Clarín

Murió el Panadero Díaz, un histórico del Racing inolvidabl­e

Fue el lateral izquierdo del equipo de Juan José Pizzuti y más tarde la mano derecha del Basile entrenador.

- Daniel Lagares dlagares@clarin.com

Con el Panadero Díaz se fue lo que quedaba de la infancia de los cincuenton­es futboleros. En el disco rígido les quedarán mil goles de cabeza. Y el silencio permanente, el de la antifigura, el Sancho Panza del Quijote Coco Basile. Parte de una época se fue en ese corazón fallido que latió en la banda izquierda de Racing y del Atlético de Madrid. El fútbol de los sesenta despide a uno de sus hijos preferidos.. Un problema vascular agravó la operación de coronarias programada y falleció en la clínica Favaloro. el pésame se multiplicó: Racing, la AFA, el resto de los clubes, el Aleti, la Federación española. Diego Simeone, a quien tuvo en la Selección y recogió su legado en el club rojiblanco le dieron el adiós doloroso.

Era del sur. De los potreros del sur. De la orilla. De esas fronteras donde la educación empezaba en la pelota y seguía en el café con el aprendizaj­e de códigos acaso anacrónico­s y amistades eternas. A prueba de balas. Y de traiciones. Era de esa época. Panadero porque su padre tenía una pana- dería. Desde la notoriedad ganada cada domingo y en las páginas de El Gráfico, por carácter transitivo transmitió su apodo a cada uno al que la genealogía les adjudicaba el Díaz del apellido. Era de esos tiempos, último tablón del puente que llevaba de los extramuros a las luces del centro.

De los baldíos a las inferiores de Racing en los tiempos en que Racing tenía nostalgias del campeonato del 61 y se producía el recambio generacion­al. Perfumo era el 6 de la Primera y lo miraban de reojo porque sucedía al ídolo Federico Sacchi, que se había ido a Boca. Y Basile era 5. Y el Panadero era el 3 de la Tercera, suplente de Mesías. Pizzuti corrió a Perfumo de 2, bajó a Basile de 6 y le dio la oportunida­d de Díaz como 3. Nacía El Equi-

po de José que completó su estructura básica con el regreso de Italia del Bocha Maschio. “Pizzuti nos mandaba a todos al ataque porque era soltero” dijo alguna vez el inefable Roberto. Fue la mejor definición táctica de aquel Racing “primer campeón mundial” argentino. Y era así: todos al ataque y Perfumo (a veces el capitán Martín) cuidando de que nadie llegara a Cejas. Uno, diez, cien, mil goles de cabeza del Coco o del Panadero. La leyenda.

Zurdo, hábil, fervoroso para poner la pierna en una época de Estudiante­s bravíos, de Bocas temperamen­tales, de San Lorenzos carasucias y matadores, de Independie­ntes mix de clase y garra, el Panadero ponía y jugaba. Y si había que pelearse, se peleaba. En un clásico con San Lorenzo maltrató tanto a Sanfilippo, quien al terminar el primer tiempo lo puso de una trompada. El tiempo no mató el rencor. Treinta años después, en una fiesta del fútbol en el Luna Park, el Panadero le tocó el hombro a Sanfilippo y le dijo “salí afuera, vamos a arreglar esto como hombres”. Y se dieron.

Aquellas cuestiones se arreglaban así. Tenían suerte. No había celulares, camaritas, ni la prensa revisaba bolsas de basura. Tampoco cuando los rivales en la cancha salían de juerga nocturna. Podían ser rivales en el “verde césped”, como decía Labruna, pero eran amigos en los teatros de revistas y en los cabarets. El, Basile, Veira, Doval, Willington y tantos otros, se enfrentaba­n los domingos a la tarde y por las noches se encontraba­n en geografías más amables.

El sur natal lo llevó al lado de Ramón Cabrero para ser su ayudante hasta que Basile se lanzó como entrenador y aquella sociedad-amistad iniciada en el Cilindro y en las mateadas en lo de Tita Mattiussi siguió en los bancos. En Racing, en Boca, en Atlético, en la Selección. El Panadero debió recibir el Oscar al bajo perfil. Jamás hizo una declaració­n a la prensa cuando fue ayudante del Coco. Si se le preguntaba algo, levantaba las cejas y buscaba a Basile señalándol­e el camino correcto al cronista.

Esquivo con los periodista­s, bravo con los dirigentes. Cuando se hizo insoportab­le la convivenci­a de Basile con Jesús Gil y Gil, el presidente del Atlético de Madrid, Coco renunció con una frase recordada: “Metete el contrato en el orto. me pagás hasta hoy y yo me voy”. Y entonces surgió la voz ronca del Panadero: “A él pagale hasta hoy, a mí me pagás hasta la última peseta”.

Si a los veteranos se les murió uno de los tipos que los hizo felices de niño (si eran de Racing) o lo padecieron (si eran de otros cuadros y lo veían venir en cada córner en contra), para las nuevas generacion­es deslumbrad­as con tantos Maldinis, Sorines, Marcelos , la imagen que les queda es la del Panadero echándole talco a la espalda del Coco. Una injusticia. Esos chicos pueden preguntarl­es a sus padres (o abuelos) cómo jugaba Rubén Díaz. Les dirán que en la época del blanco y negro también había fútbol del bueno, laterales ofensivos, con técnica, guapos, recios, ganadores. Como el Panadero. ■

 ??  ?? Su regreso a Racing. Fue en la temporada 76-77. El Panadero cierra, con Cejas en el suelo, contra el Rojo.
Su regreso a Racing. Fue en la temporada 76-77. El Panadero cierra, con Cejas en el suelo, contra el Rojo.

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