Clarín

¿Dónde estabas la noche del 25/1/1978?

- José Bellas jbellas@clarin.com

En 1972, unos diez años antes de que la disco The Hacienda se hiciera cargo de albergar todo lo bueno que podía salir de Manchester a nivel musical, se inauguraba otro local de la norteña ciudad inglesa: Pips.

En plena explosión glam, el local de doble puerta ubicado a la espalda de la catedral de la ciudad fue refugio y semillero de jóvenes almas que buscaban un escape policromát­ico al gris natural del entorno y la edad. Los adolescent­es Morrissey y Johnny Marr, aún antes de conocerse y formar The Smiths, fueron parte de la troupe que se apilaba a escuchar bandas nuevas y pasar desapercib­idos entre los fans de Manchester United que curtían soul y vestían Fred Perry como santo y seña en otra ciudad agrietada por el fanatismo futbolero.

El reinado de Pips se extendió hasta 1982, donde la apertura de The Hacienda y sus problemas con las pandillas y los vendedores de drogas fueron haciendo inviable el lugar. Entre la competenci­a y las mafias, prefirió reinventar­se con otro nombre, Konspiranc­y, unos años más tarde. Tampoco funcionó.

Al menos, Pips podrá decir que prestó sus instalacio­nes para un evento histórico, del que mañana se cumplen exactos cuarenta años: el debut de Joy Division, en su corta vida, banda esencial del post-punk inglés, del rock independie­nte universal y, por esas cosas de la vida, con participac­ión oblicua en el rock argentino.

En un afiche que todavía perdura, se puede ver que aquella jornada estaba anunciada una “noche new wave”, presidida por unos tales Warsaw. Y así fue, sólo que los Warsaw (Ian Curtis en voz, Bernard Sumner en guitarra, Peter Hook en bajo y Stephen Morris en batería) ya tenían decidido cambiarse el nombre a Joy Division (a propósito de los burdeles que los nazis mantenían en los campos de concentrac­ión, morboso detalle que habían tomado de una novela pulp), pero no querían dejar de atraer a los (pocos) viejos seguidores de Warsaw. Cuestión que, sobre las tablas del Pips, Ian Curtis terminaría anunciando que, a partir de esa noche, cambiaban su nombre por la nomenclatu­ra que hoy es leyenda.

De aquel show se tienen jirones de recuerdos, acaso el más sonado es que apenas comenzado surgió una pelea entre el público y el temperamen­tal Hook saltó a las piñas, situación que hizo plantear al dueño del local si suspender el recital y echar a la banda. Hubo sosiego. Continuaro­n.

La historia dice que entre aquel enero de 1978 y el 18 de mayo de 1980 (el día en que Ian Curtis decidió terminar con su vida), Joy Division consumó dos discos ( Unknown Pleasures, de 1979, y y Closer, 1980), varios singles trascenden­tes ( Transmissi­on, Atmosphere, Love Will Tear Us Apart) y consumó un sonido icónico, dinámico. Espectral. En la víspera de los ‘80, diseñaron el claustrofó­bico sonido de la década, apenas habiendo puesto un pie en ella.

Aquella misma noche de miércoles, en Córdoba, se jugaba la segunda final del Torneo Nacional de fútbol. Talleres, el crédito local, con un gran equipo integrado por varios jugadores que meses más tarde jugarían para Argentina el Mundial ‘78, enfrentaba a Independie­nte. El partido, que ya forma parte de la historia del deporte argentino, tuvo varios condimento­s salientes. Entre ellos, la expulsión de tres jugadores del equipo bonaerense, tras protestar con énfasis una evidente mano del jugador Bocanelli en la jugada que puso a los locales 2-1 arriba. Con esa inferiorid­ad numérica, Bochini puso el empate a poco del final, consumando una hazaña inédita, que le dio el título al Rojo.

Si es verdad eso de que que la vida te da y te quita, ese 25/1/1978 la provincia mediterrán­ea perdió la primera de las chances de tener a un equipo local coronándos­e campeón. Habría más, pero nunca tan cercana como la de Talleres, que además de fútbol y talento, tenía el apoyo insistente del general Luciano Benjamín Menéndez, hombre fuerte de la dictadura

Y, al mismo tiempo, tuvo el estreno de una de las bandas que iluminaría la avidez musical de Luca Prodan, el meteorito italiano que tres veranos más tarde caería en la Córdoba rural para huir de la heroína y encontrar algo de paz. En Nono, Luca consumaría muchas perlas de corte personal y, al mismo tiempo, comenzaría a gestar el malón diabólico de Sumo. No por nada, su debut oficial se llama Divididos por la felicidad, una variación semántica de Joy Division que, a la muerte de Prodan, continuarí­a prolongánd­ose en Divididos. ■

En Pips de Manchester, anunciados como Warsaw, hace cuatro décadas debutaba Joy Division.

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Ian Curtis. El cantante de Joy Division, un ícono del rock que le precedió.

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