La radiografía del cuerpo de baile
Asumió en la compañía luego de un tiempo de acefalía. Qué le falta, qué tiene y a qué repertorio apunta.
Esa gran compañía que es el Ballet Folklórico Nacional, uno de los organismos artísticos oficiales más importantes del país, atravesó el 2017 en estado de acefalía. Después de un concurso llamado pocos meses atrás, fue elegido el proyecto que presentaron Silvia Zerbini y Mariano Luraschi, postulados formalmente para los cargos de directora y subdirector, aunque ellos prefieren presentarse como “equipo directivo”.
Luraschi, santafesino, integró como bailarín hasta 2017 y durante quince años el elenco del BFN y se encuentra ahora en el difícil pero estimulante desafío de ponerse al frente de quienes fueron sus compañeros. Zerbini, que viene desempeñando una larga y amplia tarea en el campo del folklore, vive desde hace treinta años en la ciudad riojana de Chilecito, adonde, dice, la llevó una tromba.
“En un momento muy dificultoso de mi vida un amigo me preguntó si me gustaría dirigir el Ballet Municipal local. 'Sí', le contesté, aunque ni siquiera estaba segura de dónde quedaba Chilecito. Me fui solita con mis cuatro hijos y la ciudad me recibió. Allí tuve mi casa y nacieron mis primeros nietos. Yo les decía en estos días a los bailarines: 'No vengo de otra provincia, vengo de otro planeta; el vino lo hace el vecino, te traen el pan, la gente se cose su ropa y teje para otros.' De ahí vengo y desde esa perspectiva quiero dirigir la compañía”. -¿Seguías hasta ahora dirigiendo el Ballet Municipal de Chilecito? -No, así empecé, y fueron difíciles los comienzos por la disciplina que tuve que imponer. Después fui a parar a una escuela municipal de arte en Nonogasta, donde me recibió una señora en una sala con una luz mortecina y dos nenes escondidos detrás de su pollera. Un panorama desolador. Pero estuve siete años allí y muchos de los profesores que están trabajando hoy en la región salieron de esa escuela. Después empecé también a dar clases en Catamarca; pasaba el tiempo viajando, incluso a Buenos Aires.
--¿Cuántos integrantes tiene hoy? -Son cuarenta bailarines. Esto dicho idealmente, porque siempre hay alguien lesionado. Éste es también un problema. Son intérpretes extremadamente exigidos por el tipo de coreografías que vienen haciendo. Creo que en este momento la necesidad es otra: el BFN tiene que decir algo, representar el dolor, la vida, la muerte, las luchas, la realidad, los montes, los ríos que se se- can, el sur, el norte. Para la apertura de Cosquín de este año, en donde bailaremos este jueves, viernes y sábado, decidimos hacerla de tal manera que le ocurra algo al que baila y que le ocurra algo al que mira, más allá de lo bonito. Hacemos una chaya, un triunfo, una chacarera.
-Y cuando te referías a lo que le faltaba al repertorio del Ballet Folklorico, ¿eran estas cosas?
-Sí, había quedado un repertorio, digamos, ajeno. Lo que más escuché de la gente es “el Ballet Folklórico no nos representa”, y en el mejor de los casos, “pero son muy virtuosos”. Por otro lado es cierto que la demanda es enorme y hay que hacer tantas presentaciones en el país que no hay tiempo de madurar. -¿Qué hacer con el repertorio que ya existe, fundamentalmente con las obras de Santiago Ayala del que este año se cumple el centenario del nacimiento?
-Yo conocí al Chúcaro, nos hemos tomado juntos unos buenos vinos y conversado de temas profundos. Nuestra idea es seleccionar qué obras del Chúcaro están sostenidas en el tiempo y qué hacer con ellas. Algunas queremos hacerlas “en sepia”, digamos, como un recuerdo. De otras, que tienen una actualidad impresionante, hacer versiones. Pero lo que más nos interesa es respetar el espíritu del Chúcaro, un revolucionario, innovador, artista, genio inigualable; y que tuvo a su lado a Norma Viola, que le daba una estética. Creo que no queremos mantener esa estética porque pertenece a otra época. ■