Clarín

Una inesperada historia con dioses que llegan de la India

Carta de viaje del escritor británico Rudyard Kipling, pubicada en el libro “De mar en mar”.

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Volvamos al templo. Oculta en el fondo, detrás de una masa de esplendor jaspeado, había una fila de figuras familiares, con coronas de oro en las cabezas. No espera uno encontrar, tan lejos en dirección al Este, a Krishna, ladrón de manteca, ni a Kali, la que golpeaba a su marido.

- ¿Quiénes son?

- Son otros dioses -dijo el joven sacerdote. Ahogaba una risa desdeñosa cada vez que se refería a su propio credo-. Son viejos, muy viejos. Vinieron de la India en otros tiempos. Creo que son dioses indios, y no sé porqué están acá.

Odio a la gente que se avergüenza de su fe. Había una historia relacionad­a con aquellos dioses, pero el sacerdote no quiso revelármel­a, de modo que seguí mi camino después de un suspiro de desdén.

El camino me condujo directamen­te del templo al monasterio, hecho en gran medida de delicadas pantallas, suelos muy pulidos y vigas de madera oscura. Salvo mis pisadas, no se oían en el recinto otros sonidos, excepto el alguien que comenzó de pronto a respirar pesadament­e. El sacerdote hizo deslizarse para atrás algo que parecía una pared concreta. Entonces vi a un sacerdote muy viejo medio dormido, cuyas manos exigían el servicio de un calentador de carbón. El cuadro era el que sigue: el sacerdote vestido de verde pálido, con la cabeza inclinada delante de una pantalla de blanco papel aceitado, que dejaba filtrarse una tenue línea de plata. A su derecha, una bandeja abollada contenía la tinta india y los pinceles con que el hombre fingía trabajar. A la vez, a la derecha de estos elementos, una mesa de bambú sostenía un jarrón de porcelana estriado, con una ramita de pino casi negra flotando. No había flores ahí. El sacerdote era demasiado viejo. Detrás del cuadro sombrío, se erguía un altar budista en exceso suntuoso. Oro y bermellón.

- Él hace cada día una nueva pintura para esta pequeña panta- lla -dijo el joven sacerdote, que señaló primero al anciano colega y luego una tabla en blanco colgada de la pared. El anciano se rió de modo lastimero. Después se rascó la cabeza y me extendió la pintura de aquel día. Representa­ba una inundación en un terreno rocoso. Dos hombres en un bote trataban de auxiliar a otros dos, medio sumergidos en el agua. Yo mismo estaba en condicione­s de afirmar que el artista había perdido su poder y su honra. Debía de haber dibujado bien en la plenitud, porque una de las figuras, la inclinada sobre la borda, tenía determinac­ión y vigor. Todo lo demás era confuso y vago, sin guía. Los trazos se desviaban mientras la mano

errática debió de haber sobrevolad­o temblorosa­mente sobre el papel. No tuve tiempo de desear al artista una vejez placentera y una dulce muerte en la gran paz que ya lo envolvía. El joven me alejó del altar y me mostró otro altar más pequeño, lleno de tablillas de oro, lleno de ideogramas.

- Son tablillas en honor de la memoria de los muertos -dijo con sonrisa ahogada-. De vez en cuando un sacerdote reza aquí… Por los muertos, ¿comprende usted?

- Perfectame­nte. En el país del que vengo, llaman a esto misa. Quiero salir de aquí y pensar en otras cosas, pero usted no debería reírse así de lo que custodia o vela.

- Ja, ja, ja -se rió el joven sacerdote. Yo huí por oscuros pasillos atestados de pantallas marchitas. Llegué al patio principal mientras el Profesor intentaba captar con su cámara de fotos la fachada del templo.

Pasó una procesión, en columnas de a cuatro, avanzando costosa y pesadament­e sobre el fango con musgo. ■

 ??  ?? Joseph Rudyard Kipling (1865 - 1936) Fue un escritor británico, que se destacó por sus relatos y poemas sobre los soldados del imperio británico en la India.
Joseph Rudyard Kipling (1865 - 1936) Fue un escritor británico, que se destacó por sus relatos y poemas sobre los soldados del imperio británico en la India.

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