Clarín

La gira en Chile se convierte en la peor de los 5 años de pontificad­o de Bergoglio

Polémica. La visita tuvo menos presencia en los actos de lo que se esperaba. Los casos de pedofilia fueron gravitante­s en el desánimo. Las posiciones del Papa.

- Sergio Rubín srubin@clarin.com

Todos los indicios preanuncia­ban un viaje complicado. Acaso el más complicado de todos los que Francisco realizó hasta ahora en sus casi cinco años de pontificad­o. Porque, a diferencia de otras visitas donde la situación política de cada país desafiaba su capacidad de maniobra, el paso por Chile implicaba críticas o, al menos, indiferenc­ia hacia él mismo y, ante todo, hacia la propia Iglesia chilena. Y efectivame­nte no la tuvo fácil aquí, el país de América Latina donde menos se valora a Francisco y a la Iglesia católica, y que más fieles perdió: el acompañami­ento de la gente fue claramente menor del que se esperaba, sus palabras no tuvieron el habitual impacto y tampoco se acallaron las críticas.

El contraste más evidente fue con el viaje a Colombia, en setiembre pasado: Francisco había jugado fuerte a favor de los acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC, un asunto que divide profundame­nte a los colombiano­s (hace poco más de un año ganó por poco el rechazo a ellos) y todo llevaba a pensar que la mitad de los colombiano­s en cierta forma le daría la espalda. Pero su visita –más allá de la suerte de esos acuerdos- fue todo un éxito en cuanto a la respuesta po- pular y la atención con que se siguió sus prédica por la reconcilia­ción. Dicho sea de paso, más de un observador la tomó como una suerte de anticipo de su mensaje a favor del cierre de la grieta en una eventual visita a su país.

Ahora bien: No hay un solo factor que explique por qué a Francisco no le fue como en otros países. Es cierto que el caso de los abusos cometidos por clérigos hicieron estragos sobre todo en la imagen de la Iglesia chilena, pero también en la del propio Francisco por haber nombrado en 2015 obispo de Osorno a un prelado acusado de encubrír los abusos cometidos por el padre Fernando Karadima –el principal exponente de estos delitos dentro de la Iglesia chile- na- dado que durante años fue su colaborado­r en una iglesia de Santiago. Pero Francisco siempre defendió con énfasis su inocencia como ayer en Iquique ante los periodista­s: “No hay una sola prueba en su contra, todo es una calumnia”, dijo.

A ello hay que sumar el desdibujam­iento del otrora gran compromiso con los pobres que tuvo la Iglesia chi- lena, además de haber sido un emblema de la lucha por los derechos humanos durante a última dictadura militar.

No faltan quienes creen que el poderoso secretario de Estado del Vaticano en la segunda mitad del pontificad­o de Juan Pablo II, el controvert­ido cardenal Angelo Sodano, fue delineando una Iglesia muy conservado­ra –y falta de liderazgos- desde su anterior paso por el país como Nuncio. Y, por supuesto, también se suman las críticas de los pueblos originario­s contra la Iglesia católica por su papel en la conquista.

Finalmente, existe un factor de fondo: la pérdida de la religiosid­ad de la sociedad chilena, un fenómeno drástico de las últimas décadas, que no se verificaba –al menos con esa intensidad- cuando estuvo aquí hace casi 31 años Juan Pablo II. A contramano de América Central o Brasil, donde la Iglesia católica pierde fieles a expensas de las iglesias evangélica­s, en Chile –si bien hay un cierto avance evangélico- su principal desafío es el ateísmo y el agnosticis­mo. Y, en este sentido, empieza a “competir” con Uruguay, el país menos religioso de la región.

El cambio cultural en Chile –un países de trayectori­a católica, a diferencia de Uruguay- es, pues, el gran problema de fondo de la Iglesia católica y, por cierto, de las demás religiones. ¿Es un proceso que se ceñirá a los chilenos o que abarcará a otros pueblos en la medida que los jóvenes –los menos religiosos– lleguen a adultos y haya cierta mejora económica como en el país trasandino?

Con todo, no hay que desdeñar que Francisco congregó 400 mil fieles en el parque O’Higgins de Santiago, que cautivó a los fieles más comprometi­dos, que tuvo gestos muy simpáticos como casar a dos tripulante­s en pleno vuelo a Iquique. Acaso el saldo del viaje exija ahora una mirada en mayor perspectiv­a. ■

 ?? AFP ?? Crisis. El obispo Juan Barros, cuestionad­o por las víctimas de violacione­s oficiando misa. Atras, el Papa.
AFP Crisis. El obispo Juan Barros, cuestionad­o por las víctimas de violacione­s oficiando misa. Atras, el Papa.

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