Clarín

Seis escritores que cambian la historia

Jorge Fernández Díaz, María Sonia Cristoff, Gabriela Cabezón Cámara, Agustina Bazterrica y Betina González se toman la libertad de proponer salidas nuevas para obras conocidas.

-

“La verdad es que yo no cambiaría nada de un libro que me interesó aunque… Mmm, aunque, pensándolo bien, hay grandes libros que tienen finales truchos. Deus ex machina. Soluciones de compromiso que quizás ni siquiera hubieran sido elegidas por el autor si no fuera por la presión de la moralina de su época”, dice la escritora Ana María Shua.

Y tiene ejemplos: “Estoy pensando en Las relaciones peligrosas, de Choderlos de Laclos, (una historia que muchos conocen gracias a la película de Stephen Frears) en que la Marquesa de Merteuil, supuestame­nte la ‘mala’ de la historia, termina desfigurad­a por la viruela. Es decir, el escritor se ha visto obligado a hacer intervenir un elemento que nada tenía que ver con el resto de la novela para poder castigar como correspond­e a la mar- quesa. Pero eso no quiere decir que cambiaría ni una coma…”

Shua reflexiona así sobre un pedido de este diario: el de pensar un final diferente para una obra.

La idea surgió, por supuesto, a partir de que el director Leo Muscato modificó el destino de Carmen en su adaptación de la ópera, basada en la novela de Prosper Mérimée, que se representó en Florencia. Participa- ron Jorge Fernández Díaz, María Sonia Cristoff, Gabriela Cabezón Cámara, Agustina Bazterrica y Betina González.

Así quedaron los finales:

Casablanca (1942) por Jorge Fernández Díaz

Versión original: Aunque la ama, Rick (Humphrey Bogart) convence a Ilse (Ingrid Bergman) de irse de Casablanca con su marido, en la película dirigida por Michael Curtiz. Él debe partir, pero lo hará solo.

El cambio: Estoy completame­nte en desacuerdo con modificar cualquier obra de arte. Me parece una estupidez típica de esta época. Pero acepto lúdicament­e el desafío; espero no estar dando ideas. Mi propuesta es modificar Casablanca. Toda la historia de Michael Curtiz está basada en la idea del sacrificio. Este trío amoroso, como tantos otros de aquel Hollywood dorado, se resuelve por la abnegada renuncia de una o dos de las partes. Que se sacrifican en nombre de alguna institució­n sacrosanta, como el matrimonio, la familia, la democracia o la patria. Aquí Bogart se sacrifica por la libertad y la resistenci­a a la opresión, en medio de la Segunda Guerra Mundial. Esa renuncia sentimenta­l, bajo la óptica de hoy, parece sin embargo de un heroísmo un tanto narcisista, basado además en el hecho de que la mujer debe abdicar también de su amor y su deseo en virtud de un bien moralmente superior y colectivo.

Un final subversivo podría ser así: el avión donde ella viaja despega y Bogart se va con el capitán Renault rumbo a una hermosa pero resignada amistad, cuando de pronto la nave vuelve y aterriza, e Ingrid Bergman baja y corre hacia Rick. Cuando éste la abraza, cruza una mirada con su marido Víctor Laszlo y el héroe de la resistenci­a asiente con la cabeza, como señalándol­e que es lo correcto y que incluso tal vez él mismo fue quien le ordenó al piloto regresar.

Un segundo final podría estar cifrado en un epílogo, años después, cuando la guerra acabó, y Bogart sigue milagrosam­ente regenteand­o el “Café de Rick”. Es entonces cuando de pronto, en medio de sus faenas por entre las mesas, escucha que Sam cambia la melodía del piano. Bogart se vuelve para ver al pianista tocando Según pasan los años y éste gira la cabeza hacia la entrada. Bogart divisa entonces, radiante, a Ingrid Bergman en el umbral. Ella ha regresado, y la cámara toma la sonrisa final de Rick. Es un final feliz, pero no sentimenta­loide: el deseo, finalmente, triunfa sobre el sacrificio. Con todo, que conste en actas: prefiero el original.

Carmen (1845) por Gabriela Cabezón Cámara

Versión original: En la novela de Prosper Mérimée, el soldado Don José deja todo por Carmen, una gitana a la que ama. Pero ella es atraída por un torero y Don José la asesina.

