Clarín

EL SOBRINO DE “DIOS”

El sobrino de Diego Maradona protagoniz­a una pieza en Mar del Plata que ventila los conflictos del clan.

- María Ana Rago arago@clarin.com

El “Chino” Maradona protagoniz­a una obra en Mar del Plata, en la que ventila los conflictos de su tío y el clan familiar.

Diez historias de vida. Nueve, ficticias. Una, real. En una sala no muy grande, pero bien acondicion­ada, sobre el escenario se recrea el consultori­o de un psicólogo, quien recibe a sus pacientes, uno por uno, para escucharlo­s y aconsejarl­os.

Todo eso sucede en Soñadores 2 (en el teatro Victoria, de Mar del Plata), en un espectácul­o que tiene como gancho la presencia y el testimonio de “El Chino” Maradona, sobrino de “El Diez”.

La guerra, la bulimia, el abuso -entre otros- son lo temas que transita la obra, que no puede evitar caer permanente­mente en lugares comunes. Sentado en su escritorio, el psicólo- go escucha golpes a su puerta y se levanta cada vez para recibir a sus visitantes. Casi todos llegan nerviosos.

Celeste es la primera, se sienta en el diván y relata los hechos que, de niña, la llevaron a ser quien es hoy: una prostituta. En el contexto de un libro algo reiterativ­o, aparece Walter, el Chino Maradona, el sobrino de Diego. Llega como un paciente más, pero en su relato no hay ficción.

Así como resulta un poco forzado que en esta comedia dramática algunos personajes terminen su escena cantando -aunque entonan muy bien- y en compañía de dos bailarinas danzando, también causa cierta extrañeza el relato de “El Chino”.

Su parte, más que un episodio del espectácul­o, parece una entrevista televisiva realizada al sobrino de “El Diez”, en la que responde acerca de la relación distante que mantiene desde hace unos años con su tío y del -según sus palabras-, excelente vínculo que antes los unía. O un grito silencioso en el que pide, ruega, casi implora a su tío que vuelva.

Camiseta de Boca, con el 10 en la espalda y el nombre, Diego. Gorrita y una actitud algo tímida. Se sienta en el diván y contesta el interrogat­orio del psicólogo -interpreta­do por Rodolfo Barone-. “Vengo por mi tío”, dice. “Diego es mi tío y estoy muy preocupado”, presenta su caso.

Nació en Villa Fiorito y vivió allí hasta los 10 años. Luego se mudó a La Paternal. Está casado y es padre de una niña de tres meses. Ahora tiene 44 años y elige hacer terapia frente al público. El tiempo en el que su relación con Diego era buena fue “fantástico”, define. “Tengo miles de anécdotas hasta que apareció su actual entorno. Es ella la que nos separa”, sentencia y, aunque no la menciona, se refiere a Rocío Oliva. Y arroja declaracio­nes explosivas, una tras otra.

“Su entorno no lo cuida”, por ejemplo. De las ex-mujeres de Diego, destaca a Verónica Ojeda. Guillermo Coppola no se salva de la lengua filosa del Chino, cuando habla del pasado de Diego. “Quiero recuperar a mi tío”, asegura. Lo extraña, quiere tenerlo al lado. También su escena termina con una canción, que él mismo interpreta -haciendo playback-, y que fue compuesta en homenaje a “La mano de Dios”. Después de “El Chino” llegan otros pacientes y, al final, juntos, dan un mensaje de esperanza.

En el programa de mano no figura el autor y director -que es Maximilian­o Ortuño-, que cuenta con un elenco marplatens­e, al que se suma Maradona sobrino. El nivel de las actuacione­s es desparejo. A algunas composicio­nes les falta fuerza, otras se imponen con más presencia.

Nueve personajes, nueve historias que buscan ser espejo de gente común que atraviesa problemas que pueden ser los de cualquiera. Un caso es diferente: el de “El Chino”. “Todo lo que le pasa a mi tío me pasa a mí”, dice. Y, por supuesto, no es una historia común, de esas que podrían sucederle a cualquiera. ■

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FABIÁN GASTIARENA Recuperar al tío. Pide “El Chino” en escena y hace su debut teatral.

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