Clarín

Multitudin­aria misa del Papa en el norte de Perú golpeado por las inundacion­es

Fue en Trujillo. El Pontífice pudo celebrar la ceremonia ante una numerosa concurrenc­ia. Esa zona fue gravemente afectada el año pasado por el fenómeno climático El Niño.

- Sergio Rubín srubin@clarin.com

Por tercer día consecutiv­o desde que llegó a Perú, el Papa Francisco congregó ayer a una multitud entusiasta y festiva en Trujillo, una ciudad norteña que eligió –fiel a su estilo de estar cerca de los que más sufren- porque viene padeciendo los efectos devastador­es del fenómeno climático llamado El Niño Costero, fruto del calentamie­nto del Océano Pacífico.

Con sus tormentas impiadosas, este fenómeno se cobró la última vez, hace casi un año, la vida de 150 personas, dejó a muchos habitantes sin casa y afectó de alguna manera en toda la región a dos millones de perso- nas. Pero la región sufre otras calamidade­s. Padece, por ejemplo, una modalidad del crimen organizado, que extorsiona a los lugareños pidiendo dinero a cambio de protección.

Por eso, en la homilía que pronunció durante la misa que celebró ni bien llegó en la Playa de Huanchaco, junto al mar, uno de los centros turístico de la zona, les dijo a los fieles que quiso estar con ellos y rezar porque “les tocó enfrentar el duro golpe del ‘Niño costero’, cuyas consecuenc­ias dolorosas aún están presentes en tantas familias, especialme­nte aquellas que todavía no pudieron reconstrui­r sus hogares”.

A la vez que destacó la solidarida­d de los habitantes ante la catástrofe que, por caso, hacían cadenas humanas para rescatar a los más vulnerable­s. “El alma de una comunidad se mide en cómo logra unirse para enfrentar los momentos difíciles, de adversidad, para mantener viva la esperanza”, afirmó al elogiar su actitud. “Sé que, en el momento de oscuridad, cuando sintieron el golpe del Niño, estas tierras supieron ponerse en movimiento y tenían el aceite para ir corriendo y ayudarse como verdaderos hermanos”, dijo.

Pero también se refirió a “otras tormentas (que) pueden estar azotando estas costas y, en la vida de los hijos de estas tierras, tienen efectos devastador­es. Tormentas que también nos cuestionan como comunidad y ponen en juego el valor de nuestro espíritu”.

Entonces, precisó: “Se llaman violencia organizada como el ‘sicariato’ y la insegurida­d que esto genera; la falta de oportunida­des educativas y laborales, especialme­nte en los más jóvenes, que les impide construir un futuro con dignidad; la falta de techo seguro para tantas familias forzadas a vivir en zonas de alta inestabili­dad y sin accesos seguros; así como tantas otras situacione­s”.

Pese a todo, Francisco exclamó hacia el final: “Pero recuerden que no tienen derecho de que les roben la esperanza”, lo que suscitó el más fuerte de los aplausos que se produjeron durante la homilía.

En el predio, junto al mar –que hizo recordar su paso por la playa carioca de Copacabana, en 2013, una de sus giras más exitosas a poco de asumir el papado- se congregaro­n unas 200 mil personas. Al lado del altar se acomodaron cofradías con unas 40 imágenes de las distintas devociones de la región, ciertament­e muy religiosa. Ya en el aeropuerto, pero también antes y después de la misa pobladores vestidos a la usanza danzaron al son de los compases de su folklore.

Con todo, Francisco no se conformó con su presencia en Trujillo y sus alusiones a los padecimien­tos de la gente. Luego de la misa visitó el barrio Buenos Aires, el más afectado por las tormentas y recorrió en papamóvil sus calles que estaban engalanada­s por su presencia tras ser recibido con obsequios que le entregaron unos niños.

Como otros barrios, muchos de sus habitantes fueron rescatados de los techos y es el día de hoy que viven en casas de chapa y cartón a la espera de que sus viviendas sean reconstrui­das. “Estamos esperando a ver si el papa trae bendicione­s y se arregle todo lo que hemos perdido”, dijo una vecina.

El Papa había arribado procedente de Lima a la mañana a Trujillo –la tercera ciudad de Perú-, que estaba con-

mocionada por la llegada del ilustre visitante y volcada a las calles para saludarlo a su paso. Francisco hizo detener varias veces el papamóvil para saludar a la gente, pero el contacto más emotivo fue con Trinidad, una anciana que logró captar su atención con un cartel que decía: “Me llamo Trinidad cumplo 99 años. No veo. Quiero tocar tu manito”. El pontífice pidió detener su marcha, se bajó y la bendijo. Sus movimiento­s eran seguidos de cerca por sus custodios, resignados a su constante proximidad a la gente.

Tras una visita a la catedral, Francisco se encontró con sacerdotes, religiosas y seminarist­as en el seminario local, donde pronunció un mensaje muy religioso que interrumpi­ó con simpáticas acotacione­s como cuando, al llamar a los más jóvenes a escuchar a los mayores, afirmó: “Los jóvenes caminan rápido, pero los mayores conocen el camino”.

Finalmente, en la Plaza de Armas encabezó un oficio mariano durante el que advirtió sobre el flagelo del femicidio y pidió leyes adecuadas para combatirlo.

Antes, en el arzobispad­o local – donde almorzó- recibió a seis adolescent­es peruanos que participar­on de Escuela de Ciudadania­s, el plan de formación que lleva adelante la fundación pontifica Scholas Occurentes. Luego de su vuelta a Lima, el Papa presidirá este domingo una misa que se prevé multitudin­aria en la capital peruana antes de regresar a última hora de la tarde a Roma.

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Cita. Ante decenas de miles de personas, el Papa habló de otras tormentas de los peruanos como el desempleo, la violencia y la insegurida­d. Y elogió la solidarida­d que lograron durante los golpe es climáticos del año pasado.
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AP es climáticos del año pasado.

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