El Papa y aquella esperanza que va desilusionando

Hace casi cinco años escribí una carta en la que expresé mi alegría por haber conocido en persona a Jorge Bergoglio, antes de que fuera elegido Papa.

En ese momento, me embargó una gran emoción. Un argentino nacido en mi barrio se había convertido en el pontífice de la Iglesia católica. Al cabo de unos meses le escribí una carta. Carta que me han agradecido y respondido desde el Episcopado argentino, a pesar de que yo la había enviado a Roma. En ese momento, pensé: recibe miles de cartas al día, no puedo pretender que me responda de puño y letra… El tiempo fue corriendo en el almanaque y aguardé, con paciencia, el anuncio sobre la visita a nuestro país. Cinco años después, lo sigo aguardando, pero no con el mismo sentimiento de esperanza que lo había hecho hasta el momento, sino con desilusión.

Muchos de los Papas que han sido elegidos, han visitados sus países natales, casi inmediatamente al comenzar sus papados. ¿Por qué el papa Francisco no viene? ¿Por qué toca nuestro espacio aéreo para visitar un país vecino y no elige poner sus pies en el país que lo vio nacer y en el que recibió su llamado vocacional? ¿Por qué debemos conformarnos y aguardar con expectativa un mensaje de él, mientras surca el cielo de nuestra querida Patria?

Ojalá, alguien le haga llegar mis palabras, que probablemente reflejen el sentir de muchos argentinos. Dios quiera que venga antes de que nuestro país termine de sentirse olvidado y discriminado, por quien aquel 13 de marzo de 2013 nos llenó el alma de orgullo y el corazón de esperanza.