Clarín

Córdoba, una ciudad que siempre sorprende

Últimas obras. El Centro Cívico, el Archivo y el Planetario

- Berto González Montaner Editor general ARQ / bmontaner@clarin.com

Córdoba no para de sorprender. Primero fue el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa, luego el Centro Cultural del Bicentenar­io y el Centro Cívico. Y, ahora, el nuevo Planetario Plaza, Cielo y Tierra, inaugurado recienteme­nte en el Parque de la Tejas.

El Museo Emilio Caraffa, ampliado en 2007, se encuentra en el Parque Sarmiento, a metros de Plaza España. Es una bien arriesgada intervenci­ón sobre el edifico diseñado en 1916 por el arquitecto húngaro Johannes Kronfuss. Sus autores, la oficina de arquitectu­ra GGMPU Arquitecto­s + Lucio Morini, con un gesto de modernidad casi provocativ­o cambiaron la lógica original del edificio neoclásico proyectado por el húngaro: anularon su acceso principal y usándolo casi como un “objet trouvé”, le adosaron nuevos y expresivos cuerpos para completar las salas y servicios del museo provincial.

Entre el Caraffa y el Museo Provincial de Ciencias Naturales está el Centro Cultural del Bicentenar­io. Una especie de gran manto ondulante que oficia de plaza pública y que aloja por debajo el Archivo Histórico provincial y un centro de exposicion­es. En realidad, el actual archivo nació como un edificio para celebrar el Bicentenar­io pero sin demasiadas precisione­s sobre cuál sería, en concreto, su uso. Así fue que una vez fallado el concurso y ungido ganador el equipo Cohen-Saal-Nanzer-CastañedaS­alassa-Tissot, el proyecto entró en un impasse que hizo dudar de su concreción hasta que cobró realidad cuando decidieron ubicar allí el Archivo, un auditorio y agregarle un elemento significat­ivo a la manera de hito urbano.

Los nuevos requerimie­ntos funcionale­s hicieron que aumentara la superficie del edificio de tal manera que la suave manta que lo cubría, (pensada para recorrerla fácilmente y desde su cima disfrutar de las vistas de la ciudad), ganara mayor altura con pendientes algo peligrosas no previstas en el proyecto original.

El nuevo Centro Cívico es otra de las obras sorprenden­tes de la ciudad de Córdoba. Proyectado también por el estudio GGMPU + Lucio Morini, se ubica en terrenos recuperado­s de las antiguas parrillas del ferrocarri­l. Tiene dos cuerpos relacionad­os a través de un espejo de agua: uno, bajo y apaisado; el otro, una robusta torre con forma de prisma facetado cuya superficie tiene perforacio­nes romboidale­s. Esta torre icónica, como sucedió con el Archivo, sufrió los cambios de pareceres de los funcionari­os gubernamen­tales y, según cuentan sus autores, quedó más retacona de lo que fuera concebida en el primer proyecto.

El año pasado fui con un grupo de alumnos de Arquitectu­ra de la FADU a hacer una de las clásicas recorridas por ciudades tal como hacemos todos los años. Para los arquitecto­s, ya les habré contado alguna vez, las ciudades son algo así como una gran biblioteca, llena de edificios, rincones y lugares que son como libros abiertos .

En uno de los circuitos, vistamos la Ciudad Universita­ria y varios de sus edificios emblemátic­os. Algunos ya clásicos como la Facultad de Economía de los estudios Revol-Díaz-Hobbs y Arias-Taranto; otros, más contemporá­neos, como la colección de edificios de Miguel Ángel Roca; y también el más reciente: la ampliación de la facultad de arquitectu­ra realizada por el estudio Cohen-Nanzer. Cuando con el contingent­e de alumnos atravesamo­s el Parque de las Tejas para dirigirnos hacia el Museo Caraffa, nuevamente una construcci­ón de extraña geometría nos sorprendió. ¿Qué y cómo será por dentro semejante aparato curioso incrustado en medio del parque, se preguntaro­n docentes y alumnos, mientras seguíamos viaje al Caraffa?

Al día siguiente fue el mismo Lucio Morini, autor de tamaño objeto, quien nos llevó a recorrerlo. Nos contó que el municipio de Nantes había donado un telescopio y andaba buscando domicilio. Su estudio intervino proponiend­o toda una movida urbano y arquitectó­nica para albergarlo.

Después de seis años de marchas y contramarc­has dio sus frutos y el llamado Pabellón del Cielo y la Tierra se ubicó en este sitio estratégic­o, un parque de unas 7 hectáreas de extensión donde antes estaba la Casa de Gobierno, llamada Casa de las Tejas. El proyecto incluyó la remodelaci­ón del parque que contó, además, con la apertura del Bulevar Chacabuco hasta el Pabellón Argentina de la Universida­d Nacional de Córdoba.

El flamante planetario es como un iceberg: gran parte de lo construido está sumergido. Lo que se ve, que emerge, es solo un tercio del edificio. Su forma es la unión de dos dodecaedro­s, que si se recordamos lo visto en clase de geometría, es un polígono regular de doce caras, donde cada cara está formada por un pentágono (cinco lados). Es que de eso se trataba, de buscar una geometría icónica y legible que junto a la llamativa torre metálica donde está el telescopio despierten la atención y la curiosidad de los más pequeños.

Cuando se entra al primer dodecaedro viene otra sorpresa. Aparece el edificio en toda su dimensión, casi un edificio de siete pisos de altura semienterr­ado, subdividid­o parcialmen­te por entrepisos de vidrio y de mallas metálicas, que permiten visualizar toda la dimensión del espacio.

La planta de acceso, denominada Pabellón Cielo está dedicada a la enseñanza de la astronomía y el sistema solar. Incluye un pequeño Planetario, el de Julio Verne, con capacidad de 50 personas. Los tres niveles de subsuelos son el Pabellón Tierra y allí los visitantes se sumergen en los misterios de nuestro planeta, la tierra, la geología y el estudio del fondo marino.

En contraposi­ción a los dos dodecaedro­s semienterr­ados, se eleva en forma de hito la torre donde está el telescopio para observar el cielo. La plataforma superior es giratoria. A ella se llega a través de una escalera que recorre el eje de la torre despegándo­se de ella. Todo es raro, infrecuent­e, sin precedente­s. Tanto la plataforma como la escalera están forradas por acero inoxidable pulido, cosa que hace que sobre esta estructura se refleje el paisaje, la vegetación circundant­e y el cielo.

La idea es que la arquitectu­ra convoque, estimule, inquiete y que cree ámbitos propicios para la divulgació­n científica, en especial, dirigida a un público diverso y sobre todo al escolar y a los más pequeños. “De manera tal, dicen los responsabl­es de la obra, que facilite llenar el saco del bagaje cultural del que todo ciudadano debería disfrutar”.

Una recorrida por los edificios más vanguardis­tas de la arquitectu­ra cordobesa reciente.

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Planetario. Lo que se ve desde el exterior es solo la tercera parte del edificio que se sumerge en la tierra. Al lado, la torre del telescopio.

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