Viaje al Tronador, el paraíso andino que puede ser una trampa para los inexpertos
Es la montaña más alta de Bariloche y a la que quería subir Joaquín Santos, el joven que pasó 9 días extraviado. Clarín acompañó a los turistas que emprenden la aventura.
A los pies del cerro Tronador hay un paraíso escondido. Es una geografía única e indescifrable y, por eso mismo, hasta cierto punto peligrosa. Se estima que más de 46 mil turistas cada año se adentran en la zona de montaña para recorrer el volcán dormido hace 1 millón de años, pero solo la mitad deja registrada su intensión de escalarlo y conocer sus laderas en el Libro de Trekking del Parque Nacional Nahuel Huapi.
Joaquín Santos, quien estuvo perdido durante 9 días en las cercanías del cerro, fue uno de los tantos jóvenes que buscan escribir su propia aventura ante una naturaleza que no siempre admite contemplaciones.
Santos tuvo suerte y un grado no despreciable de actitud que le permitieron contar la historia. Contrariamente a lo que millones imaginan en los centros urbanos, la montaña es un sitio en el cual el ser humano no es bienvenido. Los senderos son estrechos y se cierran sobre sí mismos producto de la vegetación. Los ríos resultan increíblemente fríos (-4) y bastan poner un pie desnudo durante segundos para sentir el congelamiento. El sol arremete. Y las distancias son bastas sin comida y con pocas señales entre un refugio y otro levantado por los hombres. Como contrapartida, el paisaje imponente exhibe una belleza desnuda y brutal.
Los guardaparques tienen una consigan que no temen pronunciar a cada turista que viaja en soledad: “Si andás solo, no vayas”. Pero los jóvenes hacen oídos sordos a estas palabras y “se mandan”. En los senderos que conducen a los puntos de atracción que se desprenden del Tronador, este diario se cruzó una y otra vez con caminantes menores de 30 años escasamente preparados para la montaña. La mayoría en zapatillas –deberían llevar calzado de trekking--, sin equipaje o demasiado cargados pa- ra hacer un día o dos de caminata – en trayectos cortos son ideales las mochilas pequeñas-, sin protección solar o contra insectos –dos incomodidades que pueden tornarse muy molestas--, sin mapas o GPS ni conocimiento de la montaña en general.
La Patagonia es hermosa más no amable. Detrás de las típicas postales se esconden las dificultades. En este sentido, quienes más padecen la ausencia de estructuras son los europeos o los norteamericanos. Los caminos que conducen al Tronador se muestran estrechos y pedregosos.
Clarín fue testigo de una situación que pudo haber terminado en un accidente. Dos turistas belgas acercaron su vehículo, un Chevrolet Corsa,
al borde del camino que limita con un precipicio. El vehículo perdió “pie” y quedó con dos de sus ruedas en el aire. Sus ocupantes debieron salir por el lado del chófer. En minutos se hizo una extensa fila de autos mientras un grupo intentaba moverlo con una camioneta. Una decisión conservadora hubiera implicado volver a Bariloche (unos 70 kilómetros desde allí) y contratar una grúa. Los belgas aceptaron el consejo “nacional” de tirarlo con la 4x4. Salió bien. Ni un rasguño. “Bienvenidos a la Patagonia”, le decimos y sonríen aliviados. “Es que no estamos acostumbrados, en Bélgica los caminos no son así”, explican.
Desde la Pampa Linda arrancan los senderos que permiten ir a diversos puntos de atracción: Mirador del Valle, Refugio Agostino Rocca, Refugio Otto Meilling, Cerro Volcánico, entre otros. Nombres para designar glacia- res, cascadas, lagos, bosques y refugios que en algunos casos se elevan hasta casi los 2000 metros como es el caso del Meilling.
El 6 de enero Santos escogió uno de los trayectos más cortos del “menú”, la Laguna Ilón. Es también el destino de las nuevas generaciones. Las cascadas han quedado para padres, abuelos y familias. Son cuatro horas de caminata y su dificultad es considerada Alta en esta época del año. De mayo a octubre pasa a “Muy Alta”.
En el sendero los turistas se encontrarán con una vegetación tupida. Es difícil descubrir las marcas que guían en la dirección correcta. Los accidentes geográficos son comunes. Troncos a modo de puentes entre dos puntos y crecidas de ríos donde el agua alcanza la cintura y la velocidad de la corriente supera los 5 kilómetros por hora. “Es increíble cómo andan por aquí. Sin equipos, sin GPS, no saben dónde están. Cuando iba para la laguna se me pegaron dos pibes durante dos días porque no conocían el trayecto, al final se quedaron porque iban muy lento”, explica Alex, un norteamericano de Nueva York con amplia experiencia haciendo trekking.
El paisaje en toda el área es cambiante. La vegetación levanta túneles en primavera que impiden observar el cielo y tener puntos de referencia. En algunos sectores el Tronador con sus 3491 metros de altura se pierde entre los demás cerros y el bosque frondoso. En el área abundan los animales. Vacas, caballos y zorros se dirigen hacia sus picadas.
“Vinimos por el día, no conocemos mucho pero salimos a dar una vuelta, no vamos a cruzar los ríos eso seguro se ven muy peligrosos”, dice una pareja de Londres, “Duss” y Rebecca. Los londinenses no llevan nada con ellos, pero ya hicieron un buen trecho entre Pampa Linda y Lago Ilón. En pantalones cortos y remera se adentran en el sendero bordeando un brazo de agua de poderoso caudal. A los segundos sus figuras se pierden entre los árboles. ■