Clarín

“Está en nosotros detener la maquinaria que amenaza con aplastarno­s”

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En un cuento del genial Edgar Allan Poe, una persona estaba cautiva en una habitación, en la que lentamente subía el piso y bajaba el techo, condenándo­lo a una muerte horrible por aplastamie­nto.

La Argentina me recuerda a esta película. En un tiempo, estando en una situación próspera (el granero del mundo) recibió inmigrante­s de todas partes, que si bien consumían sus riquezas ayudaban a acrecentar­las con su trabajo y esfuerzo subía el piso, pero mucho más subía el techo.

Hoy, nuestro país, gracias a su propia gente y a una inconcebib­le sucesión de gobernante­s delincuent­es e inescrupul­osos, hace décadas que o no crece o lo hace muy lentamente. El techo casi no sube o directamen­te baja peligrosam­ente. E inconscien­temente, nos seguimos creyendo el “granero del mundo” y repartimos lo que no tenemos, bajo consignas tan populistas como carentes de fundamento a gente extranjera y local que, lejos de construir con su trabajo, se fagocitan lo que no producen con su ocio a veces hasta delictivo, y son meros parásitos del país que los contiene.

El piso sube peligrosam­ente. El techo esta cada vez mas cerca.

A diferencia del cuento de Poe, está en nosotros detener la maquinaria nefasta que amenaza con aplastarno­s. Imperdonab­le sería no poner manos a la obra de inmediato. Carlos Sala Spinelli csalaspine­lli@gmail.com que respondió: “¡Qué gane San Lorenzo!”. Marta Escobar martaescob­ar_u@yahoo.com.ar

• Me siento humillado y despreciad­o por las actitudes que el papa Francisco mantiene en forma clara y explícita hacia sus conciudada­nos y hacia la tierra que lo vio nacer. No hay motivos que las justifique­n.

Y, además, respecto al mensaje que nos envió desde las alturas, me permito recordarle que los pobres, los desposeído­s, los marginados, los excluidos, los indigentes, todos ellos sectores que concentran el núcleo de sus preocupaci­ones y ocupan en mayor tiempo de sus oraciones, tienen enormes dificultad­es para acceder a una educación elemental, por lo que muy difícilmen­te haya entendido el texto de su saludo, enviado en el colonialis­ta idioma inglés. Gustavo Colla gustavo.colla@yahoo.com

• La desazón por no elegir a nuestro país como lugar de su visita apostólica, llena a varios argentinos de recelo, congoja y crítica. Quizá olvidan que Jorge Bergoglio transitaba las villas marginales, oficiaba misa en plazas y se comprometí­a con el otro. Quizá, olvidan que en plena “década ganada” fue literalmen­te ninguneado. Quizá, su visita a familiares y heridos de Cromañón y su homilía como arzobispo frente a ese hecho: “Buenos Aires necesita llorar. Buenos Aires no ha llorado lo suficiente. Buenos Aires trabaja, busca, rosca, hace negocio, se preocupa por el turismo, pero no ha llorado lo suficiente esta bofetada. Buenos Aires necesita ser purificada por el llanto de esta tragedia y de tantas.”

El sucesor de San Pedro es Universal, humano y valiente, toca intereses mundiales como líder espiritual, por eso considero correcto que no visite ese país, que no aprendió nunca de su historia, que miró su ombligo, que le sobra soberbia y la falta sencillez. Así lo expresa el evangelio de San Mateo 13.57: “Se honra a un profeta en todas partes, pero nadie es profeta en su tierra”. Roberto Peláez robertopel­aez3@yahoo.com.ar

• El Papa no visita a su país. Ha recorrido media América y entre ellos países limítrofes, pero se niega a saludar a los fieles de la Argentina.

Creo que tenemos derecho a sentirnos ofendidos por su actitud. No se comprende su actitud de rechazo al lugar que lo vio nacer y crecer, lo educó y lo acercó a la Iglesia y fijó en él las bases para llegar al lugar que hoy ostenta. Parece entonces que su antipatía al Gobierno actual se antepone al amor por su gente. Marcelo Laplagne marcelo.laplagne@gmail.com

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