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En la América profunda, entre los mineros, festejan el año de Trump

Fieles. En el pueblo de Welch defienden a su gobierno y acusan a los medios. Es que allí hay más trabajo desde que volvió a liberarse la explotació­n del carbón.

- Historias Paula Lugones plugones@clarin.com

El carbón es parte esencial de la vida de Cecil Patterson, de 53 años. Casado, dos hijos ya grandes, él comenzó a trabajar a los 18 en las minas de Welch, en el Estado de West Virginia, como casi todos en ese lugar que vivía del esplendor del oro negro en polvo. Primero con el pico y la pala en las entrañas de la montaña, luego afuera separando los distintos productos, más tarde a bordo de camiones de transporte del mineral.

Es que esta región, enclavada en la cadena de los Apalaches estadounid­enses, supo ser en los años 70 y 80 la zona de mayor provisión de carbón del mundo y muchos comparaban a la ciudad de Welch con una pequeña y vibrante Nueva York.

Pero cuando la industria comenzó a decaer, de la mano del auge de las energías renovables y las regulacion­es ambientale­s –buena parte de ellas instaladas por Barack Obama-, la ciudad se convirtió en un pueblo fantasma con negocios tapiados, calles rotas, gente sentada en la puerta de sus casas con la mirada vacía. Drogas, suicidios, desesperan­za.

La gente de esta ciudad de 2.000 ha- bitantes se quedó sin trabajo porque todos vivían del carbón y no sabían o podían hacer otra cosa. Eso le pasó a Patterson, que pudo pagar sus cuentas porque fue nombrado comisionad­o del condado. Pero el desempleo, la pobreza y la frustració­n asolaron a Welch. En este panorama, que se replica en varios rincones de la América Profunda, alejada de los centros urbanos, fue donde Donald Trump sacó la mayoría de sus votos en noviembre de 2016.

En Welch, un 80% de los habitantes, de mayoría de trabajador­es blancos sin educación secundaria, votó por el magnate. A un año de que Trump llegara a la Casa Blanca, ¿están mejor o peor? ¿Volverían a elegirlo? “Lo votaría otra vez, cada día que me levanto”, dice a Clarín desde Welch Patterson, un hombre que varias veces en su vida ha optado por un candidato demócrata. Hace un año, le había asegurado a esta correspons­al que “Trump al menos es alguien diferente. Seguro que no nos va a enterrar más de lo que estamos”.

Hoy está feliz porque vive otra realidad. “Estamos mejor. Hay nuevos puestos de trabajo en la mina, hay más operacione­s en la zona. La producción de carbón está en alza, lo que implica más impuestos para el condado y más infraestru­ctura que vie- ne”, se entusiasma Patterson.

Cuando llegó a la Casa Blanca, Trump implementó muchas de sus promesas a los habitantes de la América Profunda, ávidos de trabajo y progreso. Rodeado de mineros de carbón, el presidente firmó en marzo un documento que derogaba el llamado Clean Power Plan, uno de los documentos que enorgullec­ían a Obama, por el que EE.UU se comprometí­a a reducir los índices contaminan­tes de las plantas de carbón un 32% para 2030. “¿Ustedes saben qué significa esto, no? ¡Van a volver a trabajar!”, se ufanó Trump ante los mineros.

Más allá de que retiró al país del Acuerdo climático de París, Trump también firmó otra serie de decretos por los que derogó la prohibició­n a las empresas mineras de verter residuos en los ríos, frenó una norma que controla el vertido de metales tóxicos de las centrales eléctricas en las vías navegables públicas y también suspendió dos años la normativa que buscaba reducir la fuga de las emisiones de operadores de gas y petróleo.

Estas medidas y otras tantas indignaron a los sectores más progresist­as y vinculados con el medioambie­nte que vieron que Estados Unidos retrocedía en forma alarmante en el cuidado del planeta, con un presidente que ha llegado a decir que el calentamie­nto global es “un invento chino” para frenar el desarrollo de EE.UU. Pero fueron ampliament­e celebradas en el interior porque estas decisiones no sólo impactan en la industria del carbón: revitalizó construcci­ones de oleoductos y también de extracción del petróleo y gas, ya que también flexibiliz­ó los controles del “fracking”. Las empresas se sienten liberadas de la supervisió­n estatal y amplían la producción.

En el interior conservado­r –siempre reacio a los controles del Estadotamb­ién fue recibida con entusiasmo la reforma impositiva aprobada en diciembre, que recorta las tasas a las empresas de un 35% a un 21%. Esto tuvo un impacto inmediato: em- presas muy afianzadas en la América Profunda como WalMart, Wells Fargo, Comcast y AT&T, entre varias otras, aumentaron el salario mínimo y otorgaron un bonus de 1.000 dólares a cada trabajador, entusiasma­dos por los recortes. Otras empresas como Chrysler o Apple, anunciaron que repatriaba­n algunas plantas al país.

Trump acumula un buen récord económico, coinciden los economista­s. En este primer año en la Casa Blanca, Wall Street ha batido récords , el PBI crece al 3,6%, el desempleo cayó del 4,6% al 4,2% y creció el índice de confianza del consumidor. En el condado donde está Welch, uno de los más castigados del país por la falta de trabajo, el desempleo bajó de 10,6 en noviembre pasado a 8,4%.

“La situación está mucho mejor: después de tiempos tan duros, tenemos esperanzas”, dice Patterson. Y apunta que el condado tiene varios proyectos de infraestru­ctura y se están abriendo nuevos negocios.

Cuando al minero se le pregunta si no le importa que hayan levantado tantas regulacion­es ambientale­s, algo que, en definitiva, impactará en el futuro de sus hijos y sus nietos, responde: “En este condado hay mucha gente que hace enormes esfuerzos para pagar sus cuentas y segurament­e las personas ricas no se vieron afectadas por las regulacion­es ambientale­s, pero nosotros sí. Si cierran una planta de electricid­ad, una madre soltera o un hombre que trabaja en la mina de carbón va a pasar de pagar 130 a US$ 300 de luz. Yo entiendo lo que quiere decir el calentamie­nto global, pero hay que ver ambos lados de la cuestión”. Patterson dice que ahora esperan exportar carbón al extranjero y también contribuir a la industria del acero local. Y sobre la controvert­ida personalid­ad de Trump, señala: “A mí no me interesa su estilo personal, no todos somos iguales. Lo que importa es que haga un país más fuerte, con más empleo. Un país grande de verdad”. ■

 ?? DPA ?? Declaracio­nes. Trump habla con los medios antes de una reunión en el Pentágono. Su gobierno es bien visto en la “América Profunda”.
DPA Declaracio­nes. Trump habla con los medios antes de una reunión en el Pentágono. Su gobierno es bien visto en la “América Profunda”.

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