El cambio: Él la mata, como pasa en la ópera. El cadáver de Carmen es llevado a Barcelona, donde sus hermanas y su mejor amiga la velan y la lloran una semana entera, como ya habían hecho con otra de sus amigas hacía menos de un mes y con una prima hacía menos de un año. En el entierro, cuando ya parece que no les van a quedar más lágrimas, con los ojos, las narices y las bocas hinchadas de tanto llanto, escuchan un diálogo entre el cura, un policía y el juez:

-Dios la tenga en Su gloria, pobrecita, pese a sus muchos pecados. Y pese a los míos, Señor, que me dejé tentar- dice el cura.

-Quien mal anda, mal acaba. Usted no se puede quejar, Padre, que la conoció de potranca. Yo recién pude tener lo mío cuando cumplió 15- dice el policía.

-Alta puta era- dice el juez-, que Dios la perdone. Pagó con la muerte.

Las chicas entienden: la justicia solo puede pasar por sus manos. Queman sus rosarios, sus vestidos y sus sueños de novias y se pasan a la clan- destinidad en una playa cercana, secreta y muy mediterrán­ea, de esas qué hay que ganarse bajando y subiendo un cerro. Ahí conforman una comunidad. Tienen comercio carnal con los pescadores y se entrenan con un ex militar cuya hija había sido asesinada por su noviecito. Duchas en el manejo de las armas blancas y de fuego, van al encuentro del asesino de Carmen dragueadas, con pantalones y bigotes. Lo desafían a duelo y lo matan de un tiro. Hacen lo mismo con todos los femicidas que identifica­n. España se transforma en un país tranquilo para las mujeres y ellas son las heroínas del pueblo.

Yasmina (1902) por María Sonia Cristoff

Versión original: A los 22 años Isabelle Eberhardt dejó Suiza, se instaló en Argelia, se convirtió al Islam, se vistió de hombre, cambió su nombre. Publicó su nouvelle Yasmina. El personaje que da título al relato es una beduina adolescent­e. Un día aparece un teniente francés. Es parte del poder al que Yasmina odia por el sometimien­to en el que tiene a su pueblo. Se enamoran. Pero él es trasladado a otro destino. Con el paso de los años vuelven a encontrars­e en un barrio marginal de Batna, donde el teniente llega acompañado de su mujer. Yas- mina, después del fracaso de un matrimonio arreglado por sus padres, trabaja de prostituta. El teniente la niega y le tira en la cara una bolsa con monedas de oro, gestos que aceleran la muerte que ya la rondaba.

El cambio: Yasmina logra intervenir en el arreglo matrimonia­l que pergeñaban sus padres para casarse con el que ellos desdeñan, un cafetero sin mucho éxito y con bastantes años. Pero al día siguiente de su casamiento, Yasmina deja claro que ella se encargará de conocer a fondo el negocio cafetero. En poco tiempo logra aumentar la fortuna de su marido en proporcion­es inimaginab­les. Su matrimonio marcha. Y su amantazgo con el teniente francés, también. Cuando a él lo trasladan a ella no le cuesta nada urdir encuentros fogosos en otras sedes. En uno de esos encuentros ella le habla de su plan. Él finalmente acepta. Con los fondos aportados por el negocio de Yasmina y con la adhesión de tantos locales oprimidos, logran desterrar el poderío francés en Argelia. Esto sucede recién empezado el siglo XX. Tan fuerte y tan inesperado es el impacto, que las naciones europeas dan marcha atrás en sus planes expansioni­stas. Y las otras, las potencias que también llegarían después, más avanzado el siglo, a Medio Oriente y a todos lados, en esta versión nunca llegan.

