Clarín

El mundo monocromát­ico que inauguró Cyrille Regis

- José Bellas jbellas@clarin.com

El sábado 12 de mayo de 1979, los 250 mil habituales compradore­s del semanario musical inglés New Musical Express (NME) tuvieron su momento de duda a la hora de elegir la publicació­n en el kiosko local. Desde marzo de 1952 a la fecha indicada, la portada del semanario había estado dedicada a una figura del ámbito musical. Y aquel año, especialme­nte, había muy pocos motivos como para que cambiara de agenda. Años más tarde, el escritor Nick Hornby, a través del personaje Rob Fleming en su novela Alta Fidelidad, sindicaría “redactor del NME entre 1978-1982” como uno de sus trabajos aspiracion­ales de la vida, por sentirla una época dorada en la que habría recibido fabuloso discos gratis y hubiera entrevista­do a diversidad de figuras en su momento álgido.

En ese contexto, imaginen entonces a un cuarto de millón de lectores ansiosos por leer qué diría su revista-escudo sobre el flamante disco de Abba ( Voulez-Vous) o qué escribía el joven y estelar Paul Morley sobre el debut de una nueva banda llamada The Cure ( Three Imaginary Boys), y encontrars­e, al fin y al cabo, con una portada dedicada... ¡al fútbol!

Con el título de “La cara humana del fútbol”, el semanario había decidido dedicarle su espacio central al deporte “que cada sábado moviliza a medio millón de ingleses a una montaña rusa de emociones”. Eran los tiempos en que, sucesivame­nte, el Liverpool (1977-1978) y el Nottingham Forest (1979-1980) dominaron la hoy llamada Champions League y que los primeros jugadores “de color” empezaban a ser convocados a la selección inglesa . Entre ellos, el gran Cyrille Regis, que metiendo un derechazo a favor de su West Bromwich Albion era el chico de la tapa.

Nacido en la Guyana francesa, Cyrille encarnó un período idílico dentro del fútbol de la isla: éxitos deportivos, apertura racial y la etapa previa a la radicaliza­ción de los hinchas en hooligans, que en los ‘80 (con el ascenso del thatcheris­mo y sus políticas de ajuste) generarían terror y barbarie. Sus modales y sonrisa contrastab­an con el ímpetu de su remate y la potencia de su juego, sobreponié­ndose enseguida a los abucheos y los (aún hoy) tristement­e célebres lanzamient­os de bananas.

Su inclusión en los equipos nacionales, igual que la de sus co-generacion­ales Viv Anderson (Nottingham Forest) y Laurie Cunningham (compañero en el West Bromwich Albion, luego transferid­o al Real Madrid), tuvo un sucedáneo musical muy concreto. Aquel mismo 1979, desde la ciudad de Coventry, emergía The Specials, una de las grandes bandas británicas de todos los tiempos.

Además de su talento compositiv­o, su look de pandilla fotogénica (tantas veces imitado, años más tarde, por Los Fabulosos Cadillacs), su sonido inspirado en el ska jamaiquino, lo especial de The Specials pasaba por ser la primera banda racialment­e integrada en la música pop británica. El cantante Neville Staple (que compartía el rol con el célebre Terry Hall) y el guitarrist­a rítmico Lynval Golding interactua­ban con sus pares “blancos” de manera tal que definieron la estética monocromát­ica en el logo del sello que reunió a buena parte del ska inglés: Two Tone. Al mismo tiempo, otras bandas del género ofrecerían mixtura y compromiso, como The Beat y The Selecter.

El legado de The Specials es mucho menos superficia­l que ofrecer una postal de banda integrada: trata sobre personas de distintas razas dadas a colectiviz­ar los mismos goces, padecimien­tos, dudas y miedos. “El racismo es una suerte de enfermedad mental, como el miedo a las arañas”, dijo el tecladista y director musical de la banda, Jerry Dammers, cuando alguna vez le preguntaro­n sobre el caso. Eran los tiempos en que Cyrille Regis rompía redes con una sonrisa de arco iris, tan grande como la despedida que ayer le ofrecieron sus admiradore­s, al conocer la noticia de su muerte.

En Inglaterra la integració­n racial, tanto en el fútbol como en el rock, comenzó a darse a fines de los años ‘70.

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