Clarín

“La mente aprende más rápido, pero el cuerpo no olvida”

La actriz italiana , forjada en el mítico Odin Teatret, vuelve al país para presentar dos performanc­es.

- Juan José Santillán jsantillan@clarin.com

La historia de la actriz italiana Roberta Carreri es extraordin­aria y pertenece a una parte del teatro del siglo XX. Nacida en el ‘53 en Milán, hija de un obrero de Alfa Romeo y una ama de casa, intentó ser bailarina cuando era niña. En su libro Rastros cuenta que “soñaba con ser admitida en la escuela de danza de la La Scala. Me habían dicho que también las niñas pobres podían entrar […] en las fotos de aquella época me veo delgada como un palo, con bermudas y el pelo cortísimo”. Con el tiempo no se convirtió en bailarina de La Scala, pero se sumó a una formidable experienci­a teatral de autogestió­n y aprendizaj­e, el Odin Teatret, donde continúa hasta hoy. Dos performanc­es vinculadas a estas vivencias presentará desde mañana en Buenos Aires.

A comienzos de los ‘70, a la par de sus estudios universita­rios y a su militancia en grupos de la ultra izquierda italiana, Carreri conoció el Odin Teatret. ”No tenía la decisión de ser actriz, la decisión me tomó - dice. Estudiaba Historia del Arte en Milán y en 1973 vi un espectácul­o del grupo que me impresionó mucho. Un día después asistí a una muestra de trabajo de dos actores del grupo (Iben Nagel Ramussen y Jans Christians­en) bajo la guía de Eugenio Barba, seguida por una charla con los espectador­es. Decidí hacer una tesis sobre ellos. En abril de 1974 fui a su sede en Holstebro, Dinamarca, para estudiar, pero al cabo de una semana de trabajo me encontré siendo parte del grupo. No terminé mi tesis y nunca dejé de trabajar en el Odin Teatret”.

Aunque no existe un “método Odin”, todos los actores que integran el grupo transmiten en demostraci­ones abiertas al público sus maneras de trabajar la improvisac­ión, la técnica vocal y de acciones físicas. “Mi primera experienci­a como pedagoga fue en el otoño de 1974, solamente seis meses después de ingresar en el grupo –recuerda Carreri. Fue un momento difícil porque era la más nueva y no había hecho teatro antes de ingresar al Odin. La pedagogía teatral me permitió focalizar mi atención sobre muchos retos de mi profesión y sobre cómo encontrar propuestas para solucionar­los. El cuerpo necesita más tiempo para aprender que la mente, pero el cuerpo no olvida”.

-¿Cuál es la diferencia entre las demostraci­ones de trabajo que presentará­s en Buenos Aires y los unipersona­les que has realizado como “Judith” y “Sal”?

-Tanto las muestras de trabajo como los espectácul­os unipersona­les son performanc­es. Pero en las primeras el cuento es épico: contamos a los espectador­es nuestra experienci­a profesiona­l. En los espectácul­os, como Judith, por ejemplo, cuento la historia de una mujer que viaja en busca de su amado, recordando momentos de su historia de amor.

-El año pasado estuvo el Odin Teatret en Buenos Aires, ¿cuál ha sido tu vínculo con esta ciudad?

-La primera vez que vine a Buenos Aires fue en 1987 con El evangelio según Oxyrrincus, que presentamo­s en el Cervantes. Era Pascuas y participam­os con nuestros personajes de calle de la gran manifestac­ión en contra del intento de golpe contra (Raúl) Alfonsín, en Plaza de Mayo. Mis compañeros del Odin en zancos llevaban un cartel gigante que decía: Por la alegría, contra la muerte. Fue un momento fuerte. Luego, cada vez que regresamos fue gracias al esfuerzo de Silvia Pritz, a quien estamos agradecido. El entusiasmo de nuestros espectador­es sigue intacto. ■

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MARTÍN BONETTO Carreri. Discípula del Odin Teatret, de regreso.

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