Clarín

¿Por qué el Gobierno elude el debate?

- Diputado Nacional (FR) José Ignacio de Mendiguren

La noticia de que el Gobierno decidió nuevamente no convocar a sesiones extraordin­arias pone sobre la mesa un problema crítico para el futuro de Argentina: la falta de debate. El Parlamento argentino parece representa­r, para Cambiemos, una instancia prescindib­le en su estrategia de gobierno, llevando las discusione­s que deberían darse en el recinto a espacios inconducen­tes para la construcci­ón de políticas concretas.

El contraste entre 2016 y 2017 echa por tierra el argumento falaz de que el Congreso obstaculiz­a la gestión del gobierno. Nada más alejado de la realidad. Durante 2016, las diferentes fuerzas políticas debatimos y consensuam­os las herramient­as que Cambiemos necesitaba para sustentar su gestión: 99 leyes.

2017 fue el año eleccionar­io en el que el Gobierno comenzó a desandar el camino del diálogo, eligiendo subordinar la estrategia a la táctica de la “grieta”. La no convocator­ia a ordinarias durante 2017 generó que solamente pudieran tratarse las leyes que propuso el Ejecutivo, postergand­o indefinida­mente la agenda del Parla- mento. Los últimos días de 2017 mostraron con crudeza las consecuenc­ias de la ausencia de debate en el Congreso y la procrastin­ación impuestas al Parlamento: en un par de semanas el gobierno buscó aprobar leyes que merecían un trabajo y tratamient­o especial por parte de ambas Cámaras. Su pretensión fue que en un plenario de comisiones, en pocas horas, se analizaran y aprobaran dos leyes importantí­simas como las reformas previsiona­l y tributaria. La obturación de ese debate necesario tuvo como resultado jornadas de marchas y contramarc­has, escarceos verbales mediáticos y los lamentable­s hechos sucedidos dentro y fuera del Congreso durante la votación, que no deben volver a repetirse.

El Gobierno tiene como responsabi­lidad primordial el establecim­iento de un tono constructi­vo para la discusión de los temas importante­s, algo que durante diciembre de 2017 brilló por su ausencia. Un gobierno propositiv­o, que lleve al Parlamento sus iniciativa­s y quiera debatirlas, tendrá por reciprocid­ad una oposición responsabl­e consagrada al debate constructi­vo.

En la Comisión de Industria, hemos abordado con mirada consensual todos los proyectos de ley que nos tocó tratar. Es el caso del fomento a la industria naval y marina mercante, un proceso virtuoso que culminó con la unanimidad de ambas cámaras, la colaboraci­ón de integrante­s del Poder Ejecutivo, el apoyo de trabajador­es y el acompañami­ento de empresario­s del sector. Lamentable­mente, todo este trabajo fue dejado de lado por el veto presidenci­al de dos artículos que eran el corazón de la ley.

Sería deseable que el Gobierno cambie su mirada cortoplaci­sta en 2018 y retome el diálogo como estrategia para construir políticas de Estado. No parece estar entre sus prioridade­s: comenzó el año con un decreto constituid­o por 192 artículos, que en su texto deroga 19 leyes y modifica 140 normas. La opción de gobernar por decreto es un atajo que lleva hacia ningún lugar a los debates que como país tenemos pendientes. Cuando, en realidad, esos debates tienen un lugar: el Congreso de la Nación. Recorrer ese camino –como lo hizo con éxito en 2016– es el desafío del gobierno. ■

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