición española no es aceptar la rendición sino aplastar al vencido. ■

 ?? EFE ?? Videconfer­encia. El ex presidente catalán Artur Mas observa a su sucesor destituido Carles Puigdemont, que habla desde Bruselas, ayer.
EFE Videconfer­encia. El ex presidente catalán Artur Mas observa a su sucesor destituido Carles Puigdemont, que habla desde Bruselas, ayer.

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