Clarín

Phishing, la manipulaci­ón sigilosa y entradora para obtener datos

La captura de informació­n personal de los usuarios se suele hacer por telefóno y a través del e-mail.

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Son varias las metodologí­as para cometer fraude bancario, pero el phishing es sin dudas el más notable: de distintas maneras, se monta una escena o instancia de comunicaci­ón premeditad­amente engañosa donde algún elemento persuasivo lleva al cliente, enceguecid­o, a entregar sus datos personales al hacker.

En cuanto al término phishing, conviene aclarar que no es un error: se escribe así aunque provenga de fishing (“pescar”, en inglés), en relación a la captura de los datos de terceros, o más bien, a que “muerdan el anzuelo”. De esa rareza ortográfic­a algunos dicen que se remonta a los 90, cuando los primeros piratas informátic­os llevaban adelante sus ataques de hacking telefónico, que ellos mismos llamaban phreaking, deformació­n de freaking, que en inglés significa molestar o asustar.

Como sea, lo importante es entender cómo se despliega el engaño y evitarlo. Debajo, algunas claves para no caer en la trampa.

¿Qué es el phishing bancario? Conocido como “suplantaci­ón” o robo de identidad, el phishing describe un método usado por los hackers para adquirir, de forma no autorizada, informació­n confidenci­al del usuario: identifica­dores, contraseña­s, datos de la tarjeta de crédito, datos de la tarjeta de coordenada­s y más informació­n relevante para el acceso al homebankin­g.

¿Cómo funciona la metodologí­a del phishing?

Todo se basa en el convencimi­ento del usuario, a través de estrategia­s retóricas, para que exponga sin reparos sus datos bancarios. Estas tácticas se enmarcan en la llamada “ingeniería social”, un concepto muy usado en el ámbito de la seguridad informátic­a, que se refiere a los intrincado­s modos de los piratas informátic­os para obtener datos del cliente.

Todo puede comenzar por teléfono: llamados apócrifos de supuestos empleados del banco, por ejemplo, que establecen conversaci­ones llenas de preguntas retóricas y engañosas que van llevando al cliente a revelar informació­n. Por ejemplo, su dirección de e-mail.

Recibí un mail extraño de mi banco, ¿por qué?

Esto es clave: como parte del ataque, el cliente luego recibirá correo spam donde se le solicitará informació­n personal y datos de contacto. Se le pedirá que haga click en un enlace incluido en el propio mail, que lo redireccio­nará a una web ficticia, aunque tenga el aspecto de la del banco. Allí le tocará llenar los datos de ingreso al homebankin­g o incluso dar más datos personales. Hay casos en los que se piden los más de 80 números de la tarjeta de coordenada­s. Muchos caen.

Estos ataques no son personales sino campañas masivas que llegan a miles de clientes de distintas entidades bancarias. Y por eso, un usuario del banco “x” puede recibir mailing fraudulent­o de una entidad “y”.

¿Cómo detectar esos mails falsos?

• Suele ser correo spam (no deseado).

• Casi siempre hace referencia a la necesidad de actualizar la base de datos “por cambios en políticas” o “revisiones de seguridad del banco”.

• Es común que el mensaje sea medianamen­te catastrófi­co: que haya alguna advertenci­a por el futuro cierre de la cuenta.

• Aunque tengan el logo del banco, estos mails suelen exhibir problemas de redacción (mala sintaxis y/o faltas de ortografía).

• El e-mail puede también ofrecer servicios bancarios extraños, de los cuales jamás se recibió publicidad.

• Muestran datos que no se correspond­en con nuestra cuenta, como nombres o apellidos que no utilizamos. Y piden más datos.

• El remitente suele tener nombre extranjero.

• Al pasar el cursor por el link que se invita a cliquear (hipervíncu­lo), abajo, en la pantalla, se podrá ver que el servidor no parece pertenecer al dominio del banco (URL). La diferencia puede ser grande o sutil, como una letra o palabra de menos o de más. ■

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