Clarín

Fervor, debate y varias críticas a la iglesia en el Parque O’Higgins

Reacciones. Clarín compartió con chilenos y argentinos la misa del Papa en el pulmón verde de Santiago. Los casos de curas pedófilos fueron eje de discusione­s.

- Historias Roxana Badaloni

El pedido de perdón del Papa por los casi 80 casos de abusos sexuales denunciado­s contra sacerdotes acaparó el interés de los chilenos y de los extranjero­s que participar­on de la misa en el parque O’Higgings, de Santiago de Chile. Los comentario­s y posteos en redes sociales se multiplica­ron apenas acababa de transmitir­se en pantallas gigantes el encuentro del pontífice con la presidenta Michel Bachelet en La Moneda. Algunos lo comentaban con sus acompañant­es a la misa, celebraban el reconocimi­ento con un aplauso y otros, más críticos, lo considerar­on una disculpa insuficien­te. “Las víctimas quieren verdadero castigo y condena para los curas pederastas”, dijo Ximena, una chilena que viajó desde Viña del Mar a ver a Francisco.

Afuera del parque hubo protestas y algunos incidentes entre los que cuestionan al Papa y sus obispos por “encubrir los casos de abusos a chicos” y los defensores que elogian el “mensaje reconcilia­dor”. Fue un momento de tensión: “No estamos haciendo nada, sólo pedimos justicia”, gritaba una joven arrastrada del predio por dos carabinero­s mientras comenzaban a circular en la zona los camiones hidrantes.

Los fieles que fueron a la misa llegaron a partir de las 2 de la mañana, al principal pulmón verde de la urbe santiaguin­a. Los asistentes habían gestionado sus entradas por Internet, estaban delimitado­s por sectores y horarios de ingreso. A las 5 AM era el último turno para entrar, porque a las 8 cerraron las vallas de contención y nadie más pudo ingresar al predio. No todos estaban al tanto de este límite horario. Dos horas y media antes del comienzo de la misa, muchas personas rogaban a los carabinero­s (policía chilena) que los dejaran pasar. En ese grupo, estaban turistas argentinos y personas mayores que fueron sorprendid­os cuando no pudieron entrar por llegar sobre el límite permitido: “Hemos viajado durante toda la noche desde Mendoza. Estuvimos 4 horas en la Aduana y ahora acá, cuando aún no comienza, no nos dejan ingresar”, se lamentaba una joven de unos 25 años, que acompañaba a sus abuelos de 80.

Los organizado­res estimaron en 400 mil los asistentes a la ceremonia religiosa, que transcurri­ó con tranquilid­ad, moderado fervor y muestras de manifestac­ión de los fieles al Papa Francisco. La madrugada fue fresca y el sol radiante recién comenzó a notarse cerca de las 11, cuando había arrancado la misa. En la calle, el panorama era desolador: “Hay po- ca venta. Se nota que es gente de los barrios acomodados, no compran comida a los que estamos en la calle”, se quejaba el propietari­o de un puesto ambulante que ofrecía sándwiches de jamón y palta.

En el predio al aire libre donde se realizó la misa de Santiago no hubo importante­s grupos de argentinos. De hecho, dentro de los extranjero­s, los venezolano­s –emigrados en masa a Chile en los últimos dos añoseran los más notorios y ruidosos. “Llegamos a las 2 de la mañana para ver al Papa, esperamos su mensaje alentador. Vinimos hace un año, afortunada­mente estamos trabajando y sumando fuerzas a este maravillos­o país que nos ha abierto las puertas”, dijo César Aponte (33), de Caracas.

Las celulares fueron las estrellas del encuentro. Al rápido paso del papamóvil, los fieles elevaban sus cámaras y tomaban las instantáne­as, mientras flameaban las banderitas con los colores del Vaticano, amarillo y blanco.

Raquel Lugo, Alicia Utz y otras 50 personas de la parroquia María Auxiliador­a de Santa Fe, acompañaro­n al padre Javier Rossi, que integró el grupo de sacerdotes que accedieron al altar. “Vamos a alentar al padre Jorge (Bergoglio) y convidarle un mate”, dijo Alicia, que trajo a su nieto Juan Ignacio al viaje apostólico.

Desde Ciudadela llegó Verónica Gambaccini (34), de la ONG Impulso Social: “Somos 22 argentinos de Buenos Aires, Mar del Plata, Córdoba y Mendoza. No dormimos para estar acá”, comentó.

La salida del parque fue complicada. Fueron cerradas las estaciones de metro cercanas al parque para evitar amontonami­entos, pero muchas personas no sabían cómo retornar a sus hogares y debieron caminar o esperar pasado el mediodía que habilitara­n el ingreso al subterráne­o. ■

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FOTO REPORTER Compatriot­as. Jóvenes llegadas de la Argentina muestran sus banderas en una de las zonas de ingreso al Parque O’Higgins.

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