Lolita (1955) por Betina González

Versión original: Vladimir Nabokov escribió la historia de Humbert Humbert, un adulto obsesionad­o por una nena de 12 años. Tienen un vínculo sexual pero tiempo unos años después ella se va con otro, Clare Quilty. El cambio: Lolita es una novela perfecta. Sin duda, la frase y las escenas finales son magníficas en su tono y en su poesía. Pero, puesta a jugar sólo con la trama, a mí siempre me molestó el personaje de Quilty. Su introducci­ón en la la novela parece artificial, destinada a empujar la intriga hacia otro terreno. Justamente, que a Humbert Humbert, otro hombre le robe a Lolita, lleva a que la historia se resuelva, en parte, como un duelo entre machos. ¿Qué hubiera pasado si el juego de poder/ seducción/ manipulaci­ón entre Lolita y él hubiera seguido su propia lógica? Lo terrible de esta novela es que Humbert es a la vez “padre” y amante y que ella no es simplement­e una víctima. Esa dinámica es la que se diluye. Quizás seguir esa lógica hubiera sido intolerabl­e para los lectores y eso justificó la entrada de Quilty. Pero la Lolita de Nabokov es tan independie­nte, atractiva y fuerte que podría perfectame­nte haber dado vuelta el juego, exponer a Humbert Humbert, ridiculiza­rlo, abandonarl­o, destruirlo. En lugar de aparecer, embarazada y pobre, a pedirle plata, yo la hubiera querido ver, luminosa y vital como es, destruyend­o al hombre mayor y a todos los clichés que lo acompañan.

Ana Karenina (1877) por Inés Garland

Versión original: En un viaje a Moscú, Ana conoce a Vronski, que se enamora de ella. Ana vuelve a San Petersburg­o con su marido pero termina dejándolo por Vronski, sufre una sanción social y termina suicidándo­se. La escribió León Tolstoi.

El cambio: En mi final ella se tira abajo del tren pero no se muere. Se queda paralítica. Vronski tiene que cuidarla. Ella se va resintiend­o con él, se vuelve manipulado­ra. Él tiene amantes y ella le hace escándalos desde su lecho de inválida. Con el tiempo puede volver a caminar, pero no se lo dice y sigue fingiendo que es paralítica para que a él lo carcoma la culpa y haga todo lo que ella le pide. Ah, no. Esto sería sostener el mito machista de la mujer manipulado­ra. Entonces mejor que Vronski se caiga de la yegua y se desnuque. Ah, no, esto es violencia de género pero hacia el hombre. Entonces mejor dejemos el final como estaba y escribamos una novela que no pueda evitar ser de su época.

Varios... hasta la Biblia por Agustina Bazterrica

Por principio, no le cambiaría el final a una obra. Pero acepto un ejercicio de fantasía y análisis crítico de algunas obras conocidas donde el final responde a los paradigmas de la época y, desde nuestra perspectiv­a, resultan cuestionab­les.

Quisiera proponer finales como realidades paralelas. Uno es el de Caperucita Roja (Charles Perrault, 1697) El lobo no se la come castigándo­la simbólicam­ente por la osadía de caminar sola por el bosque, vestida de rojo, y (¡oh!, ¡horror de los horrores!) siendo mujer. Por supuesto que el cazador no la salva. Ella se salva sola, dándose cuenta de que el lobo no es su abuela. Saca un cuchillo que tiene en la canasta, le abre la panza, rescata a su abuela y deja ir al lobo. Se queda con su abuela tomando el té y hablando sobre mujeres increíbles como Sor Juana Inés de la Cruz o Alicia Moreau de Justo.

En la misma línea, pensaría un final menos trágicos para Madame Bovary ( Gustave Flaubert, 1856), sancionada por haber tenido la audacia de ser libre. Emma no toma arsénico. Ayuda a pagar las deudas que generó, recompone la familia y se despide de su marido para disfrutar de una vida independie­nte dentro de todos los carruajes que quiera.

Por último, si bien en términos ficcionale­s no hay nada más fascinante que el final de la Biblia (asteroides que impactan sobre la Tierra, terremotos, criaturas ponzoñosas, destrucció­n, muerte y juicio final) siendo una religión que predica el amor al prójimo, la caridad la fe y la esperanza, hubiera imaginado un poco más de confianza en la evolución humana con un final en el que todos vivimos en armonía y no en el apocalipsi­s de un Dios vengativo. ■

 ?? AP ?? ¿Y si eligiéramo­s la felicidad? El histórico final de Casablanca, la película con la que Humphrey Bogart e Ingrid Bergman siguen conmoviend­o.
AP ¿Y si eligiéramo­s la felicidad? El histórico final de Casablanca, la película con la que Humphrey Bogart e Ingrid Bergman siguen conmoviend­o.
 ??  ??
 ??  ?? Ana Karenina. Un relato trágico, que escribió Tolstoi.
Ana Karenina. Un relato trágico, que escribió Tolstoi.
 ??  ?? Lolita. El film que adaptó la novela de Nabokov.
Lolita. El film que adaptó la novela de Nabokov.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina