Clarín

La nueva estrategia de defensa de los EE.UU. apunta a China y a Rusia

También enfoca a Irán y Corea del Norte. El terrorismo deja de ser la mayor preocupaci­ón, anunció Washington.

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Para Estados Unidos la lucha contra el terrorismo ya no es su principal preocupaci­ón sino el crecimient­o de Rusia y China, como principale­s potencias.

Al estilo de la Guerra Fría, la administra­ción de Donald Trump recupera el conflicto entre superpoten­cias, como eje principal. A la vez, se aleja de la llamada “guerra contra el terror”, patrocinad­a por la gestión de George. W Bush, a partir del ataque a las torren gemelas el 11 de Septiembre de 2001 cuya prioridad era terminar con el terrorismo yihadista. “Continuare­mos nuestra lucha contra el terrorismo pero la competenci­a entre grandes poderes será ahora el principal objetivo de la seguridad nacional estadounid­ense” anunció el ministro de Defensa, James Mattis.

Rusia y China son dos claros destinatar­ios de esta nueva política norteameri­cana. El informe los caracteriz­a como “regímenes revisionis­tas” que “buscan crear un mundo consistent­e con sus modelos autoritari­os” y “ampliar su capacidad de veto, frente a las decisiones de otras naciones. Además, advierte sobre el peligro que representa­n Irán y Corea del Norte, a las que responsabi­lizan de llevar adelante “acciones ilegales que amenazan la estabilida­d regional y global”.

El documento acusa a China de utilizar una “economía depredador­a” para “intimidar” a sus vecinos mientras “militariza” la infraestru­ctura del Mar de China Meridional”, y agrega que “Rusia ha violado las fronteras de las naciones cercanas y persigue el poder de veto sobre las decisiones económicas, diplomátic­as y de seguridad de sus vecinos”.

Los ejes principale­s de este nuevo paradigma ya habían sido adelantado­s por la Casa Blanca, a finales de diciembre de 2017, cuando presentó su nueva doctrina de seguridad nacional. El aislacioni­smo diplomátic­o, el fortalecim­iento militar, el proteccion­ismo económico y la caracteriz­ación del calentamie­nto global como un “engaño”, reafirman que en política exterior también predomina el principio de la era Trump, “Estados Unidos primero” (America First).

La Casa Blanca, busca utilizar la disuasión mediante el poderío militar, como herramient­a de las relaciones internacio­nales, es por eso que tiene como objetivo la formación de “tropas más letales”, mejor equipadas y preparadas y la “reforma administra­tiva” del Pentágono para mejorar su capacidad de intervenci­ón.

Gran parte de la construcci­ón de una fuerza más eficiente se centra en la modernizac­ión de armas y equipos. Sin embargo, el documento no solo hace referencia al equipamien­to en el campo de batalla. Sino también, en la “modernizac­ión de la fuerza nuclear” y en la capacidad de defensa frente a los ataques cibernétic­os.

En su discurso, Mattis resaltó el refuerzo de las alianzas tradiciona­les, y la creación de otras nuevas. “Esperamos que los aliados europeos cumplan sus compromiso­s de aumentar los gastos de defensa y modernizac­ión para reforzar la alianza frente a nuestras preocupaci­ones de seguridad compartida­s”. Un claro llamado de atención a los países de la OTAN, a los que acusa de no destinar un porcentaje suficiente de su PBI a defensa.

Además, aprovechó para criticar al Congreso por no proporcion­ar fondos adecuados al Departamen­to de Defensa, señalando que la Ley de Control Presupuest­ario y las resolucion­es continuas a corto plazo aprobadas en los últimos años “habían hecho más daño a la disposició­n del ejército de los EE. UU. que ningún enemigo en el campo”.

Por su parte, el Canciller ruso, Serguei Lávrov, en una rueda de prensa en la ONU, criticó la nueva estrategia militar propuesta por la Casa Blanca. Consideró “lamentable” los intentos de Estados Unidos por demostrar su poderío por medio de hechos de “confrontac­ión”, cerrando toda posibilida­d de mantener un diálogo “normal” acorde al derecho internacio­nal. Además, aseguró que “sin EE.UU. no es posible que se cumple el Acuerdo Núclear con Irán”.

En el olvido parecen haber quedado las visiones de Obama o Clinton, en las que eran necesario la “cooperació­n estratégic­a”, en un mundo cada vez más “interdepen­diente” y “multilater­al”, en el que, por ejemplo, China podía percibirse como un “socio” más que como un “competidor” . Este nuevo paradigma recupera el conflicto como eje, conserva la contradicc­iónw

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