“En la Argentina no hay que cambiar las leyes, hay que respetarlas”
Resulta que, de tanto en tanto, en una de esas charlas de café entre especialistas en casi todo, al cabo de un intercambio de opiniones, los interlocutores terminan arribando a aquella tan conocida y mágica solución para todos los problemas de nuestro país: “En la Argentina hay que cambiar las leyes”.
En mi humilde opinión, esa frase que muchos pronuncian a menudo y sin si quiera pensar mucho sobre el tema, requiere una (quizás no tan) ligera corrección: “En la Argentina hay que respetar las leyes”. Es que nuestro ordenameinto jurídico realmente no merece mayores reparos, más aún si se tiene en cuenta que tiende a dar respuesta a todos los supuestos que pudiesen presentarse e incluso contempla las diversas transformaciones que se han suscitado en los últimos tiempos, como puede verse reflejado en el Código Civil y Comercial de la Nación que entró en vigencia en agosto de 2015, lo qu e lo hace verdaderamente moderno. Entonces, podemos concluir que el problema radica en un fenómeno sociológico: a los argentinos (generalmente) no nos gusta respetar las leyes. Y digo “generalmente” porque es llamativo el nivel de acatamiento a las normas que se verifica cuando el mismo vecino que estaciona todos los días en doble fila para bajar su hijo al colegio, se va de vacaciones al extranjero.
Por eso, deberíamos replantearnos seriamente nuestros postulados y comenzar a dar cumplimiento a aquel “mandato de la razón, dirigido al bien común, promulgado por quien tiene a su cargo el cuidado de la comunidad”, como diría Santo Tomás de Aquino.
Soy un convencido de que es la única manera de sacar al país adelante porque, al fin y al cabo, nuestros males no se van a terminar sólo por tomar mucho café.