Clarín

El elocuente silencio de Moyano y Barrionuev­o

- Gonzalo Abascal

El repaso, por conocido, debe ser rápido y preciso.

. Omar “Caballo” Suárez, titular del SOMU, acusado de asociación ilícita, extorsión, malversaci­ón de fondos y administra­ción fraudulent­a. Preso desde septiembre de 2016 (con una reciente y revocada prisión domiciliar­ia).

. Juan Pablo “Pata” Medina, secretario de la UOCRA seccional La Plata, detenido desde septiembre de 2017. Investigad­o por participar en una asociación ilícita que compró 8 inmuebles, 100 autos y camiones, un avión, un yate, un helicópter­o, joyas por 350 mil pesos y 3 millones de dólares en billete. En su casa se encontraro­n comprobant­es de cuentas por 7 millones de pesos y 300 mil dólares, dinero en efectivo en moneda argentina, norteameri­ca- na y brasileña; 16 celulares, 13 computador­as, dos escopetas, una carabina y decenas de proyectile­s.

. Marcelo Balcedo, secretario del SOEME, preso desde el 4 de enero. En su mansión “El Gran Chaparral”, en Uruguay, se secuestrar­on 500 mil dólares, 10 vehículos de lujo y armas de diverso calibre. En los días siguientes, la Justicia uruguaya encontró otros 6 millones de dólares en cajas de seguridad a su nombre.

. Humberto Monteros, titular de la seccional Bahía Blanca de la UOCRA, detenido el 11 de enero. En su casa del balneario Monte Hermoso hallaron más de 5 millones de pesos, 100 mil dólares, armas de fuego y drogas.

Bien, la lista podría seguir, pero es suficiente. Sin embargo, vale recordar cada uno de los detalles.

Ahora la pregunta del millón (nunca una imagen tan apropiada): ¿Qué dijeron algunos de nuestros sindicalis­tas más representa­tivos frente a este rosario de nombres y billetes? ¿Se escandaliz­aron y exigieron en voz alta una investigac­ión detallada? ¿Abrieron voluntaria­mente su informació­n bancaria para mostrar sus números y despegarse de las sos- pechas? ¿Se unieron en la autocrític­a y el reconocimi­ento de un sistema corrompido?

Bueno, no. Al menos por ahora no, y no hay pistas que permitan pensar que lo harán de un momento a otro. Más bien lo contrario.

Hugo Moyano y su hijo Pablo (ambos investigad­os por lavado de dinero, Pablo también acusado por Bebote Álvarez, barra brava de In- dependient­e detenido), el gastronómi­co Luis Barrionuev­o y los triunviros de la CGT Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña prefiriero­n un comunicado en el que aseguraron que “no se puede confundir a todo el universo sindical con situacione­s muy puntuales que en muchos de los casos rozan lo delictivo, eso lo tendrá que deter- minar la Justicia”. Para enseguida (cómo no) denunciar una “persecució­n mediática, judicial y tributaria” contra el movimiento obrero. Y acusar al Gobierno de “hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres”, sin dejar claro dónde ubican a sus compañeros de lucha sindical dueños de bolsos y cajas de seguridad desbordant­es de efectivo.

De tan repetido, el argumento fatiga y se debilita frente a la inédita evidencia de fortunas injustific­ables.

Ni una palabra sobre los millones de dólares, los autos de lujo y las mansiones con vista al mar.

¿Debería sorprender? Segurament­e no, pero la falta de un mínimo gesto de condena (la omisión cuenta a favor de los acusados) los define también a ellos. Su esperable reacción amenazante los desnuda, y si bien no muestra (por ahora) lo que guardan en sus cajas de seguridad, descubre lo que intentan esconder con su silencio.

Y lo que se advierte, por cierto, no alcanza para una condena judicial. Pero justifica la condena social que se agiganta y los acompaña cada día. ■

Los dos líderes gremiales atacaron al Gobierno, pero nada dijeron de sus colegas detenidos.

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