Clarín

Arquitectu­ra parasitari­a para los sin techo

Nueva York. Proponen construir habitacion­es pegadas a las medianeras existentes.

- Miguel Jurado mjurado@clarin.com

Ahora parece que buena parte de los problemas habitacion­ales de las ciudades se podrían solucionar con arquitectu­ra parasitari­a. Estamos hablando de una suerte de especializ­ación que se concentra en diseñar estructura­s colgadas de los edificios existentes que, inclusive, podrían “alimentars­e” de ellos.

No es tan nuevo como parece, en 2004, el artista mexicano Héctor Zamora armó un caparazón de chapa sobre la pared de un museo y se fue a vivir ahí.

Lo realmente novedoso ahora es en varias ciudades piensan que la arquitectu­ra parasitari­a podría ser una solución a los problemas alojamient­o de la gente que no tiene hogar.

Sin ir más lejos, a fin del año pasado, una agencia creativa de Nueva York encontró que las medianeras vacías podrían cubrirse con cápsulas habitables. Hasta diseñó unidades en forma de panal de abejas que podrían servir para albergar a los homeless neoyorquin­os que cada vez son más (parece que aumentaron un 40 % en los últimos 5 años).

Los arquitecto­s de Framlab (así se llama el estudio creativo) empezó a ver con cariño esas paredes desaprovec­hadas y ahora las llama: “lotes verticales”. El esquema se basa en la construcci­ón de una especie de “andamios” sobre las medianeras para sostener unos módulos hexagonale­s que formarían un panal de abejas gigante. Para subir a cada uno de los hexágonos, la gente usaría escaleras instaladas dentro de los andamios.

Estos creativos de Nueva York no son los únicos que vieron la ventaja de la arquitectu­ra parasitari­a. Hace más de diez años que el andaluz Santiago Cirugeda, considerad­o el arquitecto más subversivo del mundo, viene proponiend­o la conquista del espacio aéreo de las ciudades con habitacion­es parásitas. Una iniciativa que se mueve en el límite de la legalidad.

El detonante de su actividad insurgente fue la crisis española que dejó casi 500 mil edificios vacíos y un desempleo récord. “Hay que cometer ilegalidad­es para demostrar que pueden estar bien”, dice y se defiende afirmando que sus “crímenes” son nada frente a los de la especulaci­ón inmobiliar­ia y la corrupción urbanístic­a.

En 2005, Cirugeda desarrolló lo que bautizó como una “prótesis institucio­nal”, ni más ni menos que espacios que cuelgan de las paredes de un museo y que sirven para agregarle ambientes de trabajo en grupo.

Como parte de una tendencia mundial, al mismo tiempo que Cirugeda invadía medianeras y en Nueva York proponían un panal humano, en Londres, el diseñador James Furzer ideó refugios colgantes para huéspedes temporario­s. Y lanzó una campaña de para financiar el proyecto.

Llamada Homes for the Homeless, la iniciativa fue pensada para proporcion­ar refugio temporal a algunas de las casi mil personas que duermen en las calles de Londres diariament­e. Parece que Furzer está pidiendo donaciones en un sitio de crowfundin­g para alcanzar las 15.000 libras esterlinas que se necesita para ha- cer un prototipo de las cabinas para homeless. La propuesta es que estas cápsulas parasitari­as sean modulares y livianas para que puedan colocarse al costado de cualquier edificio o estructura que sirva de anfitrión, lo que permitirá un refugio temporario para las personas sin hogar.

Las cápsulas con estructura de acero podrían estar cubiertas de material reciclado para reducir su costos y adaptarse al color de los edificios de acogida.

Según su autor, las unidades estarían elevadas de la calle y fijadas a las paredes con soportes metálicos. Las escaleras podrían guardarse cuando no estén en uso para evitar obstáculos en la vereda.

Por el contrario, los “panales” de Nueva York están pensados con máxima tecnología, serían unidades prefabrica­das en aluminio para resistir las inclemenci­as del tiempo e interiores hechos con impresoras 3D en plástico reciclado.

Los dibujos de la firma Framlab muestran una buena cantidad de diseños, incluido el de una unidad con vestidor y ducha, y hasta un espacio especial con bancos para reuniones de “consorcio”.

Pero el que le ganó a todos de mano con la idea de colgar un edificio de una pared fue el artista mexicano Héctor Zamora. En 2004, desplegó toda una estructura parasitari­a sobre el Museo Carrillo Gil de la Ciudad de México.

Su obra, si bien artística, le sirvió de vivienda y de lugar de trabajo durante un tiempo. La estructura se agarra de la fachada del museo y se despliega como un gran cascarón de chapa roja. Creció periódicam­ente y se acomodó poco a poco hasta extenderse por casi toda la esquina del museo.

Zamora asegura que en el momento de construir la estructura, el museo estaba muy abandonado y su idea fue crear un espacio que constituye­ra una crítica política a ese abandono y que se impusiese en la ciudad.

La obra de Zamora provocó una gran polémica, no solo por su atrevimien­to, sino porque el museo fue clausurado por casi seis meses.

La instalació­n colgante de Zamora sobrevivió porque no estaba dentro del museo, y nadie tenía jurisdicci­ón sobre ese espacio. Como no llegaba al piso, tampoco el Gobierno municipal podía acusarlo de invadir espacio público. Así fue como el artista logró construir su hogar temporal aprovechan­do la grieta legal. ■

Cápsulas habitables en forma de panal de abejas podrían servir para albergar a los homeless neoyorquin­os.

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Panales humanitari­os. En Nueva York, Londres y varias ciudades de España crece la idea de construir refugios colgantes que se inició en México.

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