Un organismo multipartidario donde nunca existió la grieta
Trama política. En el Consejo de la Magistratura porteño no importó si el presidente era del PRO, de la UCR o el PJ siempre hubo consenso para nombramientos y gastos.
Dicen que la grieta es omnipresente, que obtura el debate público e impide el normal funcionamiento de las instituciones, pero no es cierto. En el Consejo de la Magistratura de la Ciudad nunca hubo grieta ni brecha. En los últimos años se hizo más evidente. Poco importó si el presidente era el peronista Juan Manuel Olmos, el angelicista Enzo Pagani o la actual titular, la larretista Marcela Basterra. Siempre hubo consensos; para designar jueces o sancionarlos, para ampliar su planta, para pagar montones de viajes a Europa, para crear cargos y estructuras inútiles o para contratar a familiares y amigos.
Poco acostumbrados a concentrar los reflectores de los medios y la opinión pública, el Consejo despertó de su siesta larga tras la publicación de una serie de artículos en Clarín que desnudaban el festival de pasajes y la ampliación de las estructuras políticas, pero sobre todo -lo más importante- que allí no existe la grieta que ganó tantas sobremesas de ciudadanos que no ganan ni los 200 mil -sueldo máximo de la Magistratura- ni los $30 mil, el sueldo mínimo de bolsillo, que allí se consigue. Por eso, decidieron adelantar un ajuste cercano al 20% que ya estaba previsto y dieron marcha atrás con una resolución absurda que nadie se atrevió a defen- der en público y que hasta último momento pretendieron resistir.
Tres días antes de que el presidente Mauricio Macri reclamara en el CCK un ajuste y un achicamiento de las estructuras del Estado, el Consejo sumó 7 nuevos "ravioles": 3 direcciones generales y 4 simples gracias a la resolución 1171/17. Les parecían insuficientes las 7 secretarías, las 10 direcciones generales y las 28 direcciones simples que ya existían en el robusto organigrama del ente. Se argumentó que el nuevo diagrama no generaría ningún costo nuevo, ni siquiera porque se habían sumado otros 4 empleados a los 1033 que ya trabajan en el organismo que concentra al 20% de los empleados del Poder Judicial porteño.
En este punto, otra vez, tampoco hubo grieta. Cada gestión es una capa geológica. En febrero del año pasado, un mes antes de morir, Pagani firmó la resolución 109/17 que sumaba una dirección general y dos direcciones simples. Bajo la presidencia de Olmos -en 2015- luego de que el cuerpo se ampliara de 6 a 9 consejeros, llevó al consejo a una nueva dimensión con otra resolución, la 1258/15: 7 secretarías, 9 direcciones generales y 24 simples. A nadie se le ocurriría echarle la culpa al peronista Olmos, el PRO entonces como ahora tenía gran representación en el Consejo. Olmos, en tanto, ya no ejerce un cargo pero mantiene plena influencia en el organismo. Cuentan que el Presidente se alegró por la notoriedad de la noticia. Y hasta se ilusionó con la posibilidad de que quedara expuesto de la misma manera el Consejo de la Magistratura de la Nación, un ente al que sí hizo mención en el CCK. Algunos quieren ver en esa alegría circunstancial del mandatario parte de las tensiones políticas con su sucesor en la Ciudad Horacio Rodríguez Larreta. El jefe de Gobierno tomó distancia en público, pero en privado ordenó que el ajuste se ejecutara lo antes posible. Las gestiones de Basterra fueron tan exitosas que varios de los consejeros debieron interrumpir vacaciones. El Presidente, en tanto, podría preguntarle en el próximo partido de pádel al que acuda su amigo Martín Seefeld, cómo el actor consiguió el contrato de más de $70 mil por una única interpretación como imputado en un ficticio juicio por jurados. El consenso en el Consejo tiene sus vericuetos. Desde internas entre el PRO orgánico y el que responde a Daniel Angelici, a la elección en el Colegio Público de Abogados de la Capital. El radicalismo sin votos en la Ciudad aquí es poderoso. El Consejo porteño no es una excepción. En el Congreso nacional, donde se reproducen los debates más acalorados , paso lo mismo. ■