Macri ordenó más controles de los planes que reciben los piqueteros
Sus dirigentes dejarán de manejar las planillas de inasistencias a cursos y tareas. Así, buscan reducir el peso que tienen sobre los más de 260 mil beneficiarios.
Le pidió a la ministra Stanley un mayor seguimiento de las contraprestaciones de los beneficiarios. El Estado gasta $ 19.000 millones anuales en estos programas, y el 25 % de los “Argentina trabaja” es administrado por organizaciones piqueteras.
Tras un año de cortocircuitos pese a la inversión récord en materia social, y empujado por un diciembre de conflicto en las calles, el Gobierno gesta un plan para quitarles peso a las organizaciones sociales. Apuntará a garantizar la libertad de elección de las personas que perciben planes.
Concretamente, según pudo confirmar Clarín de altas fuentes oficiales, la idea es ampliar la oferta de cen- tros de capacitación y formación profesional y de desarrollo de tareas a los que deben asistir los 261 mil beneficiarios de los planes “Argentina Trabaja”, “Ellas Hacen” y “Desde el Barrio” para cobrar los $ 4.430 por mes que les paga el Estado.
Esto, de forma directa, recortará el poder de los líderes piqueteros que tienen el manejo de un porcentaje importante de planillas de “asistencia”. Aunque en la práctica no es significativo el número de planes que se dan de baja por inasistencia, en el Go- bierno creen que utilizan esa herramienta para direccionar a la gente políticamente. “La amenaza siempre fue ‘ vení a la movilización, si no te paso ausente’. Queremos que eso ya no esté más en juego”, sostienen.
Para tomar dimensión del impacto que tendría sobre las organizaciones sociales, sólo basta repasar estimaciones oficiales: nuclean a cerca de 60 mil beneficiarios de planes y a alrededor de 50 mil trabajadores (de los 120 mil) que perciben el Salario Social Complementario, contempla- do en la Ley de Emergencia Social.
Actualmente, incluidos los movimientos sociales, hay 250 entes ejecutores, pero la nómina se multiplicará. En principio, se habilitará a que la gente pueda optar por cursos de formación en más institutos primarios, secundarios y terciarios, y también se ampliarán los centros para hacer prácticas de impacto público, entidades sin fines de lucro y municipios. “Se va a cambiar el paradigma y se va invertir la carga de la prueba: en vez de que dependan de un puntero que valide su asistencia, podrán elegir de una larga lista dónde ir a formarse”, indicaron en el Gobierno.
La intención es que los cambios se implementen en los próximos meses, pero mientras se avanza en los detalles la orden fue mantenerlo bajo reserva. Tanto que el tema no abordó en la última reunión de seguimiento de política social que encabezó Mauricio Macri la semana pasada. Allí hubo, entre secretarios y asesores de menor rango, unas 20 personas: demasiadas para contener la filtración. Un puñado de funcionarios está al tanto de la iniciativa en la que trabajan el jefe de Gabinete, Marcos Peña, el poderoso vicejefe Mario Quintana y la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley.
En el Gobierno juran que se trata de “una iniciativa sobre la que se trabaja hace mucho tiempo”, pero tomó impulso en las últimas semanas. En rigor, antes resultaba inviable por falta de información. Ahora, luego de una radiografía de todos los planes nacionales que realizaron en la Secretaría de Economía Social que lidera Matías Kelly, el escenario es distinto. También en lo político. Es que el debate sobre qué hacer con las organizaciones sociales estuvo abierto desde diciembre de 2015. En principio ganaron quienes propusieron incursionar por la senda dialoguista. Y si bien la Ley de Emergencia Social reclamada por el amigo del Papa y líder de la CTEP, Juan Grabois, Daniel
Menéndez (Barrios de Pie) y Juan Carlos Alderete (CCC) fue el mayor exponente. La lista de concesiones que hizo el Gobierno para garantizar la paz social es larga: el bono de fin de año para trabajadores de la economía popular, mientras se negó el plus a
los jubilados, fue el último gesto. No obstante, el vínculo se tensó cada vez que los dirigntes piqueteros se plegaron a las marchas opositoras. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich fue una de las que más se quejó, sin éxito. Pero en diciembre la
reforma previsional volvió a abrir la discusión. “Les damos los planes, los empoderamos y nos movilizan la
gente cada vez que pueden. Algo hay que hacer”, se quejaron desde el sector más duro, tras las violentas marchas de diciembre que erosionaron la imagen del Gobierno.
Ni siquiera los más dialoguistas pudieron rebatir ese argumento. Aun cuando las organizaciones, una vez iniciados los incidentes, decidieron retirarse como gesto al secretario de Gestión y Articulación, Carlos Pedrini, que por pedido de Stanley recorrió las calles ese día. A diferencia de otras ocasiones, ahora hay unanimidad respecto a la conveniencia de cambiar de estrategia. “Cuantos más entes, menos clientelismo”, razonan. El Presidente, confían, es el primero en apoyar el plan: la semana pasada, parafraseando al Papa, volvió a pedir “insistir con la cultura del trabajo”.